El favorito de Dios

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Mientras Eris cargaba una de las bolsas, Bruce llevaba el resto como si de un muy sexy esclavo se trataba. Había estado muy pendiente al celular durante la tarde, aunque al estar cerca de Eris procuraba darle toda su atención.

Eris pasaba frente a una tienda de interiores, el caballero con una ligera inclinación de cabeza (ya que tenía las manos ocupadas) le indicó sin palabras que la tarde de compras no había terminado.

La chica que había olvidado por completo que la razón por la que estaban en aquel lugar había sido para "comprar ropa interior" no tuvo más remedio que entrar al lugar (no habían muchas opciones), una señora se presentó como Elena y de inmediato se puso a sus órdenes mientras les ayudaba con las bolsas que traían.

-Y bien ¿no planea elegir mi ropa interior también? -Le molestó Eris al ver que Bruce no daba indicios de buscar opciones como en la tienda anterior.

-Por mí está bien ¿Qué talla eres?- le preguntó mientras clavaba sus ojos en los de ella con determinación. Eris enrojeció, no estaba en sus planes esa respuesta ¿y desde cuando le había empezado a dejar de hablar con propiedad? Habían varias ocasiones donde en vez de usted, le llama "tú". Se sentía extraño pero le agradaba.

-Es justo lo que pensé- sonrió él cruzando los brazos.

-Cuando cumpla 18 seré la heredera oficial de los bienes de mis padres, usaré el dinero para construirle un circo, señor Bruce Wedel- le comentó mientras se alejaba. Eris odiaba sentirse derrotada, pero ante un rival como el había aprendido a convivir con ella.

Bruce se limitó a sonreír. Eris le miraba algo incómoda de vez en cuando con la esperanza de que él no estuviese viendo lo que elegía. ¿Le parecería poco sexy? ¿Cuál era la idea, el punto? En un momento determinado el hombre se acercó y le pasó una tarjeta de crédito. Con la mirada extrañada la chica le preguntó:

-¿Y eso?

-Es obvio que ha estado evitando que yo vea lo que está comprando.

-Lo normal ¿no?- Eris no captaba el significado de la acción.

-Al momento de realizar el pago en caja yo veré la mercancía que ha elegido y su esfuerzo por evitar que vea su ropa interior habrá sido en vano- ahí estaba el punto.

Eris apreció el gesto y tomó la tarjeta. Tenía sentido.

-Aunque hay algo que no comprendo...-se susurró un tanto más cerca el joven Wedel.- No parece a usted avergonzada de mostrármela cuando la lleva puesta.

Era el límite, el color de su rostro se tornó rojo y se defendió en un tono de voz más alto del que habría deseado:

-No es a propósito, sólo no sé...- bajó el tono al ver que llamaba la atención- No sé llevar estas cosas - le mostró la falda.

-Entonces es muy buen momento para elegir uno de estos- y mientras se marchaba hacia la salida le colocó en el hombro un pantalón corto de color neutral que suelen llevarse bajo las faldas.

El resumen de toda aquella travesía del día se resumió en su cabeza a una sola frase: Bruce no quería que Eris use falda sin pantalón, ya que su rompa interior estaba expuesta a la vista de todo el que lo deseara si prestaba suficiente atención.

-Te maldigo, Bruce Wedel- le dijo con dramatismo mientras él le indicaba que esperaría en uno de los asientos. Había un hombre sentado a su lado esperando aparentemente a su novia, aclaró su garganta y le comentó en tono de complicidad.

-Cielos, y dicen que Dios no tiene favoritos.

***

Al entrar a la casa había poco de Bruce para ver bajo el montón de bolsas que ayudó a depositar en la habitación de su adorada; poco a poco había convertido aquel lugar en algo digno de ser llamado el dormitorio de una reina. Lo hizo de la forma más imperceptible y sutil, ya que no quería alarmar a su querida Eris, pues sabía que ella se resistiría a recibir regalos y tratamientos tan especiales e "innecesarios" como solía llamarlos.

Era muy común que ambos comieran fuera, aunque Bruce era un excelente cocinero, no siempre hacía la cena. Ese era uno de esos días de elegir un restaurante de los alrededores, por lo que al llegar a casa no tuvieron necesidad de preparar comida.

***

-¿Por qué hace todo esto por mí?- le cuestionó Eris esa noche mientras veía a Bruce entrar a su habitación con planes de irse a dormir. Tenía su mano en la puerta, los pies descalzos y el cabello un poco alborotado, pero aún con esa apariencia, Eris nunca perdía el toque angelical que le daba la belleza natural con la que había nacido. Con una sonrisa en los labios y el paso majestuoso que le caracterizaba se acercó a la tierna peliroja que esperaba una respuesta al otro lado del pasillo, sostuvo su mano con delicadeza y tras dejarle los labios impresos con la mayor de las ternuras le dijo:

-Porque cuando lo hago me siento tan feliz y afortunado hasta el punto de creerme el favorito de Dios.

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⏰ Son güncelleme: Jul 24, 2022 ⏰

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