—Te entiendo. Pocas cosas me han salido bien en esta vida.

Él pensó que ella era la única buena cosa.

Y ella había pensado en su compromiso.

—Espero que le caigamos bien —dijo Emma.

—Si tú sonríes, nos salvarás, la distraerás de mí.

—Cole —frunció su ceño, mirándolo.

—Te casarás con alguien que fácilmente cae mal. Espero que puedas acostumbrarte a ello. Aún puedes añadirlo a la lista de contras.

—No sé de dónde sacas eso —se enojó.

—De la evidencia empírica —rio.

Siempre haciendo de su «defecto» una broma.

—Pues, se pueden ir al carajo. —Esas palabras le salieron como un escupitajo—. Malo para ellos que se pierden de tener a la persona más genial del mundo en sus vidas, bueno para Emmy quien así puede tener más de Cole —le besó la muñeca con fuerza.

—¿No me compartes? —bromeó, moviendo las manos de los dos.

—Te comparto con Esteli, y eso ya es mucho —rio a carcajadas.

—Esteli, Esteli...—canturreó, tratando de no perder la paciencia por el tráfico.

Cuando llegaron al café, los nervios de Emma se dispararon al límite. Con sus manos, se planchó la falda del vestido varias veces mientras esperaba que Colin rodeara la Benz hasta la acera donde estaba ella. Él decía de sí mismo que no caía fácilmente bien, ella no estaba segura de cómo ella caía. ¿De espalda? ¿De cabeza? ¿De pies como una gata? Se secó su sudorosa y pálida mano con la manga de su suéter antes de sujetar la mano de él.

Juntos entraron al café, que olía a chocolate caliente y galletas, buscando a una persona que no conocían. Colin le soltó la mano, como una cuerda que se rompió, al buscar con su mirada a Selene. Emma se quedó mirando un exhibidor de dulces, no, se quedó mirando a una niña rubia, de no más de siete, que se encontraba mirando el exhibidor como si fuera la octava maravilla del mundo.

—Amor. —Colin la llamó.

Emma cerró la puertita que conducía a su madriguera vacía, y lo miró, descubriendo que Colin tenía en la mira a quien aparentemente era Selene. Una mujer de piel trigueña, de al menos cincuenta años, en una pequeña mesa redonda para dos, estaba disfrutando de una bebida verde, era la única sin un celular al lado, era ella y su bebida. No hubo dudas de que se trataba de Selene, más allá de reconocerla por una foto que Eugene le había mandado a él la noche anterior, la mujer estaba vestida con una túnica púrpura y un palazzo blanco, tenía el cabello recogido con un moño enorme, bastante peculiar para un clima semiotoñal.

—Es ella —aseguró Colin.

—De acuerdo —tomó aire—. Vamos.

Colin volvió a sujetarla de la mano y caminaron cerca el uno del otro hasta la mujer.

—¿Selene? —preguntó él.

—¡Ooh! —Selene se levantó de su silla con la más brillante sonrisa. Emma pensó que, en realidad, no se parecía en nada a Eugene, no debían ser parientes sanguíneos—. Hola, hola.

—Hola. —Colin sonrió, y de veras—. Ella es mi novia Emma, mi prometida...

Emma sintió como si la hubiesen empujado al frente en medio de una clase. No supo cómo saludar a Selene, optó por pasarle una mano.

Las Cenizas De Emma© #3Kde žijí příběhy. Začni objevovat