Delirios

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La excursión había terminado, como esto va súper aburrido vamos a saltar al día en que Bruce llegó a la clase con un fuerte dolor de cabeza. Entre las teorías de los principios de Química se podía ver que había un malestar en su rostro, casi imperceptible, pero para Eris cuyo trabajo era observar siempre cuál sería su siguiente movimiento le era fácil adivinar que su enemigo no estaba en óptimas condiciones de pelea.

Bruce no regañó a la joven durante todo el día, se sintió extraña, como si algo faltara. Al salir de la clase dio un último vistazo al maestro esperando algún tipo de advertencia pero el si quiera se percató de ella.

Al día siguiente Eris abrió la puerta esperando escuchar el típico "Llega tarde", pero no fue así. Un sustituto estaba impartiendo la clase del señor Bruce y le mandó a detención por la tardanza.

Eris curiosamente no había ido a detención en mucho más tiempo de lo usual, saludó a la secretaria y cumplió con el proceso acostumbrado. La vida sin Bruce volvía a ser como antes, sólo con ese extraño sentimiento de que algo faltaba.

Bruce había enfermado, es lo que escuchó decir, quizás los cambios climáticos de la montaña fueron mucho para él.

Dos días habían pasado, Bruce seguía ausente. Eris sabía dónde encontrarle y sabía también que Bruce estaba solo... el sentimiento de imaginarse a ella misma en aquella situación, sola, enferma y sin familiares alrededor comenzaron a crear una extraña necesidad de irle a ver... después de todo no le odiaba tanto como para no visitarle en su lecho de enfermedad.

La hora de salida pareció eterna, de paso empezó a llover. En aquellos días de primavera había estado lloviendo con mucha frecuencia, era de esperarse que Bruce se enfermara.

Mientras tanto nuestra querida pelirroja caminó hasta su casa solitaria donde nueva vez su madrastra no estaría presente por sabrá Dios cuántos días. Eris tenía muchas libertades, salía a caminar y regresaba a su antojo... aunque hoy sólo tomó asiento pensativa.

Había pasado una hora, Eris se había dormido y solado cosas extrañas acerca de Bruce pidiendo ayuda. Despertó alarmada. Algo faltaba, algo le llamaba. Sin pensarlo mucho más, tomó una mochila y algunos medicamentos del botiquín, también una sopa instantánea y alguna que otra toalla para la fiebre.

Al abrir la puerta se topó con su "madrastra", la cual poco interesada en la vida de la joven le dio una mirada despectiva y procedió a seguir caminando. Se tambaleaba como si estaba ebria, Eris no le dio mucha importancia.

Caminó con prisa, casi corriendo. Su corazón latía fuerte, sus manos sudaban aunque había frío ¿qué se supone que diría?

-Señor, Bruce... quería saber que ...No... yo...-practicaba mentalmente mientras golpeaba su frente al sentirse estúpida. Al llegar a la puerta el valor se le había escapado de entre los dedos, primero pensó en huir, luego pensó en dejar las cosas en la puerta, tocar y luego huir.

Tocó la puerta sin pensarlo más y sin darse cuenta ya estaba ocultándose entre los arbustos del jardín.

-¿Qué rayos hago?-se murmuró. Al ver que nadie salió, regresó para darse cuenta que la puerta no estaba cerrada debidamente. Con su mano empujó suavemente la puerta y volvió a tocar.

La casa estaba vacía, miró hacia ambos lados para notar que si desde fuera ya era una maravilla, desde dentro la casa parecía sacado de un libro. Bruce tenía unas bellas cortinas blancas cubriendo el ventanal que daba al jardín, una alfombra estaba esparcida todo el salón, mientras que una inmensa biblioteca cubría la mayor parte de la pared de la sala.

Había una chimenea ¿sería decorativa? Parecía muy real... era la primera vez que Eris veía una chimenea, ya que no era necesaria en aquel clima donde nunca nevaba. Curiosamente no había un televisor o una radio y aunque las decoraciones se notaban nuevas, parecían antiguas. A la izquierda estaba la cocina, esta sí se le notaba moderna: había un comedor de color negro y mesa de cristal en el área que funcionaba como "área de comedor", curiosamente tenía únicamente dos sillas, dando una sensación de soledad inmensa, más adelante estaba el área para cocinar dividido por un largo desayunador donde dos sillas altas sin espaldar servían de asiento en caso de que alguien en vez de comer en la mesa, decidiera hacerlo en esa área. Había un frutero fresco, eran frutas reales... plantas reales también decoraban alguno que otro rincón, algunas florecidas. La cocina estaba en perfecto orden, apenas una taza de té humeante dejada a medias se encontraba fuera de lugar. La escalera estaba en medio de ambas secciones, tocó la madera fría y despacio subió. Tenía un mal presentimiento, se sentía como si iba a encontrarse con algo muy malo de manera repentina. Llegó hasta un pasillo donde con mucho esfuerzo abrió una puerta:

Señor Bruce [Version original]Where stories live. Discover now