—Descansa. —Deposita un tierno beso en su frente y se queda analizando unos segundos la ventana rota antes de marcharse.

Me acerco con cuidado, temiendo despertarla. Se ve angelical con su expresión relajada y adormilada. Tomo asiento a su lado, mi peso hunde un poco el colchón. Por lo que he visto, este tipo de acciones me cuestan poco y nada ahora.

Cosas que antes me costaban horas de concentración, ahora las hago sin percatarme. ¿Tendrá esto algo que ver con la visita a mi tumba?

No... Esto viene pasando desde hace más tiempo.

Recuerdo como destrocé la oficina de mi padre y un escalofrío me recorre el cuerpo.

Sacudo la cabeza ahuyentando mis pensamientos. No es el momento para preocuparme por eso.

Cuando devuelvo la vista a ella, me observa con sus grandes ojos oscuros.

—¿La desperté? —Niega con la cabeza y me regala una media sonrisa. Se ve cansada.

—Me han operado. Fueron muchos puntos, pero no quise saber cuántos. —Su expresión de horror me causa gracia, y a la vez, culpa—. Pero ha salido todo bien. Tendré que usar esa porquería por un tiempo.

Señala la muleta.

—Bueno, parece que no debo preocuparme. Ya está diciendo barbaridades y todo. —Una risita se escabulle entre sus dientes. Nos quedamos en silencio por unos segundos que se me hacen demasiado cortos.

¿Algún día será el tiempo suficiente para terminar de detallarla?

Una sonrisa tímida baila por sus labios, y me pierdo en la pequeña marca que se le forma a un costado de ellos. Atrapa su labio inferior entre sus dientes y mis manos buscan la manta para apretar con fuerza.

—¿Quieres acostarte? —Dejo de respirar.

Se mueve con cuidado hasta el otro extremo de la cama. Hay lugar de sobra para los dos, pero no se siente correcto dormir con una mujer que no es mi esposa. Menos con ella, con ella siento la necesidad de hacer las cosas bien. Quiero hacer las cosas bien, lento, seguro.

Voy a negarme, pero sus mejillas sonrosadas y la forma en la que juega con sus dedos me calienta el pecho.

¿Está así por mí?

Muchas mujeres se han puesto así o peor por ti, Hank. No exageres.

Haciendo caso omiso a mis principios, tomo lugar en el espacio que dejó para mí. Mi cuerpo se acomoda de costado, enfrentado a ella. Puedo repasar su perfil con lujo de detalle desde aquí.

Quiero estar más cerca.

—Yo... no puedo girarme. —El hecho de que ella se encuentre mirando el techo y yo de costado comiéndola con los ojos parece ponerla nerviosa. Creo que la faceta de chica ruda se ha ido por un rato.

—Puedo notarlo. —Juego un poco con su nerviosismo con mi comentario burlón. Abbie lo nota y su ceño se frunce con molestia.

Qué bonita.

—Ok, lo capto. Te estás burlando de mí. —Gira su rostro para dirigirme una expresión de enojo que se me antoja de lo más tierna—. No puedes joder a los lisiados, ¿sabías? Eso es caer bajo.

—No eres lisiada, no seas ignorante. —Me sobo la sien y aguanto las ganas de burlarme—. Solo estás temporalmente inválida.

Se encoge de hombros.

—Es lo mismo.

Resoplo.

—Claro que no.

—Claro que sí.

LoopWhere stories live. Discover now