—Primero que nada. Usted, no es doctora, ¿o hizo un doctorado del que no se me informó? —demonios, siempre encontraba como cogerme—. segundo, no me importas tú, ni tus problemas.

Ni lo sospechaba, en serio. Por Dios, ya estoy harta de recibir golpe, tras golpe. —¿Qué tengo para hoy?

—Paciente cama cuatro. Tómale el tono anal. —No, esto es personal—. Posible síndrome de Cauda equina. Es todo tuyo.

Se fue, de nuevo, con una salida triunfal fantástica. Ojalá que nunca se enferme y toque atenderlo, porque se va a tragar sus palabras. Aunque conociéndome lo voy a hacer de igual forma. ¿Por qué a quién trato de engañar? Nunca podría jugar con la vida de una persona por muy gordo que me caiga, como él.

Y estaba en mi top de personas que menos caían.

Me encaminé hacia suministro y tomé mis implementos. Abrí el cubículo de la cama cuatro y había un chico como de veinticinco años de lado mientras miraba su teléfono. —Hola. —el chico no giró, tomé aire—. Hola, soy la residente Avery Taylor.

De forma automática giró su cabeza y me miró, una sonrisa comenzó a surcar sus labios. Genial, alguien amable el día de hoy.

Tomé la historia y leí por encima. —¿Tu nombre?

—Jonah Holder.

—Bueno, Jonah. Me toca acompañarte el día de hoy.

—No sabía que tendría una doctora tan linda. —vaya, esto no me estaba gustando—. puede hacer conmigo lo que quiera.

Me aguanté la carcajada, estaba segura de que iba a cambiar de parecer en un rato. —Estás aquí por debilidad en las piernas, ¿no es así? —eso era lo que decía la historia, pero con palabras técnicas como paresia, le digo eso y lo más probable es que piense que tiene una enfermedad terminal.

—Sí, sentía que no podía caminar de forma normal. Juego rugby y es incómodo.

Asentí guardando toda la información. —Bueno Jonah, hay que averiguar que está ocasionando eso. —abrí de nuevo la historia y noté que tenía una hernia en la columna, debía de ser eso lo que ocasionaba su malestar—. Cuéntame todo lo que te trajo acá. —no pensaba dejarme vencer como el día anterior, había aprendido de mi error.

Él comenzó a relatarme todo lo que sintió desde el momento que se levantó de la cama y se cayó, hasta el instante en que lo trajeron hasta el hospital. Me habló de medicamentos que había bebido para el dolor y como era su vida con el deporte. Yo iba anotando todo lo más rápido posible, esperaba no dejar nada a la suerte.

—Pero hoy en la mañana me caí como si nada. Y yo no soy torpe así, mi novia tuvo que traerme aquí literalmente arrastras.

—Bueno, ya estamos cerca de tu diagnóstico—. lo más seguro es que fuera la hernia que estuviera comprimiendo el canal medular, pero sabía que tendría que explicarle todo a Stone para que me diera el visto bueno.

—Eso espero, tengo partido el sábado. —lo veía complicado en su condición, pero no podía quitarle la ilusión al chico. Sería condenarlo al abandono desde ya.

Había llegado el momento de la verdad. —Bueno, Jonah, para descartar algo mayor, te tomaré el tono anal.

Listo, lo dije. Y sin titubear. Esto es una mejora a la Avery que vio semiología. Son tiempos oscuros.

Sus ojos parecían querer salirse de sus cuencas. Ay señor. —¿Cómo dijo? ¿Tono anal? —asentí poniéndome los guantes—. No, mi culito no. Mi culito se respeta.

Esto no iba pintando para nada bien. —Jonah, tengo que verificar que no tengas una lesión en la médula. Por favor, sé que es incómodo, pero será rápido.

Malas EnseñanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora