La excusión

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La cara de Eris manifestaba su disgusto en su máxima expresión, las tonterías a su alrededor la tenían con deseos de hacer un atentado terrorista en su salón

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La cara de Eris manifestaba su disgusto en su máxima expresión, las tonterías a su alrededor la tenían con deseos de hacer un atentado terrorista en su salón.

Belinda y Lucían hablaban animadamente en el escritorio de al lado como si Eris no existiera:

-El señor Bruce es tan atractivo que apenas puedo concentrarme en la clase. Belinda suspiró mientras que Lucía añadía:

-No puede existir mujer en esta tierra capaz de resistir sus encantos, es tan atractivo y sexy- si pudiéramos definir a Lucía, definitivamente sería como "descontrol hormonal adolescente", es todo lo que tengo para decir al respecto. La chica había comido al parecer muchos pollos durante su niñez y ahora podían verse los resultados, en especial en su pecho.

-En serio no entiendo qué le ven. Es orgulloso e irritante y se cree que lo dabe todo... siempre quiere tener la razón ¿cómo es atractivo alguien tan... desagradable?- Eris no pudo contenerse más.

-Cuando dije que no podía existir mujer a la que no le caiga bien, supongo que estaba claro que me refería a chicas de verdad... nosotros no sabemos con exactitud lo que sea que seas, pero mujer no eres.

-Gracias por aclarar- Belinda estuvo de acuerdo con Lucía y juntaron sus dedos índice en señal de aprobación. Frank se unió a la conversación:

-No sé cómo pueden andar babeando por alguien que puede ser 10 años mayor que ustedes.

-No seas inmaduro, Frank, el señor Bruce luce muy joven, además no son diez años, sólo son 7.- defendió Lucía al dueño de sus deseos.

Eris hizo señal de que vomitaba y se colocó la capucha de su abrigo negro, mientras alejaba la silla del grupo que se había formado a su alrededor.

-Buenos días, clase.

Aquella voz, se necesitaría un libro completo para definirla.

-Buenos días- respondieron los alumnos.

-Eris, siéntese correctamente.- ordenó a la joven que tenía los pies en la mesa.

-¿Por queee?- se quejó mirando al techo como si deseara que no existieran los maestros, en especial si se llamaban Bruce Wedel.

-Porque su profesor lo ordena- la voz de mando del maestro fue obedecida de mala gana.

-Vaya que es usted muy convincente- le dijo con sarcasmo. Eris no estaba de humor para discutir así que se acomodó correctamente en el asiento, o al menos lo intentó.

-Buenas noticias, vamos a ir de excursión.- Anunció sin mucho rodeo causando un murmullo de felicidad.

El espíritu del profesor Bruce no era el más activo del instituto, ni el más expresivo, pero había algo en él que le hacía ser querido por sus alumnos a pesar de su rectitud. La obediencia que recibía era absoluta, con sus ligeras excepciones llamada Eris.

Bruce explicó en qué consistía la excursión educativa, conocerían ruinas históricas en la montaña y de paso también se divertirían. También fijaron fechas, condiciones, requisitos y reglas.

-La directora Rita aprobó la excursión, con la condición de que la dejemos acompañarnos.

Se oyeron quejas generales, la voz de Eris resaltó más de lo que habría deseado:

-¿Para qué va la directora Rata? ¿No le es suficiente con fastidiarnos la vida toda la semana?- todos estallaron en una carcajada

El timbre anunció el recreo, la clase pasó más rápido de lo deseado.

-Todos pueden salir... menos usted, señorita Eris.

-De no ser porque eso arruinaría mis notas, me portaría mal siempre para poder quedarme a solas com el profesor Bruce- decía Lucía mientras suspiraba de envidia al cruzar la puerta seguida de Belinda.

Los ojos negros de Bruce se posaron en los azules de la joven. Eris recordó esa mirada pero esta vez no estaba dispuesta a perder, la sostuvo sin saber las consecuencias que eso podría traerle.

-Joven Eris... sólo tengo una petición y es que no me cause problemas durante la excursión.

-¿Y quién le ha dicho que iré a su tonta excursión?

-Pues yo usaré el poder que tengo como maestro y le obligaré si quiere aprobar el exámenes cuyo 50% depende de la excursión.

Eris dejó escapar una queja.

-Ciertamente si la justicia existe, usted recibirá la ira de los dioses- murmuró.

Bruce intentó no reír.

-He oído que las excursiones pasadas terminaron en desastre, mi única petición es que no coloque ratas en la cabeza de nadie, ni atrape animales silvestres para domesticarlos en el autobús, desde las ardillas inofensivas hasta las serpientes...

La risa retenida de Bruce podía distinguirse ligeramente si se le observaba con fijeza. Aclaró su garganta y recuperó el rostro serio e inexpresivo que solía llevar en clase.

Eris tomó sus cosas:

-¿Si digo que me esforzaré por no ahogar a Belinda me dejará ir?

-No haga promesas que no puede cumplir...- le sonrió el maestro dejándole marchar.

Señor Bruce [Version original]Where stories live. Discover now