Loop.
"Mors ultima linea rerum est".
¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla?
*Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original.
*Está prohibido la copia, adaptación total...
—Por supuesto. —Dirige su mano cerca de mi cintura y con la otra mano simula estar tomando la mía. Siento cosquillas en donde sus dedos atraviesan los míos.
Hank comienza guiando los primeros pasos y yo lo sigo torpemente. Bailar con el aire es tonto y divertido, pero bailar con el aire con una imagen como la de él frente a ti, vuelve las cosas mucho más interesantes.
Cuando la canción termina, mis ojos buscan los suyos con urgencia, con necesidad. Mi legua acaricia mis labios secos por inercia, y un nudo de deseo se aloja en la entrada de mi garganta.
Necesito más. Quiero más.
Y como una filosa navaja haciendo un corte limpio en la burbuja que nos envuelve, él se encorva hacia adelante y lleva una de sus manos a su pecho. Su rostro se deforma de dolor, y por mi espalda sube un escalofrío que no me gusta para nada.
—¡Hank! ¿Qué sucede? —Me acuclillo frente a él e intento ayudarlo. Inhala con fuerza y deja salir un grito que me pone la piel de gallina.
Trato de tocarlo, pero él sale corriendo del salón, escapando por la puerta trasera y dejándome con un nudo de angustia en la garganta.
Intento seguirlo, pero no llego a dar ni un paso que alguien me toma del brazo. Giro y lo encuentro observándome con ojos amables.
—Buenas tardes, Abbie. ¿Cómo te encuentras?
Aunque quiero prestarle atención, no puedo despegar la vista de la puerta trasera.
—Bien, Travis, gracias. ¿Qué tal tú? —Aunque me muero por salir a buscar a Hank, no quiero ser grosera con el hombre que nos dio hospedaje a mi hermano y a mí.
—Oh, con algunos dolores. Ya sabes, estoy viejo. He venido a ver como se encuentran.
—Pues, todo parece ir más que bien, gracias por tu preocupación. Ahora si me disculp... —Comienzo a decir, con intención de largarme y buscar al hombre que salió corriendo como si lo persiguiera el diablo.
—Quisiera pedirte un favor, si no es mucha molestia. —Me detengo abruptamente y lo observo con curiosidad.
—Sí, por supuesto. ¿Qué necesita?
—Oh, verás. Necesito unos papeles viejos que tenía guardados en mi oficina aquí —Golpea el piso con su bastón y le da una mirada rápida al lugar— en la mansión. Cuando comencé a trabajar fuera de casa olvidé llevarlos conmigo. Si no es mucha molestia, ¿podrías buscarlos por mí?
Asentí algo confundida y él relamió sus labios secos y partidos. No lucía muy bien, la vejez parecía estar afectándolo.
—Muchas gracias, niña, mi oficina está en el tercer piso. La encontrarás fácil, la puerta tiene un cartel de oro amurado en ella, y los papeles deben estar en algún rincón de algún mueble, en un sobre amarillento.
Abro la boca para preguntarle un poco más sobre esos papeles, pero me interrumpe diciéndome que debe irse. Me agradece por hacerle el favor y se marcha con su bastón moviéndose de lado a lado.
No logro encontrar a Hank después de eso, busco y espero su reaparición hasta la hora de cenar, pero no hay señales de él. Así que me dirijo al comedor en donde me espera Austin con la cena lista.
Me siento en la mesa y como junto a él mientras lo escucho hablarme de trabajo, un tema bastante aburrido en mi opinión, pero que puedo desviar y manipular a mi gusto para obtener algo más interesante. Algo así como lo siguiente:
—¿Cómo van las cosas con los Richardson? —pregunto, jugando con mi comida y fingiendo que hice una pegunta tan casual como cualquier otra. Austin se tensa y los cubiertos se le resbalan de los dedos.
—¿Por qué preguntas? —Su respuesta sale más brusca de lo que esperaba, tanto que me descoloca.
—Eh... no lo sé. Me da curiosidad saber si trabajas bien con ellos. ¿Qué tal los negocios? ¿Te tratan bien? —Se relaja un poco y revuelve la comida antes de responder, tajante.
—Bien.
—Ya.
Un silencio largo e incómodo se crea entre nosotros. Mientras tanto, solo puedo oír el eco de mis pensamientos cuestionando su reacción.
¿Le habrá pasado algo y no quiere decirme? ¿Tendrá que ver con esa familia?
Las preguntas cesan al oír el ruido de la silla siendo arrastrada. Austin se levanta y vuelve a acomodar la silla en su lugar, contra el borde de la mesa. Su plato se encuentra casi lleno.
—Buen provecho.
Camina hacia la salida dejándome confundida y algo frustrada, no me siento bien con la idea de irme a dormir teniendo algún tipo de problema con él. Así que, para calmar las aguas, le cuento sobre mi beca en la universidad antes de que cruce el umbral.
—¿De verdad? Entonces debemos ir a festejarlo. ¿Qué te parece salir a comer este fin de semana? —Sugiere, con una sonrisa genuina. Acepto la oferta y él se marcha definitivamente.
Me quedo comiendo sola, con la compañía de mis pensamientos.
Ahora me siento más tranquila.
Pero no completamente.
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