24. DARÍO

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🎵 Me duele la cara de ser tan guapo- Los Inhumanos 🎵

Apenas he pegado ojo en toda la noche y cuando a las seis y media de la mañana me dirijo a la cocina a por un vaso de agua mis movimientos responden a la más absoluta frustración. Ya he aceptado que no voy a conseguir dormir así que supongo que lo mejor que puedo hacer es ir a beber algo...

Tengo el teléfono lleno de mensajes que he preferido no mirar. Mensajes de Pelayo, del grupo de clase, el grupo de Cazadores y el último de un nuevo grupo para un trabajo de clase que Cayetano quiere que hagamos juntos. Él es una de las razones por las que apenas he podido pegar ojo estos días... No me quito de la cabeza el modo en el que me llamó hipócrita y cobarde...

"Nenaza", "débil", "marica", "cobarde", "mal hijo".

Y tenía razón. E incluso Salva me lo confirmó después al llamarme cobarde por no haber sido capaz de defender a Pelayo.

"Nenaza", "débil", "marica", "cobarde", "mal hijo".

He bajado las escaleras desde mi habitación hasta la cocina de casa y de pronto escucho la melodía y la letra de una canción que hacen que mi cerebro se detenga por unos instantes.

Wa shubi dubi du, Wa shubi dubi du waa waa.

Parpadeo tan rápido como puedo, sorprendido. Mamá está en la cocina, lo sé antes de verla. Tiene un camisón lleno de flores cubriendo su cuerpo, la melena rubia con los rizos encrespados al aire, la canela en la mano para enderezar el café que está a punto de tomarse y las tostadas preparadas para comer completamente doradas.

Wa shubi dubi du, Wa shubi dubi du waa waa —tararea.

La mujer que era antes y la mujer que es ahora se funden en una persona y yo soy otra vez el niño pequeño que se la encontró en la cocina de madrugada cantando esta misma canción. Pero hoy me atrevo a entrar y a formar parte de este momento. Mamá se asusta un poco al verme, porque no suele haber nadie en casa a estas horas de la mañana, y después la cara se le ilumina y se transforma en una sonrisa.

Me duele la cara de ser tan guapo dice sin hablar, como si la música saliese de su alma y mirándome exclusivamente a mí. Suelta la taza de café y me agarra de la mano, su piel suave y cálida contra la mía, cogiendo también el otro brazo y moviendo ambos para invitarme a bailar. Me habla a mí cuando me llama guapo y me sonríe a mí porque esta canción es suya y es mía y es de los dos. Me atrevo a reírme también y a cantar:

Al espejo me miré y me excité mogollón —ella se acerca un poco más para que los dos bailemos más pegados y yo apoyo la cabeza en su pecho y dejo que su cabello me haga cosquillas y que me obligue a dar una vuelta cuando el ritmo lo manda y que los dos nos riamos y riamos y riamos con cada Wa shubi dubi du, Wa shubi dubi du waa waa.

Verla cantar y bailar y reír es ahora pura rutina pero para mí sigue siendo un milagro. Me dejo invadir por esa sensación, la gratitud de verla feliz...

La canción sigue y nosotros con ella danzamos por la cocina dando vueltas, flexionando nuestros brazos para abrazarnos y bailando sin parar. El ritmo de mi corazón está aún acelerado por esta improvisada sesión de cardio matutino cuando la voz de Los Inhumanos se acaba y yo me apoyo una vez más en el pecho de mi madre. Alzo la cabeza para mirarla. La mujer tiene una sonrisa radiante en la cara y la frente un poco perlada de sudor.

—¿Te apetece que desayunemos juntos antes de que el resto se levante? —pregunta mamá. Yo asiento y me acerco a la encimera para prepararme un café, una nueva tanda de tostadas y untar sobre ellas mantequilla y mermelada.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora