—No tendrías tanta envidia si supieras que el Cayetano está pasando de él —murmura Raisa, cortándome la ilusión de un golpetazo.

—¿De verdad? —pregunta Isaac—. Pensaba que habríais seguido hablando.

—No, que va, no ha respondido a mis mensajes—suspiro, ahorrándome lo del número de teléfono falso—. Pero bueno, tengo un plan genial de reconquista.

—Eso es estupendo —contesta mi amigo, separándose de nosotros para entrar en su clase—. El cani y el Cayetano, sí señor, yo veo posibilidades... Y, oye —añade después, mirando un poco a su alrededor—, si alguien del insti te mira de más me avisas y yo vengo y le meto una hostia.

—No te preocupes —digo, despidiéndome de él.

Isaac ha hecho este comentario porque hace un año y pico, la gente del instituto sí que me miraba de más.

Yo acababa de descubrir que, a pesar mi largo historial de conquistas femeninas, los chicos también me gustaban. En una fiesta me enrollé con una persona a quien no consideraba un amigo, pero sí un colega, y que iba un par de cursos por encima del mío. Alguien debió vernos en esa fiesta y los rumores de nuestro lio se extendieron. Claro, como yo soy bocazas de nacimiento, no lo oculté.

Y el tío se cabreó conmigo, negó que nos hubiésemos liado y me acusó de mentiroso y de un montón de cosas más. Durante unas cuantas semanas esa situación fue una auténtica mierda y ahí sí que agradecí tener unos amigos tan intimidantes y protectores como Isaac, Jonathan y Raisa (Raisa es siempre la más intimidante).

Con el paso del tiempo la cosa se suavizó y ahora mi orientación sexual y mi manera de vivirla no parecen incomodar a nadie del instituto... o por lo menos nadie me lo dice a la cara, que ya con eso me vale.

En fin, que ahora es momento de que los tres nos dividamos, pues vamos a clases diferentes. Yo tengo clase de economía, Raisa tiene tecnología (ella está en la rama científica y va a estudiar arquitectura) e Isaac tiene refuerzo de Valenciano. Al final, los tres nos reuniremos en algún punto para ir a Historia de España. En las clases no tengo ningún amigo con quien intercambiar notitas o perder el tiempo, así que me veo forzado a prestar atención a los profesores y a actualizar mis apuntes. Pero, para qué engañarnos, no puedo dejar de divagar al pensar en Darío y preguntarme si habrá visto o no mi grafiti.

También recibo un par de preguntas de mis compañeros que quieren saber si la persona con la que me he liado es o no es del instituto. Yo siempre respondo con un encogimiento de hombros con el que ni confirmo ni desmiento porque, a pesar de todo, me gusta sembrar el caos.

***

No es hasta después de la comida, ya en casa, que no recibo un mensaje de alguien a quien guardo como "Darío" y que hace que me de un vuelco al corazón.

Mamá ha preparado garbanzos para comer y ella, mi hermano Juanjo y yo los hemos comido de cara a la televisión. Ahora la tele está apagada y yo acabo de servirme un café que me tomo recostado en la silla. Mi hermano hace lo mismo, sentado a mi lado aún llevando el pijama pues debe haberse despertado hace poco, mientras mamá está delante de la nevera cogiendo una onza de chocolate.

DARÍO: ¿¿¿Has sido tú???     

Pregunta únicamente. Yo tardo poco en responder, mordiéndome el labio.

SALVA: Hola a ti también, míster Cayetano. ¿Por qué me diste un número falso?

Me alegro al menos de haberte apuntado bien el mío.

DARÍO: En serio, ¿has sido tú el del grafiti de Amor?

SALVA: Sí, he sido yo. ¿Por qué me diste un número falso?

Perdona si te llamo Cayetano | A LA VENTA EN FÍSICOWhere stories live. Discover now