∆ Capitulo 44∆

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Dos meses se transcurrieron casi sin sobresaltos. Octubre y Noviembre habían dejado a su paso días y más días grises y sin sentido, al menos para mí, que los había vivido sumida en las tinieblas, sin un deslumbre de esperanza en mi vida.
Los días los vivía casi como si fuera una máquina, comía lo indispensable, bebía lo mínimo, dormía demasiado y solo me movía para cumplir con mis responsabilidades. Lo único que había tenido que hacer en esos dos últimos meses había sido entrenar y practicar mi magia, y a pesar de que le echaba pocas ganas a mi tarea, avanzaba descomunalmente rápido para el poco entrenamiento al que me sometía.
En ese extenso periodo de tiempo no había vuelto a ver a la Bestia, como le había dicho a Lucifer que haría. Sabía que era lo correcto, sabía que no debíamos vernos, que el hecho de estar en la misma habitación nos debilitaba y ponía en tabla de juego las reglas de esta guerra, pero mi corazón no entendía de razones, quería verle, quería sentirle, quería tenerle, y como no podía, había resuelto sumirse en la oscuridad de un profundo abismo depresivo.
El burdo peso de mi conciencia no me había permitido ir a verle de forma incorpórea a través de la gargantilla, pues temía que si le veía nuevamente nunca podría volver a reunir las fuerzas suficientes para volver a dejarle ni por un segundo más.
La depresión era de por si mala, pero la soledad aumentaba mis pesares a la trigésima potencia; desde que había perdido la compañía de mi madre y de Verónica, la cercanía de Rafael, la vida deLili y la alegría de Leuviah me encontraba realmente sola.
No tenía a nadie en quien confiar, pues tres de las personas más importantes de mi vida se habían marchado al bando infernal, y la cuarta se había encerrado en su habitación para no volver a salir hace meses atrás. Este último punto me preocupaba más que nada, pues Luvia estaba completamente desaparecida, y temía por su salud, pero aun no me dejaba entrar a verle, y de esa forma nada podía hacer.
Una existencia sin quien compartirla era el peor de los castigos que se le pueden infligir a una persona, y eso es lo que mi elección de bando me había traído como consecuencia fundamental, el alejamiento de todos mis seres queridos.
Aquí las únicas dos personas que se pasaban de vez en cuando para ponerse al tanto de mí estado de salud mental eran Sarel, junto con su pequeña obviamente, y Anauel, quien a pesar de ser ciegamente fiel a las órdenes de Gabriel, había resultado ser un buen tipo, y yo le estaba muy agradecida por sus atenciones.
Había formado algo así como una amistad extraña con Sarel, puesto que resultaba estar tan sola como yo o más. Yo sabía que aunque estuvieran lejos de mí, tenía amigos y familia que me amaba incondicionalmente, incluso un archí enemigo que se dejaba la piel por mí y yo por él. Pero Sarel, Sarel solo tenía a Mariah.
Me había revelado que si bien mantenía una relación fluida con su padre, jamás pudieron ser unidos, por lo que no había demasiada confianza entre ellos, su madre había muerto cuando ella era una cría, y amigos no tenia, pues nunca había sido un ejemplo de criatura angelical, lo que le había acarreado soledad.
Luego de eso, estaba Cimeria, a quien amaba y quien le amaba, pero las ocasiones en las que podían verse eran tan distantes y escasas que casi no podía sentir su compañía, situación que me desolaba.
Por ello habíamos entablado una amistad, amistad que parecía un regalo de la vida en este momento tan difícil de la mía.
Esa tarde me encontraba acompañando a Sarel hasta la Tierra para que pudiera encontrarse con Cimeria, como la había animado a pedir que lo hicieran. Con la excusa de buscar algunas de mis cosas en mi habitación, habíamos obtenido el permiso de Miguel para bajar, y se suponía que mi escolta era la misma Sarel.
Nos habíamos materializado a pocas cuadras y nos encontrados caminando a paso lento hasta mi casa. Mariah corría delante de nosotras y yo me encargaba de gritarle que tuviera cuidado mientras Sarel se reía de la impertinencia de su hija.
Cuando llegamos a la puerta de mi casa note como a Sarel la inundaban los nervios, tome a Mariah en brazos y con un pequeño y rápido hechizo destrabe el cerrojo permitiendo que la puerta se abriera sola.
Nos introdujimos en el interior de mi sala y yo la recorrí con la mirada, todo seguía igual, aun estábamos en Marvin Norte, pues no había habido tiempo para la mudanza, y por ahora teníamos
dos casas.
En cuanto le eche el cerrojo en la puerta, pude divisar una figura sentada en uno de mis sofás, y cuando preste atención vi que era Cimeria, quien nos sonreía. Se paró y se apresuró en alcanzar a Sarel, quien de inmediato corrió hacia él, y se fundieron en un apretado abrazo y unas cuantas lágrimas.
-Te he extrañado tanto- susurro Cimeria.
-No tanto como yo a ti- le respondió ella mirándole a los ojos.
Yo baje a Mariah y le permití que corriera hasta los brazos de su padre, quien la atrapo en un abrazo y la giro por el aire, tal como hacían los padres con sus hijos. Yo sonreí al ver la escena y salude a Cimeria con un asentimiento de cabeza, para luego dirigirme hasta mi habitación para poder darles un poco de privacidad.
Al llegar a mi dormitorio, lo que vi me hizo creer que el suelo temblaba, pues las piernas se me habían aflojado. Allí, en mi cama, donde muchas veces había estado, se encontraba la Bestia, dormitando.
Al oírme entrar, abrió los ojos y cuando pudo reconocer a quien tenía en frente, una mezcla de emociones le sobrevinieron, y una lucha se desato en su mente, al igual que en la mía. La lucha entre hacer lo que se debe o lo que se quiere.
-Maite- susurro sentándose en la cama.
-Kelian- susurre yo desde mi lugar.
-¿Qué haces aquí?-pregunto anonadado.
-¿Qué haces tú aquí?, esa sería la pregunta, esta es mi habitación- dije con algo de diversión en la voz.
-Tienes razón- sonrió- Vine a acompañar a Cimeria, estaba un poco
nervioso-sonrió nuevamente- y luego decidí venir hasta aquí- se encogió de hombros- no porque te extrañe ni nada de eso- rio y me sonrió.
-Yo he venido a acompañar a Sarel, fui su excusa para bajar- sonreí- yo tampoco te he extrañado para que lo sepas.
-Me alegra eso- palmeo la cama vacía a su lado- ven siéntate.
-No debería- me mordí el labio.
-Vamos, no te vas a quedar parada, prometo comportarme- sonrió.
- Esta bien- sonreí y camine hasta la cama y me senté a su lado- Mi vida es una mierda- escupí de la nada y Kelian me miro.
-No digas eso Gorriona- dijo el mirándome fijamente.
-Estoy sola Kelian, realmente sola- derrame algunas lágrimas- no tengo a mi familia, ni a mis amigos, vivo sola en una choza, nadie se acuerda de mi existencia, solo Sarel se pasa dos por tres, Luvia no se ha recuperado de la muerte de Lilian, y todo allí es tan frio y complicado -suspire- vivo para entrenar y practicar la magia.
-No estás sola May, no digas eso, tienes un montón de gente que te quiere, tal vez no los veas, pero ellos están contigo.
-¡Como me arrepiento de todo lo que he hecho!-exclame.
-May, sabemos bien que no teníamos más opción, ya me lo dijiste una vez y tenías razón, si nosotros no resolvemos esta guerra, el derramamiento de sangre será abismal, tenemos que ver por la supervivencia de ambos bandos de forma justa. Si elegías mi bando antes de la batalla final, ibas a inclinar la balanza a favor del Infierno, pero de igual forma la sangre derramada a torrentes estaría.
-Lo sé, sé que este es el mejor escenario para todos los mundos, pero es tan injusto, uno de los dos debe morir, y a manos del otro- me abrace las rodillas- no sé si tendré el valor para enfrentarte
llegado el momento, te amo.
-Yo también te amo Gorriona, pero debemos hacer lo que tenemos que hacer- acaricio mi mejilla y yo me acurruque contra él.
Y así nos quedamos, yo a su lado y el abrazándome, sin pensar en más nada, disfrutando de la compañía del otro, hasta que poco a poco nos fuimos quedando dormidos, olvidándonos del resto del mundo aunque sea por un ratito.
No se cuanto tiempo fue el que transcurrió mientras dormíamos, pero cuando me desperté fue porque una mano sacudía mi hombro con fuerza. Al abrir mis ojos vi la cara pálida de Sarel
sacudiéndome mientras movía los labios. A lo lejos pude ver el rostro de Cimera con clara diversión en él. Me senté mientras Kelian se despertaba y mire a Sarel.
-¿Qué pasa?- pregunte mirándola con el ceño fruncido.
-Han pasado cinco horas desde que llegamos, ellos no tienen problema pero nosotras nos tenemos que ir May- rio pasando la mirada de Kelian a mi varias veces- ahora entiendo cuando me decías que sabias lo que era estar enamorada de un demonio.
-Guarda el secreto- pedí mientras Kelian me miraba.
-No hay problema- sonrió y me levante.
Tome algunas cosas que necesitaba mientras Kelian y Cimeria se adelantan a la sala. Sarel y yo nos miramos y los seguimos, para luego de despedirnos de ellos, marcharnos nuevamente al Cielo antes de que notaran nuestra prolongada falta.
Al llegar al Cielo, me despedí de Sarel y de Mariah, para luego encaminarme a mi choza con mis cosas a cuesta. Al llegar a ella, note que la luz estaba encendida en su interior, fruncí el ceño y me encamine hacia allí lentamente.
Al entrar me encontré a Miguel, cruzado de brazos, recostado contra la pared, con el ceño profundamente fruncido.
-Hola-salude- ¿qué hace aquí?
-Has demorado más de la cuenta Nazaret- reclamo.
-Lo sé, yo simplemente me distraje- me encogí de hombros- los recuerdos y esas cosas, no se me puse nostálgica- el aflojo su semblante.
-Entiendo- contesto simplemente.
-¿Puedo saber a qué se debe su visita?- pregunte, ya que me ponía nerviosa su presencia, nunca traía nada bueno.
-Dios quiere ver a su hija- informo.
-¿Ahora?- pregunte sorprendida, era obvio que no iba a durar mucho mi pequeño momento de felicidad.
-Si ahora, te rogaría que me siguieras- afirmo él.
-Bueno, permite me que me cambie la ropa de calle por la toga- pedí y el asintió.
Me apresure en dirigirme a mi habitación, y demore menos de cinco minutos en encontrar la ropa que debía ponerme, y efectivamente ponérmela. Salí y el arcángel Miguel me esperaba en la puerta, en cuanto me vio, comenzó a caminar y yo le seguí hasta afuera, cerré la puerta y dispuse a seguirle hasta el Palacio de cristal.
-¿Sabe porque quiere verme Dios?- pregunte mientras caminábamos.
-Es sobre la guerra, pero es lo único que puedo decir- dijo aun mirando al frente.
-¿No hay nada que me pueda adelantar?- pregunte casi en un ruego.
-Hay algo- dijo el pensativo- la batalla final está más cerca de lo que creemos, espías nos han informado de que existe un movimiento nunca antes visto en el ejército infernal- me miro de reojo-hay que estar preparados, esta guerra está llegando a su fin- sonrió perversamente.
-Creo que me alegra saber eso- dije entre dientes.
-Debe alegrarla, nuestro triunfo está asegurado- afirmo.
-Yo no estaría tan segura- Susurre sin que el lograra escucharme y seguí caminando sin decir más palabra.

No dijimos nada más en el camino hasta el palacio, y luego de estar en el tampoco. Miguel me guio la media hora de recorrido hasta la sala donde me había reunido la primera vez que me entreviste con Dios y cuando estuvimos enfrente me miro.
-Suerte- deseo y yo fruncí el ceño.
-Gracias- conteste confundida y me apresure a abrir la puerta de oro y rubíes.
Cuando me adentre en la habitación, esta tenía el mismo aspecto que cuando la visite por primera vez, solo que a diferencia de ese día, Dios si estaba presente en la habitación esperándome, y sentado en su trono.
El calvo clavo su mirada en mí, y yo me estremecí pues me ponía de los nervios. Camine lentamente hasta el centro de la habitación, me pare con las piernas muy juntas e hice una reverencia.
-Buenas noches mi señor todopoderoso- dije respetuosamente.
-Tarde- escupió- llegas tarde.
-Lo sé, mi señor todopoderoso, me demore en llegar a casa y el arcángel Miguel no pudo informarme
antes de su solicitud- dije la verdad.
-Está bien- entrecerró los ojos- he estado supervisando tu entrenamiento personalmente Nazaret y estoy más que conforme con el avance que has tenido, jamás había visto un guerrero tan poderoso como tú- comento.
-Gracias mi señor todopoderoso- agradecí frunciendo el ceño de manera imperceptible pues no eran comunes los halagos.
-¿Sabes por qué estás aquí Nazaret?- pregunto con una sonrisa.
-No, mi señor todopoderoso.
-Bueno, es fácil, la batalla final está a pocas semanas, dos para ser más exactos, y esta guerra está por terminar- informo.
-¿Cómo sabe que se desarrollara en dos semanas, mi señor todopoderoso?- pregunte confundida.
-Un informante nos ha hecho saber que dentro de dos semanas se desarrollara el ataque del infierno, la Bestia ya ha fijado la fecha- sonrió- es bueno saber que nosotros ya estamos más que preparados.
-No estoy segura de estar preparada, mi señor todopoderoso- comente.
-Oh, lo estas, yo mismo te he observado- sonrió- a partir de ahora tu entrenamiento se duplicara, al tiempo que las tropas se irán preparando para la batalla- afirmo.
-Sí, mi señor todopoderoso.
-Quiero que practiques día y noche si es necesario, pero en esa batalla quiero ver rodar la cabeza de la bestia así como vi rodar la cabeza de su madre, ¿me entendiste Nazaret?- dijo amenazante y
yo me estremecí ante la mención de Perséfone.
-Vera derramada su sangre, mi señor todopoderoso- afirme con seguridad, una seguridad que no poseía.
-Perfecto- sonrió de costado- Maite- llamo acarreando toda mi atención.
-¿Si?, mi señor todopoderoso- conteste.
-Una cosa más-sonrió- ¿sabes lo que implica el sacrificio mencionado en tu profecía?- sonrió de costado.
-¿Sacrificar mis deseos sobre lo que es correcto, mi señor todopoderoso?- conteste desconcertada
y el rio.
-Oh no tiene que ver con nada de eso- me miro.
-Entonces, ¿qué significa eso?, mi señor todopoderoso- pregunte frunciendo profundamente el ceño.
-Fácil, se debe hacer un sacrificio- sonrió de costado.
-¿Y que implicaría eso, mi señor todopoderoso?-pregunte ya con algo de frustración en mi tono de voz.
-Que una vida debe sacrificarse para poder darle muerte a la Bestia- me miró fijamente.
-Ilumíneme- dije al no entender a lo que se refería.
-Para darle muerte a la Bestia, debes dejar en ello toda tu energía vital, por ende, al darle muerte morirás, ese es el sacrificio- me miro con cierta diversión y mi mandíbula callo.
¿Kelian sabría sobre este punto de la profecía?, lo dudaba, el duelo tenía que ser justo y lo seria, pero si Kelian ganaba, invadiría el cielo, posiblemente iría tras de Dios y habrían cientos de muertes, pero si yo ganaba, en realidad no me podría hacer cargo del ejército, y este avanzaría aplastando al bando infernal de una vez por todas y para siempre.
-¿Cómo ha dicho, mi señor todopoderoso?- pregunte tragando saliva.
-Cómo has oído, espero que una tontería como esa no te impida cumplir con tu misión Maite Nazaret Rimoldi- advirtió.
-Para nada, mi señor todopoderoso- asegure tratando de que mi voz no se quebrara, no podía ser un duelo justo el que mantuviera con Kelian, debía rendirme, pues uno de los dos tenía que sobrevivir.
-Perfecto, ahora retírate- dijo despectivamente y yo gire sobre mis talones para marcharme de allí lo más rápido posible.
Cuando salí, me encontré con Miguel esperándome donde se había quedado una hora antes. El al verme, me regalo una mirada de compasión y comenzó a caminar para alejarse de la sala de Dios, por ello fue que me di cuenta de que en realidad él sabía que era lo que Dios iba a decirme, pues veía la compasión en su mirada.
Camine tras de el sin decir palabra alguna, sumergiéndome en mis pensamientos, dándole vueltas a lo que me deparaba. Iba a morir, eso ya lo sabía, pues lo había decidido, pero costaba asimilar que mi destino siempre había sido morir, que nunca había tenido una opción verdadera.

Solo nací para ser un sacrificio.

Hola holaaaaa
Cómo están?
Bueno, la batalla final está cerca!
Cuáles son sus impresiones? Cómo creen que afectará el nuevo descubrimiento de May?
Las leo 😎

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Where stories live. Discover now