∆Capitulo 21∆

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Mediados de Julio trajo con el aún más frio y tempestad. Las semanas transcurridas las había malgastado entre el entrenamiento, la facultad y Ben. No podía hacer mucho más, ya que normalmente diluviaba por la tardes y hacia un frio polar todo el día.


En el transcurso de esos días, Benjamín había venido a pasar las tardes conmigo o alguna vez había ido yo hasta la pensión. A Verónica la había visto en facultad como siempre y aun no le decía nada a Isaías, yo sabía que eso triara problemas. Por su parte, las hermanas se habían pasado un par de veces por casa, como de costumbre alegando aburrimiento y se habían mofado un rato de Ben, cosa que yo les permita, puesto que tenían un sentido del humor tremendo.


Había alguien que si había avanzado de su situación de hace unas semanas, esa era mi madre, quien después de varias consultas al abogado, y de ver la recopilación de pruebas que había hecho el mismo, este le había asegurado que tenían todas las de ganar y eso aun faltando un mes para el juicio. Cuando mamá y yo recibimos la noticia, lloramos de alegría y festejamos con unas chelas, pues la ocasión lo meritaba. Y como si eso fuera poco, madre había conseguido un nuevo empleo, mejor pago y con menos esfuerzo físico que el anterior, por lo que ya no corríamos peligro de quedar en la calle.


De todas formas, existía un hecho a destacar en mi entrenamiento, desde el día que Kelian dejo aquella armadura para mí en las puertas de mi casa, el entrenamiento se había intensificado. Cosas que habían dentro del galpón comenzaron a aparecer, ahora tenía que levantar pesas, tirar jabalinas, hacer giros sobre barras, entre otros., además de las vueltas a la alambrada y mis ya rutinarios abdominales, sentadillas, lagartijas y dorsales.


Y a todo esto, era obvio que mi cuerpo había sufrido algunos cambios, me encontraba más delgada, mis músculos se estaban poniendo cada vez más firmes, y mi elongación había aumentado.


Estaba ansiosa de que empanzara el entrenamiento de hoy para ver hasta dónde podría avanzar.


Me encontraba en la sala esperando a escuchar el ronronear de la Harley en cualquier momento.


Espere por cinco minutos más hasta que sonó el motor fuera de mi casa y abandone la misma para montarme con Kelian en su moto y comenzar a recorrer las calles Montevideanas de aquel domingo por la mañana.


Al llegar al campo de entrenamiento no sabía lo que me esperaba aquel día, no podía ni imaginarlo.


Para empezar corrí las ya obligatorias quince vueltas a la alambrada con mucha rapidez y agilidad, luego realice las cincuenta lagartijas y sentadillas y los cien abdominales y dorsales como si se


tratara de un juego de niños.


Mi cuerpo respondía a las pruebas físicas de manera descomunal, y eso se lo debía en parte a Kelian, que había tenido la paciencia del mundo al entrenarme.


Las pesas y jabalinas llegaron como siempre al entrenamiento, y las supe manejar con gran soltura.


Pero cuando creí que habíamos terminado por hoy, Kelian apareció frente a mí con dos grandes espadas de acero y mis ojos brillaron de emoción.


-Hoy empezaremos tu entrenamiento como espadachín- aseguro en un tono firme.


Mientras estábamos en el campo de entrenamiento siempre era así, él daba órdenes en tonos severos y yo cumplía sin rechistar. Pero todo cambiaba en cuanto montábamos la Harley para


regresar, puesto que por un lado ahí tenía la libertad de contrariarle a gusto, y por el otro, él se mostraba mucho más amable conmigo desde que le había curado las heridas aquel sábado.
-Entendido- dije yo asintiendo con la cabeza el me alcanzo una de las espadas.

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora