— Sophia — agarró mi mano para detenerme desde su asiento. Lo miré con aflicción sin decir una sola palabra —. Escúchame, no me juzgues sin oír la verdad.

Volví a sentarme a una distancia prudente para poder observar cada gesto o movimiento que hiciera, y detectar cualquier indicio de mentira.

— El día de la muerte de Nan Doo, Jae me mostró unas fotografías que nunca había visto hasta ese día — fruncí el entrecejo. — Una de esas fotos, era esta — me enseñó la foto que le había dado. Aparté la vista.

— ¿Qué tenía que ver su tío y primo aquí? — él suspiró con pesadez.

Aparentemente, no era un tema de su agrado, le costaba mucho hablar directamente sobre ello.

— Hace años, cuando aún estaba estudiando en Londres, vine de visita por unos días. Una noche fui a divertirme y me drogaron — mis alertas se encendieron en nanosegundos. Theo nunca me lo había contado —. Massiel se aprovechó de mi estado vulnerable y logró tener relaciones conmigo. Hasta ahora no sé quién tomó las fotos, si ella o Jae.

No supe qué decir, mis pensamientos estaban revueltos y confusos. Me mortificaba y enfurecía saber lo que le hizo esa mujer. Puesto que, nadie tiene el mínimo derecho de tocarte sin tu consentimiento, así seas hombre o mujer.

— Debiste denunciarla, Theo — expresé con sinceridad.

— Lo descubrí el mismo día en que ella quedó paralítica — contó mirando hacia el suelo —. No he vuelto a saber nada de ella.

— Entonces, ¿cómo llegaron esas fotos a mis manos? Porque claro está, que tú nunca me contaste sobre esas fotos y menos de lo que pasó entre ella y tú. Pensé que confiabas en mí, Theo — volví a levantarme.

— La consideraba mi hermana, Sophia. No fue fácil asimilarlo, incluso hasta ahora me cuesta entenderlo. Y de como llegaron a tu manos esas fotos, no tengo la mínima idea. Empero no te miento, nunca falté a nuestros votos. Y si dudas de esas fotos, puedes ir a la policía de Seúl que quedaron como evidencia del caso, o preguntarle a Seok, como gustes.

— Quizás tengas razón — dije observando a través de la ventana —. Tú no debiste subirte a ese jet y yo no debí escapar del palacio.

— ¿Qué? — preguntó, desconcertado — ¿Te estás arrepintiendo de todo lo que vivimos?

— Tú lo dijiste ese día, ¿no lo recuerdas? Preferías haber muerto a pasar por todo esto, ¿ahora no lo recuerdas? — con cada palabra mi voz se rompía aún más — No fui la primera que se arrepintió, fuiste tú.

— No me digas eso, por favor, Sophia — sollozó.

— Te libero de mí, Theo — dije con los ojos cristalizados y mejillas encharcadas.

Tomé mi celular y comencé a caminar hacia la salida con el corazón hecho trizas de nuevo y con ese vacío agobiante que amenazaba con acabar conmigo. Estaba dejando aquí el gran amor de toda mi vida y los recuerdos más felices y dolorosos junto a él. Éramos muy jóvenes al principio, supongo que ahora somos adultos y debemos aprender a soltarnos y seguir adelante.

— No luchar por lo que amas, solo tiene un nombre. Se llama perder, Sophia — sus brazos me envolvieron por la espalda. Me quedé quieta, regularizando mi respiración para poder refutar, pero —. Y yo no estoy dispuesto a dejarte ir, Sophia. La vida me dio una segunda oportunidad, y no pienso desaprovecharla.

Cerré los ojos con pesar, necesitaba reunir fuerzas para negar todo el amor que sentía por él. Carecía de fuerzas para mentirle y decirle que no lo amaba, que no me moría por volver a estar entre sus brazos, sentir su amor, sus caricias y besos.

AMAR ENTRE REINOS [02]Where stories live. Discover now