37. SALVA

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🎵 Solo quiero bailar- Zenttric🎵

Desde que me quitaron la escayola parece que haya tenido que aprender a caminar otra vez. Mi hermano vino conmigo al hospital ese día y fue divertido subirme a su coche que huele a sucio y cerrado y escuchar la horrible música que siempre pone a todo volumen cuando tiene ocasión.

El tío se está esforzando y está manteniendo distancia de Luis, Rafa y el resto de quienes fueron sus mejores amigos. Yo se lo agradezco. ¿Lo próximo? Pues que se ponga a estudiar en serio o a trabajar o algo así, que sería lo suyo.

El mismo día de la escayola, cuando llegué a casa, hice una videollamada con Darío. Desde que volvimos de manera oficial no ha habido día en el que no viera su cara ya fuese en vivo y en directo, en su casa, o a través de una pantalla.

Los últimos días de este trimestre han sido especialmente jodidos para él y he intentado apoyarle.

Solo dos días después de que Darío y yo nos reuniésemos, Cayetano compartió en algún grupo de WhatsApp una foto de la denuncia de violencia de género que interpuso la madre de Darío contra su padre. Eso, además de una jugada tremendamente sucia y rastrera, es ilegal. Ricardo y la madre de Darío hablaron con la familia de Cayetano ese mismo día implicando incluso a abogados y Cayetano borró la foto, pero el daño ya estaba hecho.

No me imagino lo duro que tiene que ser que todo el instituto esté comentando y opinando sobre algo tan personal.... Dentro de lo que cabe, Darío lo ha llevado todo bastante bien. La poca ayuda que le podíamos dar sus padres, Pelayo y yo la ha aceptado.

Ese mismo día en el que hice una videollamada con Darío después de que me quitasen la escayola, mi novio (muy fuerte esto) me explicó que había tenido su primera sesión de terapia. Mientras yo andaba y andaba por los pocos metros de mi habitación con la intención de prepararme lo máximo posible para la fiesta de nochevieja, él me estuvo hablando un poco de sus sensaciones y de que la psicóloga era maja y que no se había sentido presionado para contar nada, así que estaba más o menos contento.

Le vi bastante relajado en la videollamada. Las vacaciones de navidad le están sentando de maravilla para separarse de tanto drama en su instituto y descansar. Que Cayetano sacase a relucir todos los secretos de Darío fue como si sus mayores miedos se hicieran realidad, eso me ha dicho él, pero ahora ya no parece ni triste ni angustiado al respecto. Habría deseado que las cosas hubieran sido distintas, pero afirma sentirse aliviado. Sobre todo por haber encontrado un apoyo en Ricardo y en su madre. Dice que es como si ahora estuviese en el mismo punto que el primer día en el que llegó al instituto Germán Otálora, con todas las miradas en su cogote y un miedo de cojones. Pero al menos ahora tiene a Pelayo, a su familia y a mí, en la distancia. Y sabe que está haciendo las cosas bien, a pesar de todo, y esa sensación de saber que haces lo correcto tranquiliza de cojones.

Llaman al timbre y sé que se trata de Raisa antes de que ella aparezca.

—Estás espectacular —digo, sintiendo cada palabra.

Raisa lleva un vestido dorado por las rodillas que dibuja el contorno de su figura, el cabello negro liso y largo hasta los codos, la cara llena de brillo, como si fuera entera una figura griega. Sus pendientes de la nariz resaltan en contraste con sus labios rojos.

Mi amiga enrojece y yo bajo la cabeza.

—¿Y tú qué haces, que no estás cambiado? —me pregunta, señalando la camiseta roja y raída que llevo puesta y que siempre uso a modo de pijama.

—Pues que quería planchar una camisa y la he quemado, y ahora no sé qué ponerme —explico, con una media sonrisa—. Pero bueno, dame unos minutos y termino.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora