Capítulo treinta y ocho

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"El oscuro inicio de Alister"

Era la inocencia resplandeciente.

Un niño pelinegro con unos ojos algo particulares. Desde pequeño recordaba como las personas hablaban de mis dos faroles con tanta admiración que no lo entendía. Siempre decían que tenía el mundo en mis ojos gracias a esa extraña mezcla de colores. Gris y azul con un pequeño trozo de color hazel en la parte superior de mi ojo derecho.

Pero claro, yo no entendía que la heterocromía no era tan común en los humanos y que el color de mis ojos tampoco.

No tenía bastantes amigos.

Era un niño bastante tímido con las demás personas y siempre me resultaba difícil poder socializar. Por lo tanto desde muy pequeño me acostumbré a la soledad.

A pesar de eso siempre tuve una amiga, y era mi madre. Mi relación con ella siempre fue funcional y amorosa, ambos nos reíamos y nos demostrabamos amor como cualquier hijo a su madre.

Mi padre siempre fue un hombre trabajador, gracias a su esfuerzo podíamos tener un plato de comida todos los días y era algo que siempre tenía que estar agradecido. Ellos siempre me hicieron saber que tenía que agradecer por las pequeñas cosas de la vida.

Mi figura paterna a pesar de que no estar muy presente en casa gracias a las constantes horas de trabajo, siempre hacía su tiempo y el esfuerzo por mantenerse presente a mi corta edad. Con papá hablábamos de todo, me daba consejos y siempre fue alguien muy cariñoso conmigo.

Me enseñó valores que tuve presentes hasta mi pubertad:

Los sentimientos no siempre son recíprocos.

Los llantos no se acumulan.

Las sonrisas contagian.

Y los comentarios amables pueden llegar a alegrar el día a las personas.

Mi hermano mayor Nevils siempre fue reservado. Nuestra relación no siempre fue la más amistosa ya que nunca se encontraba en casa, siempre salía con sus amigos u otras personas que no conocía.

Las veces que hablábamos eran frases cortas y palabras indiferentes. Sin embargo ninguno de los dos tratamos de mejorar nuestra relación, estábamos acostumbrados a esta distancia y a ninguno de los dos nos molestaba.

Sin embargo aquello no era una excusa para ser así de distantes.

De niño me molestaba. No entendía por qué mi hermano me quería lejos de él y el porqué siempre parecía estar en su propio mundo.

A mis trece años nos mudamos de ciudad.

Era un pueblo tranquilo, las personas eran amables y nadie tenía problemas con otros.

Mis padres querían que nuestras vidas fuesen tranquilas en un espacio pacífico, según ellos vivir en la ciudad podría contaminar la mente.

Recuerdo no haber estado de acuerdo con aquella idea ya que había conseguido hacer dos amigos en donde vivía, sin embargo mis quejas y llantos no fueron lo suficiente para que mis padres cambiaran de decisión.

No Stranger © #1 ✔Where stories live. Discover now