15. DARÍO

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🎵 nightmares- easy life🎵

La última noche ha estado plagada de pesadillas y hoy, cuando la alarma del lunes me ha obligado a levantarme de la cama los monstruos aún me arañaban la garganta.

He intentado hablar con mi madre un par de veces y disculparme por la forma en la que le grité, pero ella siempre ha reaccionado sonriendo, moviendo la cabeza y diciendo "no pasa nada". Me gustaría poder tener con ella una conversación de verdad... pero sé que en el momento no es posible. Ella no parece estar preparada y la verdad es que yo tampoco lo estoy.

¿Lo mejor del domingo? Hablar con Salva, sin dudas. No sé. Es como si de repente mi cerebro hubiese recordado que Salva es alguien en quien puede confiar y poco a poco se estuviese acostumbrando a compartir cada detalle. Le he hablado por encima de la discusión con mi madre, me he disculpado otra vez por lo que pasó con Raisa y el resto han sido conversaciones banales sobre qué he comido, qué he visto en la tele, un video enseñándole la colección de palos de golf de mi padrastro (Salva tenía mil preguntas sobre "la vida de ricos") y también alguna foto mía con el uniforme de clase puesto (Salva ha sido muy pesado con eso).

Esta mañana le he dado los buenos días y le he dedicado una foto con la camisa del uniforme. Esperaba (y deseaba) que él respondiese con otra instantánea con su ropa de hoy, pero en vez de eso me ha llegado otro mensaje.

SALVA: Feliz lunes, Darío. Estás guapísimo.

¿Te apetece que quedemos el miércoles?

Mi cerebro se ha quedado completamente en blanco. ¿Qué respondo a eso? ¿Que sí? ¿Que no? Enseguida acepto que es una decisión que no puedo tomar en el momento y me aseguro de no entrar en la conversación para que así Salva no se de cuenta de que le he dejado en visto.

Si quedase con Salva... ¿esa sería oficialmente nuestra primera cita?

Pensar en ello me paraliza.

El desayuno de hoy con mamá, Jimena y Ricardo es bastante silencioso y después de tomar un café y un par de tostadas, mamá nos lleva a mi hermanastra y a mí en coche hasta nuestros institutos. A mi me deja, como siempre, en la casa de Pelayo, para que podamos emprender juntos el camino a clase. Quiero, una vez más, decirle algo a mamá, pero finalmente opto por despedirme de ella con un beso en la mejilla.

En cuanto me bajo del coche veo a Pelayo saliendo de casa. El chico da un pequeño salto a la hora de saludarme y su aparatoso flequillo se balancea de izquierda a derecha por el movimiento de su cuerpo. Yo le saludo también y después me rasco la nuca.

Emprendemos el camino hacia el instituto en completo silencio. Pasamos por delante de la biblioteca municipal y vemos el mural que pintó Raisa con la escena de Rebeldes. Parece que en vez de unas semanas haya pasado una vida desde que eso sucedió. En cuanto al grafiti de Amor, ha sido tapado con pintura blanca.

—Oye —dice Pelayo de pronto—. ¿Te parece si nos saltamos la primera hora de clase y aprovechamos para hablar?

Exhalo la bocanada de aire que había estado conteniendo.

—Claro —respondo—. ¿No nos meteremos en un lío?

Pelayo se encoge de hombros.

—El profesor de literatura no venía hoy así que podemos decir... no sé, que hemos ido a la biblioteca a buscar información para el trabajo que nos ha mandado —sugiere.

—Vale —respondo finalmente.

Así que Pelayo y yo cambiamos de dirección, entramos en el recinto de la biblioteca y llegamos hasta un parque que a estas horas de la mañana está completamente desierto. Ha amanecido hace muy poco y la luz se cuela sigilosa entre los árboles del parque, creando formas curiosas en la charca que hay en medio del recinto y alimentando con esa luz a los peces en el agua. Pelayo y yo nos sentamos en un banco frente a la charca, nos quitamos las mochilas que dejamos apoyadas al lado de nosotros y nos quedamos silencio mirando los peces.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora