16. SALVA

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🎵 La La Love You- El Fin del Mundo (feat Axolotes Mexicanos) 🎵

Darío opuso mucha resistencia cuando le sugerí amablemente que tuviésemos una cita en el Parque Gulliver. Es uno de los parques para niños más conocidos de Valencia y que se caracteriza por tener una estatua gigantesca de este pobre señor tendido en el suelo e inmovilizado con cuerdas... representa, bueno, pues la llegada de Gulliver a Lilliput, un país de seres diminutos en el libro Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift. La idea es que los niños visitantes se sientan como liliputienses corriendo por el cuerpo del desgraciado ese.

Bueno, el caso es que Darío ha tenido que cambiar su opinión al respecto, pues cuando me lo encuentro en la entrada del parque a la hora acordada, el tío parece jodidamente ilusionado. Tiene las manos a la espalda y se balancea de una manera rítmica dedicándome una sonrisa de infarto nada más verme. Se ha vestido con un polo azul oscuro con un logo diminuto de la marca Armani grabado en la parte superior derecha y unos pantalones marrón claro que no sé de qué marca son, pero también le han debido costar un ojo de la cara. No ha puesto mucho esfuerzo en peinar esos rizado rubios que parecen indomables hoy. Miento, seguro que sí que se ha esforzado por alcanzar ese acabado "despeinado". Está tan guapo que tengo que contenerme para no plantarle un beso ahí mismo.

—Hola —le saludo con un corto abrazo que me embriaga con el olor a coco y limón.

—¿Qué tal? —pregunta.

—Bien, bien —respondo—. Hoy he hecho un examen que me ha salido fatal y me siento tontísimo y estoy un poco mosqueado por eso. Pero, bueno, ahora este plan me apetece incluso más. ¿Tú todo bien? ¿Tu madre y Ricardo bien?

Darío sigue sonriendo, se aparta un poco de mí y se rasca la nuca.

—Joder, siento lo de tu examen. Pero sí, están bien. De hecho, mi hermanastra tenía un campeonato de equitación en Sevilla y han aprovechado para irse los dos con ella —explica.

Una competición de equitación, evidentemente.

—¿Lo que me quieres decir es que tenemos tu casa para los dos solos? —tanteo, sonriendo de medio lado.

—Supongo que sí...

—Bien, meterte mano en un parque rodeado de críos es demasiado hasta para mí —digo.

A modo de respuesta, Darío se ruboriza hasta las cejas y después sonríe. Yo rompo el espacio entre nosotros, coloco las manos en su espalda y le empujo para que atraviese conmigo la entrada al parque. Pasa un minuto de las seis de la tarde. Los niños acaban de salir del colegio y padres, madres y niñeras, corren con ellos también en el recinto. El ambiente huele a eso: a inocencia, a diversión y a pomada para las rodillas raspadas de los peques.

Los vaqueros que lleva Darío le hacen un culo impresionante. Empieza a parecerme a mí también que este no es el mejor sitio para quedar. Todos estos niños que gritan y corren a nuestro alrededor son lo único que me impide que me aproxime a Darío y le haga todo lo que deseo hacerle.

Eso y la importancia del respeto y el consentimiento, claro.

Y un poco el miedo a acabar incomodándole y retroceder todo lo avanzado en los últimos días.

—Venga, vamos a la cabeza del pobre Gulliver antes de que ese grupo de niños llegue primero. Es la mejor parte de la atracción.

Hacemos eso. Trepamos por las costillas del tipo, atravesamos su cuello y llegamos a la cabeza desde la que se ve una panorámica del parque completo.

—¿Tu amiga Raisa y tú habéis salido juntos alguna vez? En plan novios, quiero decir —me pregunta Darío entonces, sentándose en la cabeza y en la cima del tobogán que representa la nariz de Gulliver.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora