22: Dotada de amor

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—¿Al menos me dejas pasar? —Emma rio, entrando al departamento.

—Lo siento —se hizo a un lado—. Te ves hermosa. Siempre te ves hermosa, pero me gusta... —No sabía qué decir. En su mente estaban haciendo cositas ricas— tu ropa. Me gusta cómo te queda tu falda, y tu top. Todo lo que te pones te queda bien —cerró la puerta, cargando su bendito cuadro, al menos le sirvió para taparse el rabo.

—Gracias —sonrió, y sacó el martillo de su bolso.

Sí. Colin necesitaba un golpe en el cráneo para reiniciarse.

—Saldré con mis chicas, pero antes te traje tu nueva pintura para que la colguemos juntos.

—Genial.

Emma sonrió más, moviéndose hacia la recámara. Colin la siguió con el cuadro tapándole abajo. Con suerte ella no se daría cuenta de que verla tan radiante le despertaba hasta el alma. El alma y algo más. Entraron al cuarto donde la cama estaba perfectamente arreglada.

—¿Y adónde van? —activó la charla tratando de distraerla, aunque realmente le interesaba ese dato.

—A un bar. Voy con Ali y Carla. No convencimos a Gennie —sacó una bolsita con clavos de su bolso, y él se preguntó si no traía tornillos porque los necesitaba, recién se le había caído unos cuantos—. Traje martillo y clavos porque estoy segura de que no los tienes.

—No los tengo —afirmó.

—Bueno. Ya clávalo —apuntó la pared color crema que estaba vacía sobre la cama.

—A la orden, señorita —se subió de pie sobre el colchón, y ya de espaldas no tuvo que preocuparse por su erección. Dejó el cuadro contra la cabecera, y tomó el martillo y un clavo grueso que Emma le pasó, luego, ella se paró cerca de los pies de la cama para mirar la dirección—. ¿Ahí te parece bien? ¿Está en el medio?

—Un poco más a la derecha —juntó sus manos.

—¿Ahí? —movió.

—¡Sí! Ahí mismo. —Y se acercó de nuevo a él desde un costado, observando cómo clavaba la pared, luego miró orgullosa su maravillosa pintura cósmica en la que firmaba con su nombre y apellido, y el año—. Tenías razón en que a tu pared le faltaba algo. Deberíamos comprar tiras de luces o un proyector de estrellas.

Colin soltó el martillo sobre el colchón, y dijo:

—¿Te gustaría un proyector de estrellas? —levantó el cuadro. Nunca lo había considerado. Le sorprendía que a ella no le trajera malos recuerdos porque en la pesadilla del verano anterior habían usado mucho el proyector de galaxias cuando dormía en el ático de ella. Él había dejado ese proyector en su recámara de Nueva York, bueno, antigua recámara, porque no volvería a pisar el ático de sus padres ni por si acaso. Oh. De pronto sus bombillas se quemaron y comenzó a sentirse mucho menos excitado.

—Sería lindo —pensó. Recordaba el proyector de galaxias, y... Sí, lo recordaba... todo. Entreabrió su boca, metiéndose aire. No, no, no. Estaban juntos, y lejos de la ciudad de los demonios, estaban en otros tiempos. Era feliz, tenía las mejores amigas del mundo, tenía una gata hermosa, y Colin le hacía un muy buen oral—. O podríamos comprar una lámpara de lava.

—Me gusta —sonrió, volteando a verla.

Emma le sonrió también, y sus ansiedades disminuyeron.

Enfocarse en el presente, imaginando un futuro feliz, les hacía mucho bien.

—Mira. —Colin colgó el cuadro y dio unos pasos atrás para verlo.

—Está derecho —le confirmó.

Las Cenizas De Emma© #3Where stories live. Discover now