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Jihyo no podía evitar no ponerse nerviosa ante la presencia de la rubia, aquel beso no salía de su cabeza y cada vez que la veía tenía que ocultar sus mejillas sonrojadas, justo como ahora.

—¿Qué estás viendo? —Sana se sentaba a su lado de lo más natural del mundo.

—Caricaturas. —mencionó alejándose sólo un poco de su lado.

—¿Y si vemos una película? —se acercó lo que la menor se había alejado.

—Pero yo estoy viendo caricaturas. —volvió a alejarse.

—Está bien, entonces veremos caricaturas. —volvió a acercarse.

—¿Veremos? —se alejó otro poco, ya estaba al extremo.

—Sí. —antes de que se acercara, Jihyo se levantó rápidamente con nerviosismo.

—Voy a dormir. —se encaminó al cuarto.

Sana sonrió ante su comportamiento.

—Está bien. —alzó la voz para que la escuchara— Yo estaré viendo la televisión un rato más.

Luego de unos minutos, y que la japonesa verificara que Jihyo estuviera durmiendo, bajó al sótano con tranquilidad, llevando una navaja entre sus manos.

Encendió la luz y caminó a un extremo del lugar, detrás de unas grandes cajas y observó con una sonrisa a un muy asustado rubio quien sollozaba en silencio al tener cubierta su boca.

—¿Esperaste mucho? —se puso a su lado sin quitar su escalofriante sonrisa.

Daniel tenía las dos manos maniatadas sobre su cabeza, atadas al techo del sótano y eso hacía que sus pies apenas tocaran el suelo.

—¿Sabes? No creas que me gusta hacer esto —jugaba con la navaja, el rubio sollozando con pánico— pero hiciste algo que no debiste. —el rostro de Sana volvió a la seriedad, tornando su mirada sombría y fría que hizo temblar al chico— Tocaste lo que es mío. —pronunció con rabia— ¡Tocaste a MI mujer! —el rubio suplicaba con la mirada y llorando cada vez más mientras negaba— Nadie la puede tocar, ella es mía, me pertenece —pronunciaba para sí misma— Ella es mía y ahora vas a entenderlo. —iba a cortar su cuello.

—¿Sana? —se escuchó desde el primer piso, Daniel se removió con desesperación, intentando gritar por ayuda— ¿Estás en el sótano?

—Shhh. —la japonesa advirtió poniendo la navaja en su mejilla, poniéndose alerta ante la voz cercana de la pelinegra— Si hablas, te mato ahora mismo. —el muchacho se mantuvo en silencio ante el temor.

—Sana —bajaba las escaleras del sótano.

—¿Me buscabas? —Jihyo pegó un susto al aparecer la rubia a sus espaldas.

—Yo.. —se tranquilizó— quisiera hablar contigo.

—¿Sobre qué?

—Sobre.. —se rascó la nuca sin poder verla a los ojos— sobre el beso.

—¿Quieres otro?

—¡Deja de ser tan directa! —reprochó— Vamos arriba. —pasó por su lado, para esperarla en el sillón.

Sana observó en dirección de las cajas, viendo la soga que colgaba del techo y que era lo único que se podía ver desde esa distancia, volvió a escuchar el llamado de Jihyo y se dirigió a ella.

—Te escucho. —se relajó en el sillón.

—Sé que te gusto, ya me lo habías dicho pero.. No creo que sea lo correcto de que te aproveches de la situación.

—¿A qué te refieres?

—Ya sabes, estoy aquí por un motivo y-.

—¿No te gustó el beso?

—No, no es eso, digo que.. —se golpeó la frente— me estás confundiendo, sé que fue un pequeño e insignificante beso pero...

—No fue insignificante. —reprochó Sana.

—Ok, no fue insignificante, pero te voy a pedir que no lo vuelvas a hacer, después de aquello era algo incómodo verte, y no quiero que sea así siem- —volvió a besarla— ¡Que dejes de hacerlo! —la rubia sólo sonreía y volvió a hacerlo— ¡Sana! —otra vez— ¡Si lo vuelves a hacer! ¡no respondo! —volvió a hacerlo.

—Eres muy graciosa.

—Estoy hablando en serio.

—No, no lo haces. Porque de ser así.. —se acercó más a ella— ya me hubieras detenido. —esta vez no fue solo unión de labios, Sana atrapó sus labios con los suyos, tan lentamente que fue casi una tortura para Jihyo.

—Deja de hacerlo. —pronunció la menor.

—¿No te gusta? —murmuró sobre sus labios con una sonrisa, Jihyo negó con los ojos cerrados al sentirse en otro mundo— ¿Segura? —la pelinegra asintió lentamente.

Sana no sabía qué era lo que tenía Jihyo, la dominaba por completo con solo su presencia, era como si no tuviera voluntad, y para ser sincera, le estaba gustando.

Sana se inclinó sobre la menor mientras seguía besándola, recostándola de a poco sobre el sillón y posar con cuidado su cuerpo sobre ella. Jihyo gimió cuando la rubia comenzó a besar y succionar su cuello, el calor comenzaba a invadir su cuerpo.

—Espera.. —murmuraba Jihyo.

Pero la japonesa no la escuchaba, estaba perdida en el deseo, sólo quería despojarla de su ropa y hacerla de una vez suya, para siempre.

—Sana.. —la rubia la cayó con un beso, llevando su mano lentamente por debajo de su polera y tocar su suave piel.

—Me gustas tanto, no sabes cómo te deseo, Jihyo.

Sus labios volvieron a su cuello, bajando de a poco a su clavícula, con la intención de llegar a sus senos, pero la dirección de su mano fue lo que hizo volver a la realidad a Jihyo, iba a tocarla, allí abajo.

—¡No! —empujó repentinamente a Sana, corriendo de inmediato a la habitación y encerrándose.

La japonesa suspiró frustrada, estaba tan cerca de hacerla suya.

...

En otro lugar, la peliazul leía información sobre lugares turísticos más escalofriantes, tenía que hacer una nota sobre aquello, cuando sobre su escritorio cayó una carpeta con muchos archivos.

—¿Qué es esto? —preguntó curiosa a su compañera que los había dejado.

—Nuestro jefe te acaba de asignar otro tema, sobre los lugares turísticos los haré yo.

—¿Por qué? ¿Qué tiene esto de malo? —aún no abría la carpeta.

—Es que.. las fotos me ponen nerviosa, y le pedí al jefe si podríamos cambiar, espero no te moleste.

—Está bien, ten. —le entregó los papeles que ella estaba leyendo— Es sobre el tema.

—Gracias, Jeong. —se fue a su escritorio.

Jeongyeon tomó los archivos en sus manos y leyó el título, era lo que tenía que investigar cómo buena periodista.

"Caso R. Park".

Bloody love - Sahyo G!PWhere stories live. Discover now