37. No lo es, ni lo será

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Nunca me había acostado tarde, anoche después de nuestro encuentro sexual Dierik me cargo hasta su habitación, hablamos de cosas irrelevantes hasta que todo queda negro para mi, me dormí. Sé que sigo aquí, en su cama, no sé que hora es pero intento buscar a cierto chico de ojos hermosos a mi lado pero no lo encuentro, me estiro aún acostada y abro los ojos.

No hay nadie junto a mi.

- Buenos días - volteo a verlo recostado cerca de la ventana.

- Hola - sin razón alguna me siento tímida.

Irónico con todo lo que hicimos ya.

- ¿Qué hora es? - pregunto sentándome en la cama asegurando las sábanas nuevas y limpias en mi pecho.

- Es medio día - responde acercándose - tu mamá llamó hace un rato.

- Ay, no - tomo el celular que me esta dando y la llamo - me matará.

- Dile que estabas en la ducha - se encoge de hombros.

No es mala idea.

Me pongo de pie enredada en las sábanas, a pesar que Dierik ya me haya visto desnuda, no significa que ya esté acostumbrada a estar frente a él de esa manera sin sentir pena, espero a que mi madre me conteste; me coloco frente a la ventana, apreciando la vista de la playa y recordando cuando estuvimos él y yo juntos en el mar.

Fue bonito.

- Alesara, ¿por qué no me contestaste?

- Hola, mamá - ya ni saluda - lo siento, estaba en la ducha.

Si supiera la verdad...

- Claro - su sarcasmo me asusta - que no vuelva a pasar, sabes que te llamo en las mañanas.

- Sí, no volverá a pasar - repito lo que ha dicho.

Gimo cuando siento sus manos en mis pechos.

- ¿Qué sucede? - la voz fría de mi madre no me deja disfrutarlo.

- Yo... - sus labios besan mi cuello - me golpee la rodilla en el sillón.

Es lo único que se me ocurre.

- Alesara, sé buena en algo y ve por donde caminas, por favor - me riñe y cierro los ojos cuando Dierik desliza la sábana por mi cuerpo - si no estoy mal, la despensa se terminará en unos días, le avisaré a Don Horacio que llegaras al supermercado, él me tendrá informada de tu llegada ahí, ¿entendido?

- Sí, mamá - mi voz sale en un susurro cuando su mano toca mi parte íntima.

- Ya hable mucho contigo - no me afecta su tono, de hecho, también quiero que cuelgue ya - adiós.

- Adiós - me despido distraída.

Y cuelga.

- ¡Dierik! - grito sonriendo cuando me jala hacia él de espaldas.

- Mucha tentación, linda - besa mi hombro y me da la vuelta para vernos - te ves hermosa así, con Los Ángeles bajo tus pies.

Lo beso tímida.

No sé en qué momento se puso unos pantalones negros, pero me encanta verlo semidesnudo y descalzo, nuestros labios se acarician y sus manos recorren mi trasero desnudo. Nos separamos con el sonido de un timbre, ¿hay timbre aquí?, él frunce el ceño y con eso solo me confirma que no es para nada común eso, cosa que empieza a preocuparme.

Voltea a ver la puerta y luego a mi.

- Quédate aquí - besa mi frente - Dafne dijo que había un poco más de ropa en su habitación, por si necesitas, aunque yo prefiero verte así.

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