25. RAISA

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🎵 Cuando lloras- Despistaos 🎵

Mamá entró en mi habitación la noche del lunes y por la angustia que noté en su voz supe enseguida que algo había ido mal.

—Raisa, cariño, está la madre de Salva al teléfono —dijo.

—Bien, ¿y qué quiere? —pregunté, sin despegar los ojos del libro de Historia de España que estaba ojeando.

—Solo quería saber si Salva te había escrito o si habías estado con él en el momento del accidente... Pero ya le he dicho que no, que tú no te has movido de la habitación —comentó y las palabras que dijo cayeron una tras otra como uno de esos días en los que empieza chispeando y no le das importancia a las escasas gotas de agua que te van empapando hasta que de pronto estás mojada entera y la lluvia que parecía suave se ha convertido en un jodido temporal.

Bueno, pues así me sentía un poco yo y así me sentaron sus palabras.

—¿Qué accidente? —pregunté.

Por su cara deduje que ella pensaba que yo ya sabía lo que fuera que hubiese pasado.

—¿Quieres que te pase a la madre de Salva y te lo explica ella mejor? —preguntó.

Me abalancé a por su teléfono y detrás de la línea una mujer angustiada me dijo que su hijo estaba bien, que no había de qué preocuparse, que las primeras pruebas indicaban que no había daños internos y que solamente se había roto una pierna.

—¿Pero cuando ha pasado? —pregunté desesperada.

—Hace unas horas —respondió la mujer que también lloraba—. La cabra de mi hijo se había ido a patinar en plena noche. Debió desviarse y acabar en la carretera y un camión le arrolló. Lo llevaron directo al hospital y contactaron conmigo en cuanto pudieron. Está bien, mi niña.

—¿Pero puedo ir a verle? —supliqué.

—Ahora no, pero sí que podrás ir mañana. Voy a llamar ahora a sus otros amigos por si alguien sabe algo más porque estaba solo...

—No creo que sepan nada... me lo habrían dicho —expliqué.

—Bien. Pues si quieres escríbeles tú.

—¿A qué hora podremos ir mañana? —pregunté de nuevo.

—A las nueve. Y de verdad, cariño, Salva está bien. Tiene que quedarse un tiempo en observación, pero está bien.

Pero yo no podía dejar de llorar, por mucho que su madre me repitiese que estaba bien. Mamá vino hacia mí en cuanto colgué el teléfono para cubrirme en su abrazo y acompañarme de vuelta a la cama. Dejé que me consolase, que me abrazase, que dibujase círculos en mi espalda y que no hiciese preguntas.

—Está bien, cariño. Salva está bien —me repetía mi madre una vez tras otra y yo también me lo repetía a mí misma, pero no era suficiente.

—¿Y si no lo estuviera? ¿Y si se hubiese hecho daño de verdad? —pregunté otra vez, aún sollozando. Yo no le quería contar que habíamos discutido hacía un par de días y que ya ni siquiera estábamos mandándonos mensajes.

—Sé que os queréis mucho, Raisa —dijo mi madre—. Pero no puedes estar con él todo el tiempo para protegerle y no quiero que te sientas culpable por lo que ha pasado. Ha sido un accidente y ya está. Está bien, eso es lo importante.

Asentí frenéticamente.

—Así que ahora avisa a tus amigos de lo que ha pasado, descansa y mañana a primera hora te llevaremos al hospital... ya recuperarás las clases cuando sea —añadió después, quitándome el libro de Historia que se había quedado en la cama.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora