Prólogo

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Silencio tan monótono se posa en esta casa, lo único que lo interrumpe es el sonido de los utensilios que tocan los platos y las noticias que mi padre ve en hora de almuerzo. Nada nuevo se ve en los noticieros y el jefe de policía que come frente mía no puede estar más molesto. Un nuevo ciudadano ha sido asesinado, es el quinto de estos dos días.

En una semana han habido doce asesinatos.

- No puedo creer que en Los Ángeles no tengan un buen sistema de seguridad.

- Por favor, Esteban - mi madre advierte que su paciencia se acaba con su tono - no ahora, ya después lloriqueas pero déjame comer tranquila.

Yo no hago comentario.

Desde hace unas semanas han reportado varios crímenes y es sorprendente la cantidad de difuntos que se encuentran. Incluso aquí en Ojai, que no está tan cerca de Los Ángeles, han habido casos que no se ve en un pueblo tan tranquilo. Y eso a mi padre lo estresa a altos niveles. Lo que me sorprende a mí es que no hayan encontrado al culpable, ni tienen sospechosos y cuando ven la cámaras de vigilancia donde han ocurrido los asesinatos no se ve nada más que una sombra.

Eso es lo que me impresiona.

- Muchas gracias - agradezco cuando termino de comer y dejo los cubiertos sobre el plato - ¿puedo retirarme?

- Sí, provecho - mi madre habla viendo su plato.

Voy y lavo lo que he utilizado para comer.

Al ver que he dejado todo limpio voy a mi habitación, termino un último trabajo que tengo de la universidad y respiro por lo difícil que ha sido estos años. Nunca quise ir a esa universidad, jamás quise estudiar esa carrera pero mi madre quería y yo quería que estuviera orgullosa de mi. Después de todo soy muy buena con las clases, me he saltado dos grados de la primaria y he logrado entrar a temprana edad a la universidad. Ventajas que me dieron la oportunidad de seguir al lado de mi mejor amiga, siendo ella tres años mayor que yo.

Aunque ahora Fernanda este ocupada.

Abro la ventana de mi habitación y veo a los vecinos hablando en la acera, al rato va mi madre con su inigualable cara sin expresión. Supongo que hablan de los crímenes que hay pero también sé, que otro motivo de su hora del chisme, es por las nuevas personas que se mudan al pueblo. De hecho, personas que regresan al pueblo. Los Hale vivían aquí hace muchísimos años, pero una gran fortuna los ha hecho superarse y darles la oportunidad de vivir en las grandes ciudades. Por suerte no los conozco ni quiero conocerlos, por lo que he oído son muy malos y mi miedo a los hombres evita que salga de casa.

Pero no pensé que eso podría cambiar.

- Alesara - mi padre entra a mi habitación sin aviso - ¿qué haces?

- Viendo a mi madre.

- Ah, hablando de los Hale - niega apoyándose en la ventana - las peores escorias que hay, no sé quién es peor, si George o Die Hale, su hijo.

- ¿Tiene un hijo? - frunzo el ceño.

Él asiento muy serio.

- Un ser realmente despreciable - suspira y su vista se dirige a la mía - no te acerques a él Alesara, los hombres son peligrosos y Die es peor que todos juntos.

- Igual no lo conoceré papá, aunque quisiera no puedo, mi androfobia no me deja - digo viendo cómo los vecinos niegan asustados.

Sin saberlo, reté a la vida con esa afirmación falsa.

AtracciónWhere stories live. Discover now