Castigo

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Eris se sentó en el asiento delantero del auto del profesor Bruce Wedel dejando en claro que estaba de pésimo humor

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Eris se sentó en el asiento delantero del auto del profesor Bruce Wedel dejando en claro que estaba de pésimo humor.

Los mayores deseos de aquella joven eran que un rayo misterioso de causalidad parta en dos aquel automóvil y termine de una vez con aquella tortura, incluso con ella dentro del coche. El señor Bruce pacientemente se acomodó su cinturón de seguridad y le sugirió hacer lo mismo a la joven.

-No, esas cosas son para idiotas con miedo a la muerte.

-Si no hace lo que le ordeno, no moveré este automóvil. Tengo toda la tarde para esperar a que cambie de opinión.- le dijo con su característica calma, cosa que Eris odiaba con todo su corazón.

-Bien, como guste- Eris cruzó los brazos sin intenciones de obedecer. Bruce colocó el seguro al coche, encendió la temperatura y la colocó a su agrado, luego tomó unos lentes de lectura y uno de los libros que guardaba en el asiento de atrás. Una vez concluido este proceso, se hundió en la lectura sin prestar la más minima atención en la rebeldía de la joven.

Pronto el estacionamiento quedó vacío, los segundos se hicieron minutos y luego estos se hicieron media hora.

-¿Sabe qué? Lo odio tanto que prefiero usar ese estúpido cinturón antes que seguir compartiendo este oxígeno con usted.

-Pero si sólo ha pasado media hora- le dijo con una sonrisa de victoria mientras miraba su reloj

-¿Va a arrancar o qué ?- le gruñó enfadada.

Una vez colocado el cinturón el maestro procedió a arrancar el coche, no tomó mucho tiempo para llegar a un vecindario bastante calmado, habían jardines muy bonitos y casas bastante amplias con enormes ventanales.

La casa donde se detuvieron no era tan grande como las otras pero si tenía un jardín admirable, un césped increíblemente verde decoraban todo el suelo del área. Eris no pudo evitar estar asombrada ante la bonita y tranquila vecindad, pero sobre todo aquel hermoso jardín.

Bruce bajó del coche y la invitó a pasar amablemente, recibió por respuesta un rotundo y bastante frío "No".

-Si cambia de opinión puede pasar cuando guste.

-No lo haré- le dijo cruzando los brazos.

-Como guste- Bruce siempre tenía la última palabra y Eris lo odiaba por ello. Odiaba también no lograr que se enoje o la regañe... era imposible sacarle de quicio.

El profesor se perdió unos minutos tras la bella puerta de madera, luego mas tarde salió con camisa recogida hasta los codos y algo desabrochada, también llevaba esponja y un balde con algunos productos de limpieza. Cruzó al jardín e instaló una manguera, la desenrolló y la llevó hasta el auto donde la joven seguía de pie.

Señor Bruce [Version original]Where stories live. Discover now