3.♧

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El olor de las rosas me lleva a ese sitio pacífico dentro de mi mente, ese sitio en el que guardo los recuerdos de los días cargados de olas que pegaban contra las plantas de mis pequeños pies, donde el sol nos iluminaba completamente y no existía un solo espacio de sombras. Los días buenos en los que mi única preocupación era no ahogarme con el mar y hacer castillos de arena que duraran lo suficiente.

Suelto el humo del cigarrillo hacia el cielo y el frío aire se lo lleva deprisa. El rojo de la rosa que se encuentra a unos pasos de mí es tan hipnotizante que me hace olvidar que es una flor por unos instantes y me hace creer que es una mancha de sangre.

-Aún con todo ese humo...-dice nana desde la entrada al jardín. Desde que volví del trabajo me ha estado vigilando atentamente.-el aroma de las rosas permanece intacto...-me levanto de la banca y giro para mirarla. Meto el cigarrillo en mi boca y me acerco lentamente hacia ella.
-El olor de la vida y la muerte juntas en un solo sitio...-he meditado sobre esto tanto tiempo que creí que me sería fácil decirlo, pero mi boca parece tragarse el impulso que creí tener.-esa última tiene una cuerda alrededor de mi cuello...-su expresión severa y llena de rabia me resulta divertida. Alzo las manos con aire de rendición y entro a la casa, no sin antes plantar un ligero beso en su mejilla.

Quiero suponer que su preocupación por mi estado se debe a que me ve como un hijo y no porque sienta la necesidad de protegerme solo por su antigua amistad con mi madre. Me pregunto si le habrá contado mi estado actual.

Me detengo de golpe en media estancia y giro hacia ella para mirarla fijamente a los ojos. Sus ojos son como los de una madre preocupada, pero puede que tenga una mentalidad distinta a lo que me muestran sus ojos.

-Me miras con duda, ¿a qué se debe?...-pregunta con curiosidad y duda.
-No le has dicho nada, ¿cierto?...-temo que responda a esta pregunta porque casi creo saber la respuesta. Al ver que no responde, la respuesta a mi pregunta me cae como agua helada.-por Dios...-digo antes de girar para continuar mi camino hacia las escaleras. Sabía que lo haría.
-¿Que esperabas que hiciera? Es tu...-alzo una mano para que evite decir esa detestable palabra. Ella no merece ese título así como yo tampoco merezco el de "ser humano".-preguntó por tu estado actual y no pude ignorarla...-me detengo se golpe nuevamente, pero esta vez no giro. Me enferma saber esa clase de cosas.
-¿Y desde cuando le importa mi estado actual?...-giro mi rostro ligeramente para mirar desde aquí las rojas rosas que he dejado atrás.
-Ella es tu madre, amo y yo no puedo impedirle que busque información sobre ti...-suelto el pesado aire que tengo dentro, al tiempo que el cigarrillo cae de mis dedos después de haber quemado ligeramente mi piel.

¿Cómo podría yo negarle a un pobre ser humano despreciable como ella que averigüe sobre su hijo al que abandonó cual cerdo para el matadero? Sería cruel de mi parte dejarla por fuera de mi vida cuando fue ella la que decidió largarse como una puta rata asustada por una bestia inmunda que me clavó sus garras y me envenenó el cuerpo.

-Llámala señora, ama o dueña, me da muy igual como le digas de cariño o por fidelidad absurda...-giro y camino hasta hasta que quedo lo suficientemente cerca para susurrar.-pero jamás la llames "mi madre", te lo prohíbo...-y sin decir más, me alejo de ella para ir directo a mi habitación.

*Latido*

¿Cómo sé atreve a envenenar la mente de mi nana para sacar información sobre mí? ¿Desde cuando mierda le importa si estoy bien, en una pieza o estoy moribundo como un puto perro callejero?

Cierro la puerta de mi alcoba de un portazo y pongo el seguro. Me siento como un maldito estúpido de quince o dieciséis años que hace berrinche por cualquier mierda que le sucede.

En medio de mi crisis de edad, mi teléfono empieza sonar. Que no sea Samuel para decirme que tiene a una mujer para mí porque juro que me corto la verga con un cuchillo para que me deje de fastidiar.

Descuelgo y me lo pongo en la oreja, sin mirar el nombre en la pantalla. Nadie más que Samuel llamaría a estas horas de la noche para decir alguna mierda de alguna mujer.

-.......Gabriel...-después de unos segundos en silencio, una voz que no escuchaba en años pronunció mi nombre. Agradezco que mi espalda este pegada a la puerta o de lo contrario creería que esto es uno de los tantos sueños que he tenido durante tantos años.
-¿Es esto una especie de sueño?...-pregunto a media voz mientras me arrastro por la puerta hasta que mi trasero pega contra el suelo.
-Entonces estaríamos teniendo el mismo sueño...-siento esta porquería tan irreal que empiezo a verla caminar hacia mí desde el fondo de mi habitación. Mi mente es tan cruel que me hace recordarla tal cual como se fue.
-Espero no creas que para mí es un sueño bonito o alguna mierda parecida...-le escupo con rabia. Sabía que nana le daría mi número en algún momento, pero no creí que tan pronto.-¿quién mierda te has creído para levantar el maldito teléfono y marcar mi número como si fuéramos cercanos?...-creí que mi voz sonaría más fuerte o cargada de rabia, pero ha salido tan calmada que no parece ser mía.
-Me han dicho que estas mal de salud y por ello...-una risa histérica escapa de mis labios y le corta las palabras de golpe.
-¿Mal de salud?...-digo antes de soltarme a reír nuevamente. Ojalá esto no me diera tanta risa.-estoy perfectamente bien y no hay necesidad de preocuparse o de prensar en las cosas que dejaste botadas en el pasado...-siento el aguijón del odio clavado en mi pecho. No necesito migajas de un ser que no estuvo cuando necesitaba ayuda.
-Gabriel...-mi nombre en sus labios es lo último que escuché antes de colgar. Si mi estado de salud empeora, prefiero morir en soledad que con un ser insignificante merodeando a mi alrededor.

Entre más lo pienso, más me doy cuenta que me pude ahorrar tanta mierda si ella se hubiera quedado a mi lado: tantos traumas, tantas caricias enfermas, tantas marcas en la piel, tantas heridas que se mantienen en carne viva bajo esta capa de piel, tantas noches de lágrimas y gemidos ahogados. Me pude haber ahorrado tanto dolor si ella me hubiera protegido.

¿Lástima? ¿Preocupación? ¿Culpa? No. No acepto nada de ella. No ahora. No con tantos años de retraso. No cuando vengo empezando mis treintas y estoy por morir. Me rio por lo bajo en cuanto me doy cuenta que mi cabeza rodea la palabra muerte una y otra vez.

-Muerte, oh muerte, sé que me oyes y me deseas, pero déjame verla una última vez antes de ser llevado a donde tengo un sitio reservado...-cierro los ojos y solamente dejo que las malditas lágrimas sigan su camino por mis mejillas. Finalmente tengo la respuesta que buscaba: tengo miedo de morir sin que Valeria me recuerde.

Condena Prometida. ♧ [Completa]Where stories live. Discover now