38. DARÍO (FINAL)

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Después del desastre de los últimos días de instituto, mamá y Ricardo estaban un poco reticentes a marcharse a Andorra y dejarme solo para hacer una fiesta en casa. Pero realmente necesito desconectar y la fiesta no me podría hacer más ilusión así que en cuanto lo han entendido y cuando han sabido que a solo vendrían Pelayo, Salva y los amigos de Salva han aceptado.

Al hablar del desastre me refiero, por supuesto, a Cayetano. Cuando me enteré de había compartido una foto de la denuncia de mi madre a mi padre y de que que toda la gente de clase, casi todo el Germán Otálora y hasta el instituto de Jimena lo habían leído pensé que me moría... literalmente.

No me morí, pero fue igualmente horrible.

Creo que Cayetano me expulsó de todos los grupos de WhatsApp en los que estaba justo antes de compartir la foto precisamente para hacerme sufrir. Porque si pudiese leer los comentarios de la gente por lo menos no tendría que imaginarlos...

Tanto en el Germán Otálora como en el instituto de mi hermanastra, que es como el instituto hermano al mío, me he convertido en la comidilla. Cada persona con la que me cruzo se dirige a mí de una manera diferente y todos ellos se han formulado una opinión sobre mi vida. He aguantado los comentarios, las miradas y que de un día para otro Borja, Bosco, Adrián y el resto simplemente me dejaran de hablar. No sé qué me esperaba, pero me ha dolido de todas formas. Pero lo peor ha sido ver sufrir a mi madre. Verla angustiada otra vez. Pero ella tampoco se ha muerto ni vuelve a estar mal... todo lo contrario. Ella está bien y eso me consuela.

Lo bueno es que Pelayo y Salva han estado en casa haciéndome compañía.

Pasadas las turbulencias y obviando lo mal que me he sentido estos días... Me siento tranquilo. Eso es lo único que he sentido en el día de hoy, en el último día del año: una tranquilidad absoluta. Ojalá sea un buen presagio para el que viene.

Pelayo (que lleva un delantal de unos torso desnudo con abdominales que mamá le regaló a Ricardo hace años para evitar mancharse el traje) y yo llevamos horas preparándolo todo. Las chuletas están listas para hacerse, la verdura cortada también y aunque le he pedido que me mandase alguna foto, Salva se niega a destriparme la sorpresa de su conjunto de hoy. He cogido prestado el altavoz de mi hermanastra Jimena y la voz de J.Balvin suena a máxima potencia por toda la casa. Me teletransporta de inmediato al día en el que Pelayo y yo fuimos a la discoteca Desengaño, cuando escuché esta canción en el parque al lado de la discoteca. Qué fuerte el paso del tiempo, madre mía. La música es tan alta que estamos a punto de no oír el timbre. Trufo es el primero en oírlo, pues empieza a ladrar desde el piso de arriba. Yo dejo a Pelayo con la barbacoa en marcha para acercarme a la puerta y correr a abrir a nuestros invitados.

Salva lleva una camisa azul celeste que resalta el tostado de su piel, una cadena que reluce y me recuerda a ese vergonzoso accidente que vivimos juntos y los pantalones vaqueros negros con las rodillas agujereadas. Le acompaña Raisa, con un impresionante vestido dorado, Jonathan, con las trenzas recogidas y la cabeza asomando por encima de la puerta de la entrada seguido e Isaac, vestido completamente de negro a excepción de una cazadora roja.

Me hablan y yo respondo, pero no sé ni qué digo porque nada más ver a Salva me abalanzo sobre él para darle un beso que solo interrumpo porque tenemos compañía.

—¿Para el resto no hay morreo peliculero? —pregunta Jonathan cuando yo les he saludado a todos con abrazos cortos y besos en las mejillas.

Enrojezco hasta las cejas.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora