—Lo he encontrado en el suelo, se te debe haber caído de la chaqueta, no te habrás dado cuenta de que lo habías guardado ahí —le explico.

—Yo qué sé —dice la chica —. Bueno, voy a entrar dentro de la discoteca que estoy cogiendo frío —comenta. Y Borja y Bosco deciden seguirla.

—Pero será estúpida —masculla Salva—. La tía no te pide ni perdón —comenta mirando a Pelayo.

—¿Estás bien? —le pregunto a Pelayo, que ya se ha incorporado por fin y trata de recolocarse las gafas sobre el puente en la nariz que no dejan de caerse, pues se le han debido romper.

—Sí, sí —murmura.

—Pues qué bien os lo pasáis los pijos en las inauguraciones de discotecas —masculla Jonathan.

—Cuando no venís a joder nos lo pasamos incluso mejor —comenta Adrián, que tiene el labio inflamado debido al golpe que ha debido recibir en algún momento del forcejeo —. Bueno, yo me voy a entrar dentro también. Y no sé de dónde habéis salido, pero no os dejarán entrar en la discoteca.

—Ni falta que nos hace —masculla Raisa.

Adrián desaparece y yo me acerco a Salva para ayudarle a levantarse, él también ha caído durante el forcejeo y sacudir el polvo de su abrigo.  Me permito incluso reír un poco, porque la situación tiene su punto de divertida. Contengo las ganas de darle un beso ahí mismo porque... mierda... porque Cayetano aún no se ha ido y tampoco ha dicho ni media palabra, pero me esta mirando con fijeza.

Se me ponen los pelos de punta y no aparto los ojos de él hasta que el pelirrojo no cruza la puerta de vuelta a la discoteca

Trato de tranquilizarme, de agarrar la mano de Salva, estrecharla y estar presente en el momento.

Acabamos sentados en un banco delante de la discoteca: Salva y sus amigos no han dejado de hablar con Pelayo que ahora está muerto de la risa por algún motivo que yo no he pillado. Salva, a mi lado, aún no me ha soltado la mano. Yo quiero estar presente ahí, de verdad, en las risas y en la ridiculez de este momento. Pero hay otra parte de mí que hace más ruido y que me recuerda el enfado que tengo encima... ¿por qué han tenido que venir aquí? ¿Por qué Salva ha decidido venir aquí sin preguntármelo?

No es que no lo agradezca. Me alegro muchísimo de que hayan venido y de que me hayan ayudado a solucionar la situación de Pelayo... porque lo reconozco, yo no estaba apañándomelas muy bien... y, joder, me he sentido el protagonista de una película al ver aparecer a Salva con los ojos brillantes y dispuesto a enfrentarse a quien hiciera falta para defender a mi amigo. Yo lo agradezco. Pero... no me quito a Cayetano de la cabeza. No me quito de la cabeza el modo en el que me ha mirado.

—¿Estás bien? —me pregunta Salva.

—Sí, sí —respondo rápidamente—. Voy a entrar en la discoteca y así recojo mi abrigo que me lo he dejado en la taquilla —hablo con la voz lo suficientemente alta para que me escuchen todos—. ¿Quieres algo, Pelayo?

—No —responde mi amigo, sonriendo.

—Vale, pues enseguida vuelvo.

No voy a por mi chaqueta. Claro que no. Entro en la discoteca buscando a los Cazadores y me alegra descubrir que los hermanos y Adrián no parecen especialmente cabreados conmigo. Con lo borrachos que van... pues normal.

—Ey, ¿habéis visto a Cayetano? —pregunto.

—Creo que está meando —responde Adrián.

—Vale tío —digo, dirigiéndome al cuarto de baño.

Entro sin pensármelo dos veces y ahí me encuentro a Cayetano, efectivamente, con el pene al descubierto y meando. Se gira un poco al oírme entrar y me hace un movimiento con la cabeza como señalando el urinario a su lado. Así que obedezco y me pongo a mear a su lado. Durante los segundos más incómodos de mi vida los dos meamos juntos y Cayetano no aparta la vista de mi polla.

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICOWhere stories live. Discover now