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Sana se quedó esperando toda la noche, cabizbaja. Pero Jihyo no había aparecido, ni siquiera logró escuchar sus pasos tras la puerta. La rubia no sabía qué pensar, quizás tuvo algún inconveniente y esa noche no llegó a trabajar. O quizás se quedó dormida, esos días se encontraba muy cansada y no dormía correctamente.

Suspiró tranquilamente y se recostó con cuidado sobre el frío y duro suelo. Dejó caer su cabeza y miró directamente a la puerta, quizás venga a despedirse antes que se vaya.

Minutos después, Sana se había quedado dormida. Fue el momento en que Jihyo aparecía tras la rendija, observándola. Bajó la mirada apenada, mirando aún el chocolate en sus manos. Se debatía si entrar o no, había tomado una decisión el día anterior y no puede simplemente romperla así de fácil.

Volvió a mirarla y notó que Sana daba pequeños temblores. Eso la entristeció más. Cómo odiaba que durmiera de esa manera tan inhumana, ahora mismo debe de tener mucho frío.

Sana sintió que algo tocaba su hombro, abrió los ojos somnolienta y Jihyo estaba frente a ella, acomodaba una manta sobre su cuerpo. Sana sonrió al verla y se levantó rápidamente como pudo.

—Sana, espera -trató de retroceder pero la rubia se había recostado sobre su cuerpo como la primera vez en que se atrevió a entrar. Esta vez Jihyo había estado sentada, aplastando sus piernas y eso la ayudó a que no cayera. Sana se encontraba escondida en su cuello, volviendo a sentirse tranquila con el calor de su cuerpo. Jihyo estaba algo nerviosa, pero esta vez ya no era por miedo, era un sentimiento diferente, que hizo dudar si colocar su mano sobre su espalda para acariciarla.

Aún dudosa, su mano se acercó entre pausas a su espalda, manteniéndose sólo allí, sin movimientos alguno. Jihyo dejó que todos esos temores se vayan por unos segundos y se atrevió a rodear el cuerpo de Sana entre sus brazos. Escondió de igual manera su rostro en el cuello de la rubia e hizo más confortable el abrazo.

Ambas se mantenían en esa posición, ninguna quería alejarse de la otra, a pesar de sus sentimientos confusos. Estar juntas les hacía sentirse bien, como si hubieran encontrado su lugar seguro en el mundo.

Sana giró levemente y besó su mejilla con cariño. Jihyo volvió a sentir sus labios sobre ella y giró a verla, quedando a sólo centímetros por su cercanía. Sus ojos no dejaban de verse y hubo pequeños momentos en que la mirada de Jihyo se escabullía a los labios de la japonesa. Observó como Sana se acercaba a ella tímidamente, y posó por segundos sus labios a los de ella. Jihyo no tuvo alguna reacción y eso a Sana la puso más nerviosa al estar ante la mirada de la castaña.

Pero para su sorpresa, Jihyo cortó la distancia y la atrajo a un cálido y tímido beso. La castaña se sentía asustada por lo que comenzaba a sentir, pero sólo se dejaba llevar. Su cuerpo tembló, sintiendo un escalofrío en el momento en que Sana le correspondió.

Ambas continuaron besándose, mientras a una distancia prudente de la puerta, en el pasillo. La chica que siempre molestaba a Jihyo, observaba boquiabierta la situación.

—Y la descarada lo negó -se cruzó de brazos, indignada- No, no -comenzó a marcharse- Amor prohibido murmuran en los pasillos -comenzó a cantar- Porque estamos en un centro de loquillos.

Jihyo fue la primera en cortar el beso, se veía realmente confundida, y desviando su mirada avergonzada por que había hecho, se levantó con cuidado de no empujar a Sana. Pasaba su mano por su cabello, mirando a un punto muerto por estar concentrada en sus pensamientos.

Sana parecía estar de la misma manera, ese beso había sido totalmente diferente a lo que ya se habían dado con anterioridad. Mordía su labio, nerviosa, no saber qué hacer en esos momentos.

—Yo... -Jihyo pronunció por lo bajo- debo irme ahora, mi turno ya acabó -no quería cruzar miradas con la rubia- Sobre esto... No quise hacerlo, lo lamento, sólo... -suspiró con frustración- Lo siento, debo irme ahora. -tomó la manta del suelo y se acercó a Sana, envolviendo su cuerpo correctamente para que no se cayera ante sus movimientos.

Ambas seguían nerviosas. Jihyo retrocedió y quedándose de pie unos segundos, se dirigió a la puerta y salió de la habitación. Aceleró sus pasos sólo porque sentía que debía huir de allí, como si eso quitara el hecho de que acababan de besarse.

—¿Pero qué hiciste? -se regañaba- ¡idiota!

—¡Babosa! -gritó la pelinegra por la rendija al verla pasar.

—¡Tú cállate! -la señaló, siguiendo su camino.

—¡Aquí sólo importa nuestro amor! ¡Te quiero! -comenzaba a bailar- ¡amor prohibido murmuran en el manicomio!

—¡Que te calles! -Jihyo regresaba a ella sólo para volver a advertirle.

—Amargada -murmuró.

Bloody love - Sahyo G!PWhere stories live. Discover now