—Que no. —Comienzo a enfadarme.

—¡Que sí!

—¡Por el amor de dios, coge un maldito diccionario y busca la definición de li...! —Me interrumpe acercándose a mí hasta quedar peligrosamente cerca de mi rostro.

—Es la misma porquería, tendré que usar esa mierda hasta para ir al baño. ¡Y no sé como voy a bañarme! —Evito hacerme una imagen mental de eso. Pese a que hay partes de mi cuerpo que no pueden despertar estando muerto, los sentimientos y la imaginación aun perduran—. Así que cierra la boca y ofréceme consuelo.

Se acomoda luego de despotricar todo eso en mi cara, poner sus bonitos labios enfrente de mis ojos y hacerme imaginarme cosas poco caballerosas.

Es una...

—¿Crees que Austin se ha dado cuenta?

—¿De qué? —Inclina su rostro hacia el costado y me mira.

—De ti.

Debería preocuparme por la forma en que su hermano observó la ventana hecha trizas, debería pensar en una excusa para justificar la explosión, los vidrios rotos y el corte en el cuello de Carmel. Debería estar asustado por lo que Austin pudiese llegar a pensar, pero solo puedo pensar en sus labios rosados, sus ojos oscuros y esas mejillas rosadas que siento ganas de acariciar.

Mi mano se alza sin mi permiso y traza un camino por el aire hasta tocar su piel. Los ojos de Abbie se cierran cediendo al placer de un toque fantasma. La tibieza de su piel me envuelve, pero no puedo afirmar si es suave o rugosa.

¿Está mal pedir un poco más?

Mi cuerpo se inclina sin dejarme pensar en lo que hago.

Solo necesito un poco...

En el camino hasta tocar el cielo, mis ojos se cierran anhelando poder sentir la textura de su cabello entre mis dedos, que se enterraron en él. Tiro un poco para acomodar su cabeza a mi alcance.

—Hank... —Su suspiro me marea, mi nombre en sus labios suena bien, demasiado bien. Mi cuerpo sobre el de ella la hace ver diminuta, a mi merced.

Nunca pensé que ver algo así me gustaría tanto.

Sus ojos se abren y chocan con mis faroles de luz, en la oscuridad debo parecer un felino hambriento. Hambriento de ella.

No digo nada, mi cerebro se ha congelado, incapaz de responder a sus inquietudes. Abbie observa mis labios y un brillo de saliva queda en los suyos cuando pasa su lengua por ellos. Sigo el movimiento con un extraño placer haciéndome cosquillas en la parte baja del estómago, y me inclino más.

Estamos tan cerca que podría besarla, podría juntar mis labios con los suyos y quitarme las ganas que traigo cargadas hace rato. Podría dejar mi marca sobre esos preciosos labios y llenarme con la presión de una muestra de lo que podría ser. Lo que podría si estuviera vivo.

Pero no lo estoy.

Estoy muerto. Y no hay forma de cambiar eso.

Ella seguirá aquí por muchos años más, y yo solo seré el espejismo de un hombre que está bajo montones de tierra.

Soy una pequeña muestra de algo que nunca podremos llegar a tener. Y no quiero ser la muestra de nadie.

Algún día me iré y ella seguirá aquí. Abbie tiene una vida por delante, tiene sueños, tal vez quiera casarse, tener hijos...

Ella merece una persona que la haga feliz por el resto de su vida.

Me alejo.

—¿Qué...? —La confusión en su voz me lanza un puñal al corazón, pero, aferrándome a que ella merece más, le sonrío a medias y me acomodo la ropa antes de salir de la cama.

LoopWhere stories live. Discover now