Día gris

307 26 3
                                    

Durante las vacaciones cortas de fin se semestre Eris se dedicó a leer un poco, pensar en el baile, en Bruce. Habían pasado tantas cosas que mantenían su cabeza dando vueltas, en más de una ocasión quiso buscarle hasta su casa ¿pero qué podría decirle?

Para algunos las vacaciones parecían eternas mientras que otros las encontraron muy cortas, en el caso de Eris sí se le hicieron eternas. Entre desvelos por el ruido causado por Victoria y Erick, su nuevo novio, lecturas de libros que ya no parecían interesantes, meditación, peinados locos, salidas solitarias al parque y hasta un intento fallido de buscar un empleo por fin las tres tres semanas de descanso comenzaban a llegar a su fin. Odiaba la escuela pero odiaba aún más ese lugar.

Había escuchado que Erick y su madrastra iban a casarse, estaban felices celebrando entre ruidos y alcohol. Bajó las escaleras en busca de algo para desayunar.

-Traemos algo a nosotros también- pidió Erick mientras veían televisión. Eris le ignoró por completo.

-Si vas a vivir en esta casa te sugiero que empieces a obedecer a Erick, ya es parte de esta familia.- la madrastra estaba feliz mientras anunciaba a ese extraño como parte de una familia inexistente... se necesitaba menos para poner a Eris de mal humor.

-¿Cuál familia?- y dicho esto con toda la mala gana que era capaz tomó su jugo y subió las escaleras rumbo a su refugio.

-Eres una maldita ingrata- le gritó tirando una botella tras ella. La botella se estrelló contra la pared y se rompió. Eris estuvo todo el día en la habitación apenas con el jugo que había tomado en la mañana. No quería salir y ver a ese extraño rondando el lugar.

Al día siguiente salió de su cuarto sabiendo que no habría nadie, Victoria debería estar en su trabajo. Bajó con cuidado al notar que los cristales rotos seguían esparcidos por el lugar. Fue a la cocina para buscar con qué recogerlos.

Ese hombre extraño estaba allí revisando el refrigerador, sacaba los preparativos para un sándwich.

-Buenos días- dijo con mucha amabilidad.

-Buenos días- respondió con algo de irritación la pelirroja. Había algo en ese hombre que le daba mala espina.

Eris leía cada movimiento que realizaba el extraño con el rabillo del ojo. Alguno que otro roce incómodamente innecesario hasta que por fin se fue. Un suspiro de alivio escapó del acelerado pecho de la joven y procedió a tomar los materiales necesarios para recoger los cristales rotos.

Así pasó una semana más, la escuela por fin había comenzado y se preparaba para ver a la persona que más quería. Le había extrañado durante toda las vacaciones pero no había encontrado una excusa para irle a ver. En una ocasión fue sin avisar pero nadie abrió la puerta, no estaba en casa... ahora le vería de nuevo.

Bajó la escalera con rapidez y al entrar a la cocina se topó con la escena asquerosa de su madrastra besando a Erick, se despidieron y como de costumbre Victoria se marchó al trabajo.

-Buenos días, lindura.

-¿No deberías conseguir un empleo?- respondió irritada la joven.

-Eres una niña muy bonita, pero también muy malcriada. Tras decirlo se le acercó más de lo necesario.

-Le sugiero que se aparte, me está robando el oxígeno - Eris clavó sus ojos azules con ira sobre los de él.

Lo siguiente que ocurrió fue una de las cosas más desagradables que ella había experimentado, él la apretó contra el lavaplatos y apretando sus muñecas empezó a susurrarle de manera agitada todas las cosas que planeaba hacerle para enseñarle modales. Fue asqueroso sentir cómo se endurecía entre las piernas de aquel repugnante sujeto un bulto que asomaba a la espalda de la joven. Eris con agilidad y desesperación golpeó con su codo el abdomen del abominable ser que había tratado de violarla, le tiró el café caliente que se estaba preparando y tras tomar su mochila corrió hacia la puerta donde escapó a toda velocidad por las calles. No había podido llorar, estaba nerviosa y asustada. Llegó hasta la escuela sin parar esperando encontrar a Bruce ¿qué debía hacer? ¿Qué debía decir? ¿Le creerían? Pasó todo tan rápido que apenas podía procesarlo.

Abrió la puerta de golpe, recibió una fría mirada por parte de la directora quien le regañó inmediatamente:

-Ha llegado tarde, señorita. A mi despacho.

Dio una rápida mirada a las caras tristes del lugar, algunas chicas lloraban.

-¿Qué ha pasado?- murmuró con notable curiosidad.

-¿Qué parte no entendió? ¡A mi oficina! Está castigada por llegar tarde- La joven dio una rápida mirada por el lugar, había a un maestro que no era Bruce en el escritorio. Se dio la vuelta y cerró tras de sí la puerta de su salón.

-¿Qué demonios está pasando?- se preguntó mientras caminaba por el pasillo. Se topó con el profesor Williams quien pasaba de buen humor con rumbo hacia la chancha de voleibol.

-Señor Williams- le detuvo Eris rápidamente.

-¿Tiene usted alguna idea de qué pasa en mi salón?

Eris estaba aún agitada, tenía un mal presentimiento. La interrogante directa de la joven y su agitación hicieron que el profesor le mirara algo extrañado.

-Nada del otro mundo, hoy ha llegado Bruce a poner su carta de renuncia ¿no es una pena?- un aire de satisfacción iluminaban el rostro de aquel desagradable sujeto. Nunca le cayó bien a Eris ni ella a el.

El mundo de Eris se derrumbó, sintió un pinchazo frío en el pecho.

-No entiendo por qué todos se ven tan afectados si no era más que un presumido que coqueteaba con todas las maestras de la secundaria. - Eris no pudo aguantar comentario. Enojada tiró todas las pelotas de Voleibol que llevaba el profesor y corrió por el pasillo a toda velocidad.

Williams siempre se mostraba amable com Bruce ¿y ahora hablaba de esa forma tan descarada?

Entre gritos ignorados del profesor pidiéndole que de detenga, Eris salió a toda prisa por la puerta con rumbo a la casa de Bruce.

Alguno que otro auto tuvo que frenar cuando Eris cruzaba las calles a toda prisa queriendo llorar pero demasiado frustrada como para hacerlo. Primero lo de Erick y ahora esto. Recordó todos los lindos momentos que había pasado con Bruce, las risas, los enojos ¡no quería perderlo! Él era la única persona en quien podría confiar...

Llegó sofocada hasta la puerta gritando aquel nombre que tantas veces odio pronunciar.

-¡Bruce! ¡Señor Bruce! ¡Abra!- la voz alterada, las ganas de llorar, su rostro enrojecido por ejercicio y las emociones, su pelo despeinado... era el símbolo y la imagen viva de un ser humano desesperado.

 era el símbolo y la imagen viva de un ser humano desesperado

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Señor Bruce [Version original]Where stories live. Discover now