* ˚Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴄᴜᴀʀᴇɴᴛᴀ ʏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ · . ·

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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 𝟎𝟔 𝐝𝐞 𝐚𝐠𝐨𝐬𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟏.

—Leire, ¡no! Es que ni se te ocurra, ¿has escuchado?

—¿Cómo que no? ¡Sí! Es mía.

—¿Tuya? ¡La compré yo! Y no sé si te acuerdas, ¡pero estabas conmigo aquel día!

—¿Puedo discrepar?

—La que discrepa soy yo, Leire.

—Nadie va a discrepar nada. ¿Podemos seguir con la mudanza y dejar en paz la sandwichera?

La voz de Havertz, autoritaria y firme, fue la que puso fin a la disputa que había comenzado entre ambas españolas. Y, bajo la mirada desaprobatoria de las dos chicas, atrapó el electrodoméstico entre sus manos.

—¡Es mía! —repite Leire.

—Es mía. Y tú me hiciste creer que la había perdido.

Las palabras del alemán no habían surgido efecto entre las jóvenes. En cuanto este se dio media vuelta, con la sandwichera entre sus brazos, ambas volvieron a la discusión inicial.

—Entre Mason, Ben y Declan inspeccionando todo lo que supuestamente deberían estar metiendo en cajas, estás dos discutiendo por todo y nada, Reece vaciando la nevera a su manera, y Kepa discutiendo con la casera, ¡no vamos a terminar nunca con la dichosa mudanza! —rendida, Kera se dejó caer sobre el sofá, acto que Kai imitó de forma inmediata—. Y después están estos dos, que mucho ofrecerse para ayudar y lo único que han hecho en toda la tarde es meter la película de Pulp Fiction en el DVD y verla.

—Al menos no molestamos —manifiesta Tammy, quien ni siquiera se molestó en apartar la mirada del televisor. Por su parte, Jorginho se limitó a manifestarse a través de un gorjeo con el que indicaba que estaba de acuerdo con lo pronunciado por el británico.

—Con la mudanza de Daniela no hubo tantos inconvenientes —declara la irlandesa—. Es más, en dos horas estaban los últimos cuatro años de su vida metidos en cajas y maletas.

—Dos horas para cuatro años y cientos de recuerdos; y para Leire y las dos cosas contadas que trajo de España llevamos cinco horas y sumando —habla el alemán en aquella ocasión.

Sabía que, de una forma u otra, aquella mudanza acabaría siendo un completo desastre. Porque, todas y cada una de las personas que se habían ofrecido a ayudar, a excepción de Kera, iban dispuestas a hacer todo lo contrario.

—¡Ay, madre! —y, entre todo el jaleo que se había formado en el apartamento, el grito de la irlandesa resaltó por encima de los demás.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Hay qué ir al hospital? —un grito que había logrado, a parte del silencio absoluto, que Mason soltase de golpe los discos de música que sostenía entre sus manos para acercarse veloz y preocupado a su chica.

—Ha dado una patada —contesta con un hilo de voz—. Amelie se ha movido.

Y, de forma inmediata, buscó la mano de Mase y la depositó sobre su barriga; para que, de aquella forma, él también sintiese los primeros movimientos de su hija.

—Se está moviendo —aquel susurro cargado de emoción hizo sonreír a Kera. En aquel preciso instante se sintió la persona más feliz del planeta, y su expresión así lo indicaba.

—¡Yo también quiero sentir a mi ahijada! —exclama Declan tras ser consciente de lo que estaba sucediendo.

Y al momento de magia lo precedieron instantes de caos, en los que todos y cada uno de los allí presentes pedían sentir las primeras patadas de la pequeña Amelie.

Dᴜsᴋ ᴛɪʟʟ ᴅᴀᴡɴ ||Kᴀɪ Hᴀᴠᴇʀᴛᴢ||Where stories live. Discover now