∆Capitulo 32∆

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Grafic: Lilith

Metal.

Rock Metal, eso era lo que alcanzaba mis oídos luego de traspasar la puerta. Curioso, tantos meses de conocerlo y descubrí su género favorito al convertirnos en casi unos completos desconocidos.
Estaba ahí, vestida con un vestido de principios de siglo veinte, en la puerta de su habitación, por décima vez en el correr de dos días. Si dos días habían pasado desde aquella pelea, dos días en el infierno, dos días sin ver a mi madre, sin saber de Luvia o de Rafael, sin salir más allá de este pasillo, y sobre todo dos días de estar a cuatro habitaciones por medio con la Bestia y ni siquiera
poder verle la cara.
Verónica había sido mi único apoyo en ese tiempo. Luego de despertar de su desvanecimiento le había contado todo, incluso le confesé mis celos injustificados hacia su salvadora, Kashdejan. Ella, con su clásico estilo Abiego, me había insultado por ser una grandísima idiota, y luego se había apiadado de mi y consolado. De igual forma no hizo suyo mi odio hacia la médico, puesto que lo
alegaba irracional y muy mal fundamentado.
De esa forma había tenido que ver a Kashdejan cada tres malditas horas en sus controles de rutina, sin siquiera poder quejarme, lo que me llevaba a menudo a salir de la habitación y deambular por el pasillo. Esa era la causa de que a veces mis pies me engañaran y terminaran allí, donde no era bien recibida.
Mire la puerta por un rato de manera casi frívola, sin siquiera mover mis pestañas, pero de un momento otro, cobardes lagrimas comenzaron a correr por mis mejillas para escapar de la agonía en la que me sumergía cada vez que paraba allí.
Di la última calada a mi cigarrillo, caí de rodillas y llore en silencio, sin moverme, casi sin respirar para no ser percibida. No llegue a estar mucho rato de aquella manera, pues una mano en mi hombro me arranco del abismo en el que me estaba sumergiendo casi con gusto y me trajo a la realidad.
Levante mi mirada, sorbiendo los mocos y pude ver esos ojos azules tan omnipresentes en esta dimensión del universo, ojos hermosos y delicados, pero llenos de poder. Lucifer estaba allí, en cuclillas, con una mano en mi hombro, frente a la habitación de su hijo con una clara cara de confusión y pena.
-Nazaret- hablo el con su voz suave y delicada como una caricia- ¿qué es lo que haces aquí?, ¿porque estas llorando pequeña?.
-No, no lo sé- dije con la voz contraída sin dejar de llorar.
-Venga, arriba, levántate-hablo el regalándome una sonrisa y me ayudo ponerme de pie- no debes llorar, las señoritas no lloran- dijo en un fingido tono de regaño.
-¿No eran los señoritos los que no lloran?- pregunte yo recordando aquella estupidez machista que le imponía el hecho de no llorar a los hombres.
-Bueno, ellos tampoco, nadie debería llorar, al menos de pena, ¿no crees?- contesto el con una sonrisa cálida.
- Estoy completamente de acuerdo- asentí secando mis lágrimas.
-Ven, demos un paseo, así se te va esa horrible angustia -ofreció el Rey de la oscuridad y yo asentí.
Me ofreció su brazo, y yo lo tome cual damisela, y comenzamos a recorrer los múltiples y extensos pasillos del Palacio Rojo. Era en su totalidad una maravilla arquitectónica, era completamente hermoso, algo lúgubre pero hermoso. En el camino, el Diablo se dedicó a contarme anécdotas graciosas sobre la construcción de todo aquello, o como se las habían arreglado para repartir las habitaciones a gusto de cada uno. A lo que yo pregunte.
-Y si ustedes viven en palacio, ¿cómo fue que decidieron quienes no vivirían en el?- dije mirando una gran hilera de habitaciones por la que pasábamos en ese momento.
-Se construyó una habitación para todo aquel demonio o furia que quisiera alojarse aquí- sonrió-hubo muchos, muchísimos que preferían casas individuales, donde poder formar familias y criar niños con menos bullicio que en el Palacio Rojo, a ellos se les construyo casas a gusto o chozas si
así lo preferían, pues había quien quería una vida retirada en una choza en el campo donde trabajar la tierra- explico- y así fue con cada petición.
-Entonces satisficieron el gusto de cada uno de los habitantes- balbucee asombrada.
-Claro que sí, era lo menos que podíamos hacer, nos debemos a nuestro pueblo y así nos comportamos -sonrió- esta no es la entrevista oficial, por lo que aún no podrás ver cómo te prometí las condiciones en las que vive el pueblo, pero ya lo harás.
-Y si no lo es, ¿porque me regala su tiempo?-pregunte confusa.
-Por qué me disgusta verte llorar, y opte por distraerte- contesto simplemente seguimos caminando.
De un momento a otro nos encontrábamos paseando en una especie de jardín, con rosales por doquier, todos y cada uno de rosas intensamente rojas, que me trajeron el recuerdo infalible de Kelian. Mi pecho se encogió ante el recuerdo y pregunte mordiéndome el labio inferior para detener
mis lágrimas.
-¿Dónde es que estamos Lucifer?.
-En los famosos jardines de la Bestia- sonrió de costado- al menos así los llaman los ángeles- se encogió de hombros- aquí no suceden crueldades, ni mi hijo derrama sangre por entretenimiento para que sus rosas nazcan rojas- explico mientras nos adentrábamos en ellos- Kelian solo planta y cuida estos jardines con total devoción en honor a su querida madre- su voz se tornó melancólica, y pude notar añoranza e ella.
-¿A su madre?, ¿es que su madre está?- no pude terminar la pregunta, pues podía ver el dolor en aquellos ojos azules.
-Si pequeña, mi querida Perséfone, madre de Kelian, murió cincuenta días después de darle a luz, un veintiséis de Agosto como hoy, pero del año ciento sesenta y seis antes del nacimiento de Cristo, tu antepasado- explico con la voz contraída
-¡Oh por todos los cielos!- exclame- no tenía ni idea, lo siento mucho de verdad, lamento su perdida-dije apenada.
-No te preocupes, no lo sabias- se encogió de hombros- suelo venir aquí y perderme, todos los aniversarios de su muerte- explico- es como si ella estuviera en cada rosa que nuestro hijo cultiva,
es como si estuviera ahí- dijo alargando su mano para acariciar con la punta de los dedos los pétalos de una de las bellas flores.
-¿Puedo saber cómo?-hable sin terminar de formular mi pregunta.
-¿Cómo murió?- concluyo él- claro, Perséfone era humana, por lo tanto tenía una familia y un hogar en la Tierra- suspiro- ella quiso ir a ver a su madre, pues quería darle la noticia del nieto que le había dado- miro hacia el vació- me dejo a Kelian, pues sabía que no era seguro sacarlo del infierno a tan tierna edad, me lo dejo y se fue, para nunca más volver-contrajo su rostro.
-Ella ¿murió en la Tierra?- pregunte mordiéndome el labio.
-No- negó con la cabeza- ella murió en el Cielo, fue ejecutada por el más fiel amigo de Jehová y comandante de los ejércitos, por Miguel- apretó los dientes al decir su nombre- fue Rafael quien me dio la noticia, nunca me pude recuperar de ello.
-Yo, yo lo siento-dije con clara angustia, en este momento me sentía la peor escoria sobre la Tierra.
-No es tu culpa- dijo consolando mi angustia y seguimos caminando por los jardines, en silencio, por más de una hora.
Nos encontrábamos en lo que vendría a ser el centro de aquel enorme paraíso de rosas carmesí, cuando pude divisar una figura acercarse donde nosotros a paso lento sin levantar la mirada. De inmediato le reconocí, era la Bestia, quien no se había percatado de la presencia de su padre, ni de la mía.
El Diablo también lo vio y me dio un pequeño empujoncito, casi imperceptible para que acudiera donde su hijo. Por alguna razón, no lo dude, tome las faldas de mi vestido rojo con encajes negros
y corrí hasta donde estaba Kelian, casi sin hacer ruido, y me abalance sobre él, apretándolo en un abrazo en el cual lo rodeaba con mis brazos por su cuello, y provocando que ambos callaremos al suelo.
Él se sobresaltó pero no pudo reaccionar pues ya nos encontrábamos cayendo. Cuando estuvimos en el suelo, enterré mi cara entre su hombro y su cuello como a mí me fascinaba hacer, y note como su cuerpo se tensaba al darse cuenta de quién era la causante de aquel apretado abrazo y obviamente de la caída.
-Lo siento mucho Kelian- susurre contra su cuello y note como su piel se erizaba con el rose de mislabios- siento mucho lo de tu madre, mi mayor pésame, ha sido horrible lo que le ha sucedido, realmente horrible- dije y se me escaparon varias lágrimas.
Sentí sus fuertes brazos rodearme por la cintura y apretarme aún más contra él, como intentando fundirnos el uno al otro y que jamás pudiéramos apartarnos de aquel abrazo. Sentí sus lágrimas caer sobre mi hombro desnudo y el corazón se me encogió.
Nos mantuvimos así, en aquel apretado abrazo durante largos minutos, hasta que el, con una soltura y gracia impresionante, se paró sobre sus piernas, levantándome al mismo tiempo, dejándome levitando sobre el suelo, mientras me aferraba a él. Me bajo lentamente hasta que mis pies estuvieron sobre el camino y me separe del lentamente, con un agobiante dolor en mi pecho.
Mire hacia donde había dejado a Lucifer unos instantes atrás, y allí estaba, el “Maligno”, observándonos con evidente embelesamiento y ternura, era obvio que él podía ver algo que nosotros no.
Al ver que el padre de Kelian nos observaba, nos separamos aún más, y Lucifer se acercó a paso lento hasta nosotros con una resplandeciente sonrisa en sus labios.

Tres Mundos:El fin de los tiempos. [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora