Huida

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Antes de que pudiera gritar, una flecha incendió la cocina.
Los cristales saltaron y nos cortaron con crueldad.
- Aylin!!! - gritó mi hermano. Me empujaron violentamente hacia el suelo, lo golpeé con fuerza y me quedé quieta en él, sin saber qué hacer, presa del miedo.
De nuevo otra flecha cruzó la cocina.
Alguien me agarró del brazo. Me giré, ojalá no lo hubiera hecho, vi a mi tío segundo, que yacía muerto en el suelo.
Esta vez el grito salió con facilidad.
Mi padre me llevaba a rastras hacia el establo mientras mi cuerpo se mantenía paralizado.
- ¿Padre, qué pasa?
- Aylin coge la espada. Y vete.- dijo con frialdad mientras sacaba a mi caballo y me daba la espada. ¿La espada?¿Qué iba a hacer yo con eso? No había tocado una en mi vida, mi arte siempre fue el arco y las flechas.

-¿Cómo que me vaya? ¿ A dónde padre? ¿Y vosotros?

Él extendió los brazos y los reposó en mis hombros con extrema calma.

- Hija mía, ha llegado el día y tú debes partir, no debes quedarte aquí.

¿Qué día era ese del que me hablaba? No entendía nada. ¿Qué pasaba?

Miré a mi alrededor, confusa. Caballeros armados entraban y salían, espada contra espada, sangre contra sangre.
- ¡Alec! Qué pasa?
Los ojos negros de mi hermano me miraron furiosos. Antes de que respondiera un hombre se abalanzó sobre él.
Intenté correr hacia él, mi padre no me dejó.
- Los franceses-dijo con cierto esfuerzo.
Le miré de soslayo.
-¿Qué?
Mi hermano se quitó al hombre de encima bruscamente.
No podía concentrarme, el caos reinaba en la cuidad amurallada, en mi casa, en mi tierra.

Estábamos encerrados. La confusión se apoderó de mi, impidiendome reaccionar.

- Súbete a ese caballo ahora me oyes?- ordenó mi padre. Asentí. Se inclinó sobre mí y besó mi frente. - Corre.

Mi caballo se encabritó y corrió, yo salí a cogerlo. Mi padre y hermanos estaban enzarzados en una lucha desigual y salvaje con los soldados franceses.

Tras conseguir calmar a Atlas, cogí mi espada e intenté defenderme sin mucho éxito.
- Ayla! -gritó una voz familiar.
Un caballero se interpuso en mi camino, luchó por mi. Su espalda me era familiar. Dan.
De una patada lo tiró. Estaba manchada de sangre. Aprovechando ese segundo, Dan me agarró y me subió al caballo.
- Dan. - mustié- ¡Para! ¿Qué haces?
Sus ojos grises me miraron sonrientes. Su rostro estaba manchado de sangre.
-Vete, por favor.
Le miré largamente, tal vez esperando que me dijera lo que pensaba. Él me miró amargamente.
Su brazo se enrolló en mi cintura y me hizo inclinarme. Me besó, fue corto pero intenso . Al erguirme de nuevo, él solo sonrió falsamente y dijo  un lastimoso "lo siento" .

Entonces supe con certeza que aquella sería la última vez que lo vería.

Antes de que respondiera, le pegó a mi caballo y éste salió corriendo. Miré hacia atrás, pero él ya no me miraba, se había enzarzado en una lucha encarnizada.

Atlas, mi caballo , galopaba sin rumbo, aquello era el caos. Intentaron derribarnos varias veces, pero no lo consiguieron, Atlas era un buen caballo.
No podía pensar con claridad .No sabía qué hacer, a dónde ir . La sangre, manchaba mi rostro y aquello me incomodaba sobre manera, me hacía sentir sucia.

Si una cuidad está amurallada y la puerta principal está, se sale por ahí, eso es lo que Atlas pensaba. Pues ese era el único camino que él conocía.

Desde la distancia atisbé la puerta, o lo que quedaba de ella. Estaba en llamas, como la mitad de las casas que la rodeaban. Pronto sería un infierno, la gente moriría abrasada por el fuego y el calor.
Soldados enemigos guardaban la puerta mientras algunos luchaban aún contra los nuestros. Los cadáveres  de soldados y campesinos marcaban el camino que los franceses habían seguido.

Highlands ( #PGP2020)Where stories live. Discover now