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Capítulo tres

¿Las manos pueden recordar? Me pregunte a mí misma, mirando fijamente la palma de mi mano y rozándola con mis dedos, sintiendo un cosquilleo debajo de la piel.

Él había soltado mi mano hace un rato, ahora caminaba a mi lado, con las manos dentro de los bolsillos del pantalón y la mirada fija al frente, mientras que yo aún sentía su tacto.

Una brisa fría hizo que pequeños mechones de mi pelo se sacudieran, haciéndome cosquillas en las mejillas, la sensación duró poco, pero la recordaba.

¿La piel puede recordar? Me pregunte otra vez, tal vez si mi mente no podía guardar recuerdos mis otros sentidos si podrían, o solo era imaginación mía.

Doblamos a la izquierda e inmediatamente reconocí la casa frente a mí, a unos cuantos pasos de distancia. La casa de mis padres que ahora pertenecía a mi hermana y a mí.

Dejé escapar un suspiro, dudando en si volver o no.

Me detuve, él se giró hacia mí para mirarme con el ceño levemente fruncido.

—Gracias —le dije—. Yo puedo sola desde aquí.

Silencio. Solo me miro, otra vez, con una expresión neutra en su rostro.

—¿Estas segura? —preguntó, yo asentí nerviosamente. Él enarco una ceja—. No correrás cuando me dé la vuelta ¿o sí? —yo le fruncí el ceño.

—¿Por qué haría algo así?

Él sonrió.

—Lo hiciste —dice con burla—. Corriste como unas tres veces después de que salimos del hospital diciendo que no querías volver a casa. Tuve que perseguirte.

Yo parpadeé, avergonzada y sin saber que decir.

—Mientes —dije finalmente, a la defensiva.

Él negó lentamente con la cabeza.

—Vamos, te llevaré hasta la entrada —y sin preguntar, tomó mi mano otra vez y el cosquilleó volvió, leve, pero aun así pude sentirlo.

Caminamos a paso lento hasta la casa, las luces estaban encendidas, yo no estaba segura de que hora era, probablemente muy tarde, pero las luces seguían encendidas.

Subimos los escalones de piedra hasta la puerta roja, él, aún con mi mano enlazada a la suya, tocó la puerta con la otra mano.

Yo mordí mi labio inferior, nerviosa de repente.

La puerta no se abrió.

Él volvió a tocar sin obtener respuesta.

—No hay nadie —dije sonriendo—. Vámonos —y me giré, lista para irme, pero él me halo hacia atrás.

—¿Ir a dónde? —preguntó, serio.

—No lo sé ¿a un McDonald's? —él negó con la cabeza.

—Esperaremos a tu hermana —dijo cortante.

—¿Como sabes que está aquí? —pregunté.

No me olvides © [Borrador] Where stories live. Discover now