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Betty estaba sentada en la sala de espera con Jughead, cuando un chico de ojos celestes se sentó a su lado.

-Te dije que no hacía falta que vengas.

-Y yo fingí escucharte -dijo acariciando su cabello- ¿cómo estás?

-Más o menos.

Él la abrazó y miró a Jughead.

-Vuelve a hacer que se sienta así y no vivirás para contarlo.

-No quiero ser grosero, pero no te metas.

-Jughead...

Riff la interrumpió.

-No te preocupes, la mayoría de los bulldogs nacen para ser idiotas.

-Oye -se quejó Betty-

-Al menos no me da miedo que la gente sepa quien me gusta.

-Jughead, eso es homofóbico.

-Es que le cuesta pensar una buena respuesta, recuerda que el cerebro de un perro funciona como el de un niño de dos años.

-¿Por qué no te vas a la mierda?

Betty se paró y se fue.

-¿Para qué viniste?

-Para asegurarme de que Betty está bien.

-Ya viste que está bien, vete.

-Se que en algún momento romerás su corazón, y cuando lo hagas, quiero que sepas que no tendré piedad contigo.

-Clásico de serpiente, recurre a violencia física cuando no puede usar el cerebro.

-Te diré algo que tu quizás no te das cuenta. Estuve aquí todo el tiempo para tu novia cuando ella me necesitó. Siempre lo estoy, y siempre estuve, eso no va a cambiar. Mientras tanto, ella lloraba por tu culpa, porque tu decidiste irte, y ella no merece eso, Betty merece algo mejor que eso, algo mejor que tú.

Jughead se paró frente a él con enojo.

-Vamos, admite que te gusta mi novia.

-¡Soy gay! ¡Creí que eso estaba claro!

-¿Puedes parar? -dijo Betty volviendo a pararse junto a ambos- Riff, vete.

-Pero, Betts-

-Vete, por favor.

Él suspiró y se fue del hospital.

-Lo siento, bebita -dijo acercándose, pero ella se separó antes de que pueda dar otro paso-

-Iré a ver al abuelo, no quiero hablar contigo.

-Mi amor, no-

-Basta, Jughead, te dije que me dejes sola.

Little BettsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora