Felicidad

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La lluvia cae, el sol sale, las flores florecen y Bruce Wedel es más ardiente que el sol del Sahara en pleno verano

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La lluvia cae, el sol sale, las flores florecen y Bruce Wedel es más ardiente que el sol del Sahara en pleno verano.

Es fin de semana y ambos personajes están tranquilos en casa luego de un silencioso desayuno donde Bruce estaba más pensativo que de costumbre. Había pasado ya una semana desde que ambos habían empezado la convivencia, Eris comenzaría la escuela en un colegio mixto dentro de una semana, mientras tanto se aburre en un sillón mientras observa de re ojo a su querido profesor que se encuentra leyendo plácidamente. Tiene un pantalón gris arrugado y una camisa blanca algo desabrochada. La chica da un giro en el sofá y acurruca su cabeza entre los cojines, su cabello está enredado, no sintió ganas de peinarse esa mañana. Bruce siente todo el movimiento y alza sus bellos ojos dejando de observar por un momento el libro que tan centrado le tiene y los fija en la joven que le mira como un gatito triste:

-Me aburro...-le dice.

Bruce mira por la ventana y observa cómo nuevamente los rayos del sol fueron ocultados tras las nubes grises y procede a llover con suavidad.

-Supongo que la vida hogareña no es lo suyo- le dice.

-Usted es muy buen tutor, Señor Bruce, y aparentemente yo no acostumbro a recibir el bien.

Estas palabras no le hicieron gracia al profesor, puso el libro en un lado y miró a la joven a los ojos y luego hacia el techo.

-¿Qué tan cruel ha sido el mundo con esta pobre criatura como para que se sienta no merecedora del bien?

Se levantó con elegancia y empezó a subir las escaleras, se perdió unos minutos y apareció trayendo consigo un peine y algunas ligas. Eris le miraba extrañada sin entender a dónde iban a llegar:

-Jugaremos a trenzarnos el pelo.- le dijo de buen humor.

Eris se mordió los labios para no reír.

-Ya quiero ver esto.

-Y lo verá, no existe cosa que yo haga mal- bromeó con arrogancia.

Las manos de Bruce se posaron en el pelo de la joven con una delicadeza bañada en una masculinidad indescriptible.

Lo que al principio parecía un momento divertido se fue transformado en toda una escena, pues en aquellas atractivas manos todo parecía ser erótico, y hasta las marañas a las que Eris en aquel momento le servían de cabello poco a poco se transformaron en arte.

Quizás no fue la cosa más fácil del mundo, Bruce nunca lo admitiría pero tuvo que poner empeño y esfuerzo, sus ojos brillaron de orgullo al colocar las ligas al final de la larga trenza cobriza.

Para aquel momento Eris tenía todas las mariposas no sólo en el estómago, también se habían esparcido a través de sus arterias y habían llegado al cerebro. Las cálidas manos de Bruce sostenían aún la trenza, sus miradas se toparon en un momento que pareció eternidad. Casi por impulso se habrían besado de no ser por el reloj que anunció las nueve.

Señor Bruce [Version original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora