Inicios

875 41 1
                                    

Todo el mundo hablaba de lo mismo, había llegado un nuevo profesor a la secundaria de Reublen

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Todo el mundo hablaba de lo mismo, había llegado un nuevo profesor a la secundaria de Reublen. Procedía de un país extranjero y eso le hacía importante, en especial porque en aquella secundaria nunca sucedía nada interesante según los adolescentes que allí estudiaban.

Todos esperaban ansiosos a que llegue el Lunes y bien es sabido que ese no es un comportamiento natural, pero sobra decir que querían conocer al extranjero de cabello rubio, ojos azules y piel dorada, quizás con acento británico y con la tarea de enseñar cuarenta y seis estudiantes.

El timbre sonó y cada estudiante ocupó su asiento, los más inteligentes preferían los delanteros, los distraídos cerca de las ventanas y los rebeldes y los tímidos se sentaban hasta atrás, esperando pasar desapercibidos.

La puerta se abrió y entró la temida directora. Si los indicios del fin del mundo han sido claros, nunca se tuvo uno más claro que aquella vez en que la directora estaba sonriendo. Tenía aspecto cordial y amable mientras presentaba al nuevo maestro:

-"Bruce Wedel, un capacitado maestro procedente de Los Ángeles. Sea usted bienvenido a su clase."

La puerta se abrió de golpe interrumpiendo el solemne momento.

La chica que entró tenía un rostro de ángel pero una expresión de pocos amigos.

-Señorita Amelia, ha llegado tarde a su primera clase del semestre... -miró su reloj y procedió- la cuál debería haber comenzado la semana pasada. Tome asiento antes de que cambie de opinión y la lleve a mi oficina.- la voz de amabilidad fingida había desaparecido, trató de recuperarla pero ya era demasiado tarde.

-Cuánto lo siento, señor Bruce... esa es Amelia Glenn y me temo que estará en su clase durante el semestre. Si me necesita no dude en llamarme, buena suerte- sus deseos de buena suerte al final de la expresión indicaban claramente que no sería exactamente una estudiante fácil de tratar.

Así es, Amelia era conocida como la peor estudiante de cada grado al que asistió de la secundaria de Reublen, y por no exagerar, podríamos decir que de todo el instituto.

Este año la directora Rita no permitiría que su título de dictadora se viese estropeado por los antecedentes que ya tenía la institución educativa con el antiguo director.

Volvamos a lo que nos interesa, justo a tiempo como para escuchar al nuevo profesor introducir la clase:

-Buen día, clase. Mi nombre es Bruce Wedel pero pueden llamarme señor Bruce- subrayó el nombre en la pizarra dejando en claro que vestir no era lo único que sabía hacer bien.

-¿Qué edad tiene señor Bruce?- allí estaba aquella pregunta, Belinda no perdió el tiempo y para ser honestos más de una alumna tenía la misma inquietud.

La voz del maestro era calmada y elegante, de alguna forma profunda y captaba la atención de casi todo el que le escuchaba hablar, quizás por su seguridad o tal vez sus gestos tan cautivadores.

El número veinticuatro jamás sonó más hermoso como en el momento que aquel nuevo profesor lo pronunció entre sus delicados labios, quizás entendía el interés de la alumna en su edad, el caso es que yo sí les puedo aclarar las razones:

Un joven robusto que llevaba una camisa blanca de mangas largas y a su vez recogidas hasta los codos, tal a propósito o tal vez por accidente, no habría forma de saberlo, pero uno de sus botones había quedado sin abrochar. Los pantalones negros eran los más afortunados de todo aquel lugar, pues nunca habían lucido tan bien en un ser humanos, una correa de color negro sostenían las caderas más perfectas que jamás hayan existido (lo siento, me calmaré pero en serio amo a este hombre)...

Su elegancia no podría ser descrita con palabras así como tampoco su cabello, el cual era negro y abundante, peinado hacia atrás aunque algunas ondulaciones caían en su frente seria.
Honestamente hablando, sólo bastaba ver su rostro para saber que Dios existe y que le bendijo con mucha sabiduría. Sus ojos eran negros, negros, profundos e indescifrables. Si esos ojos eran su puerta hacia el alma entonces tengo dos teorías: No tenía alma o simplemente la puerta estaba muy bien cerrada.

El color de su ropa contrastaba con su piel pálida, tan pálida que parecía que se haría transparente. Sus venas se marcaban en su brazo y manos, casi tanto que un científico habría podido usarle como ejemplo para impartir una clase sobre el sistema circulatorio. Un reloj adornaba aquella mano, bienaventurados los creadores de aquel reloj...

Una vez concluida la presentación del nuevo maestro, este de una manera muy curiosa hizo la petición de que los estudiantes se ordenaran en orden alfabético según sus nombres, y por si no es de esperarse, nuestro querido señor Bruce tiene una alta afección por el orden... y es allí donde comenzó el principio de todos los males.

Señor Bruce [Version original]Where stories live. Discover now