Latidos olvidados

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Los ojos azules de Eris estaban llorosos y sus manos frías le temblaban

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Los ojos azules de Eris estaban llorosos y sus manos frías le temblaban. Tener las cálidas manos de Bruce entre las suyas le daban un contraste a sus emociones, tener a Bruce cerca le hacía sentir vulnerable.

-Yo... -su voz se hacía ronca y no deseaba llorar. Quitó sus manos de entre aquellas que habría adorado estrechar para siempre y abrió la puerta. Bruce la cerró con las rudeza de la que habría gustado, una anciana que pasaba por la calle vio rápidamente la escena y murmuró:

-Estos jóvenes.

Detrás de aquellas puertas Bruce había dejado su orgullo y había colocado a Eris entre su pecho calmado y tibio, la rodeó con sus brazos y le susurró:

-Tiene usted tres segundos para que me abrace.

-Usted quiere llevarme a un internado... - murmuró decepcionada.

-Y acabo de arrepentirme, les llamaré de inmediato para decirles que es la peor decisión que he tomado en mi vida si eso evitaría que derrame una lágrima... pero sólo lo haré si me abraza.

Eris le abrazó con todas sus fuerzas, le abrazó porque le amaba y sobre todo porque tenía miedo de perderlo, miedo a estar lejos del ser que le había amado aún siendo ella insoportable con todos, pero sobre todo miedo a perderse a sí misma porque había comprendido que lejos de aquellos brazos su vida ya no tendría sentido.

Bruce la tomó en sus brazos y la levantó con tanta facilidad, que habría parecido que Eris estaba hecha de algodón.

Se movió por el salón, Eris estaba roja y avergonzada sin entender qué estaba haciendo.

Sonrió al ver que Bruce la estaba arrullando:

-¿Qué carajos hace?

-¿No es obvio? Consolar a mi pequeña niña. - se rió.

Eris no tuvo más remedio que reir.

-Es usted un idiota a veces, Bruce Wedel.

-¿Quién será la causa?

Y allí estaba el rostro dulce que le solía ocultar, quizás por miedo o por orgullo, pero allí estaba. Con mucho menos se podía hacer a una chica la mujer más feliz del mundo.

Entre consuelos y desempacando pasó la mañana y llegó la tarde, Bruce y Eris colocaban todo en su lugar con agilidad. Juntos acomodaron la habitación para la nueva integrante de la casa, algo insípido al principio pero él se prometió ir a comprar cosas para ella en cuánto tuviese tiempo libre; se sentía extraño aquel sentimiento de pertenencia que le producía tener alguien en casa por quién velar, le gustaba cómo se sentía.

Las horas pasaban entre risas y una que otra broma, ambos estaban determinados a dejar la mayor parte de las cosas acomodadas para poder desayunar cereal en un tazón en vez de una taza, como debe ser.

Cuando todo quedó acomodado en su respectivo lugar, Bruce miró el reloj, eran casi las dos de la mañana.

-¿Hacemos chocolate caliente?- preguntó Eris de buena gana.

-¿No muere usted de cansancio?- le preguntó al ver sus ojos cargados de sueño.

-Vamos Wedel, no le hace mal a nadie un chocolate a las dos de la mañana luego de una jornada laboral como esta.

Bruce accedió sonriendo, era como tener una niña en casa. Eris se puso feliz, se sentó en el desayunador de la cocina y observaba cómo Bruce preparaba el chocolate. Sus ojos empezaban a cerrarse, sus párpados se hacían casa vez más pesados y casi se termina por dormir en la banqueta. Bruce la sostuvo con uno de sus fuertes brazos, ella se acomodó en su hombro:

-¿Ve cómo si estaba cansada?-le "regañó" dulcemente el joven maestro.

-Mentiras...- refunfuñó más dormida que despierta. Eris se acomodó en la espalda de Bruce mientras este terminaba el chocolate, para cuando estuvo listo y servido, estaba completamente dormida.

Bruce dejó de lado lo que estaba haciendo y con sus brazos sostuvo de la forma más cariñosa que podía permitirse el cuerpo dormido de Eris que aún yacía sobre su espalda. Se dirigió a las escaleras y subió despacio cada peldaño como si no quisiera que la escalera terminase, era como si disfrutara cada segundo que pasaba sosteniendo el peso de aquel cuerpo desamparado.

Al llegar al cuarto la colocó despacio y cuidadosamente en la cama para no despertarla, tomó la colcha y tras cubrir el delicado cuerpo de la joven caminó hacia la salida. Apagó las luces con cautela y se perdió tras la puerta no sin antes entregar una última mirada a la chica que había sacado nuevamente a relucir esos cálidos latidos que creía ya olvidados.

Señor Bruce [Version original]Where stories live. Discover now