Iguro restregó sus ojos con cansancio mientras un serio rubio, de pie frente a él y con los brazos cruzados a la altura del pecho le obstruía el paso a su consulta.
Suspiró con desgano antes de preguntar.
"¿Qué?."
Rengoku no contestó, sólo lo quedó mirando por largo rato, empezando a incomodar al pelinegro.
Obanai miró a ambos lados antes de volver su vista al rubio, no le gustaba su mirada, sobretodo si ésta estaba fija en él, en su rostro.
Le recuerda... A esos días...
Aquellos, donde todos le veían con asco...
Negó desechando aquellos pensamientos, su padre y Kamado tenían razón, debía dejar de darle importancia a lo que otros dijeran, y enfocarse en si mismo. Además, su operación había sido exitosa y no había rastro alguno de aquello que tanto le avergonzaba y que le costó una infancia llena de burlas y feas miradas.
Inconcientemente tocó por sobre su cubrebocas la parte superior de su labio, recordando cuán incómodo era para él quitarse el cubrebocas para poder comer y recibir aquellas miradas de sus compañeros, aquellos que no entendían su condición y lo juzgaban por su aspecto.
Obanai quiso pasar por un costado del rubio, pero éste le bloqueó el paso, otra vez.
"Realmente..." exhaló el pelinegro antes de mirar a su amigo." ¿Ahora qué te pasa?
"Ayer te vi muy feliz con Kamado." siseó Rengoku, casi apretando la mandíbula.
"Algo.. ¿Qué con eso?." sabía a donde iba todo esto.
Rengoku entrecerró los ojos.
"Fuero a comer juntos." el rubio se giró haciendo un ademán con su mano para que el otro lo siguiera.
Obanai rodó los ojos y se permitió sonreír, siendo cubierta su sonrisa por el cubrebocas. Miró hacia una esquina, el pequeño foco rojo de la cámara de seguridad parpadeó dos veces.
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"¿Por qué no dejas al pobre en paz?." Yoriichi miró a su esposo quien veía ensimismado la pantalla de su computadora.
