86, invitation to the slughorn party

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—Harry, no empieces otra vez, te lo ruego.

—Contéstame. ¿Por qué?

—Mira —dijo Hermione tras suspirar—, los sensores de ocultamiento detectan embrujos, maldiciones y encantamientos de camuflaje, ¿no es así? Se utilizan para encontrar magia oscura y objetos tenebrosos. Así pues, una poderosa maldición como la de ese collar la habría descubierto en cuestión de segundos. Sin embargo, no registran una cosa que alguien haya metido en otra botella. Además, los filtros de amor no son tenebrosos ni peligrosos…

—Yo no estaría tan segura —masculló Aries pensando en Romilda Vane.

—… de modo que Filch tendría que haberse dado cuenta de que no era una poción para la tos, y ya sabemos que no es muy buen mago; dudo mucho que pueda distinguir una poción de…

Hermione no terminó la frase; Aries también lo había oído: alguien había pasado cerca de ellos entre las oscuras estanterías. Esperaron y, segundos después, el rostro de buitre de la señora Pince apareció por una esquina; la lámpara que llevaba le iluminaba las hundidas mejillas, la apergaminada piel y la larga y ganchuda nariz, lo cual no la favorecía precisamente.

—Ya es hora de cerrar —anunció—. Devuelvan todo lo que hayan utilizado al estante correspon… Pero ¿qué le has hecho a ese libro, depravado?

—¡No es de la biblioteca! ¡Es mío! —se defendió Harry, y cogió su volumen de Elaboración de pociones avanzadas en el preciso instante en que la bibliotecaria lo aferraba con unas manos que parecían garras.

—¡Lo has estropeado! ¡Lo has profanado! ¡Lo has contaminado!

—¡Sólo es un libro con anotaciones! —replicó Harry, tirando del ejemplar hasta arrancárselo de las manos.

A la señora Pince parecía que iba a darle un ataque; Hermione, que había recogido sus cosas a toda prisa, agarró a Harry por el brazo y se lo llevó a la fuerza. Aries los siguió, riendo en voz baja.

—Si no vas con cuidado te prohibirá la entrada a la biblioteca. ¿Por qué has tenido que traer ese estúpido libro? —dijo Hermione.

—Yo no tengo la culpa de que esté loca de remate, Hermione. O tal vez se haya puesto así porque te oyó hablar mal de Filch. Siempre he pensado que hay algo entre
esos dos…

—¿Te imaginas? —Aries sonrió con diversión—. ¿Cómo será besar a Filch?

—Me has creado una horrible imagen de Filch dándote un beso —comentó Hermione, haciendo una mueca.

—¡Asco! —replicó Aries—. A veces odio tu imaginación ilimitada, Hermione. Yo prefiero a los de ojos claros.

Contentos de poder volver a hablar con normalidad, los tres amigos regresaron a la sala común recorriendo los desiertos pasillos, iluminados con lámparas, mientras deliberaban si Filch y la señora Pince tenían o no una aventura amorosa.

—«Baratija.» —Harry pronunció la nueva y divertida contraseña ante la Señora Gorda.

—Como tú —le respondió la Señora Gorda con una picara sonrisa, y se apartó para dejarlos pasar.

—¡Hola, Harry! —lo saludó Romilda Vane apenas el muchacho entró por el hueco en la sala común—. ¿Te apetece una tacita de alelí?

Hermione le lanzó una mirada de «¿acaso no te lo advertí?».

—No, gracias —contestó Harry—. No me gusta mucho.

—Bueno, pues toma esto —replicó Romilda, y le puso una caja en las manos—. Son calderos de chocolate, rellenos de whisky de fuego. Me los envió mi abuela, pero a mí no me gustan.

SOULMATES ━Harry J. PotterWhere stories live. Discover now