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Capítulo uno

Mis oídos zumban, mi vista está borrosa, solo escucho un pitido una y otra y otra vez. Parpadeó tratando de enfocar mi visión y escucho una puerta abrirse.

—¿Señorita Barrow? —escucho a alguien decir, pero su voz se escucha lejana, distante.

—¿Dónde estoy? —digo con voz ronca.

—En el hospital.

¿Qué?

Mis ojos se abren inmediatamente y todo lo que veo es blanco; las paredes, las sábanas, las gruesas cortinas, la bata de la doctora que está revisando mis signos vitales.

—¿Como se siente? —pregunta la mujer de espaldas a mí. Su pelo rubio cenizo está recogido en un moño bajo perfectamente peinado.

¿Como me siento?

—Me duele la cabeza —logro decir.

—¿Algo más? —ella se voltea y me observa fijamente con sus ojos castaños detrás de esas gafas. Parece ser una mujer de treinta y tantos.

—Agua — es lo que logro decir, ella asiente y camina hasta el otro extremo de la habitación y toma un vaso de agua luego vuelve y me lo ofrece.

Mis manos tiemblan al tomarlo, siento que es lo más pesado del mundo o simplemente estoy demasiado débil. Me bebo el agua como si hubiese pasado días en el desierto, al terminar limpio las comisuras de mi boca.

La doctora me mira, atenta, con una pequeña sonrisa en sus finos labios. Le devuelvo el vaso y paseo la mirada por la habitación hasta fijarme en la ventana, afuera esta oscuro y las luces de la ciudad son lo único que logro ver a la distancia.

Aún con la mirada perdida en las luces pregunto:

—¿Cuánto tiempo he estado aquí? —me giro hacia ella que está ojeando unos papeles, de seguro mi expediente médico.

—Una semana —dice con la mirada perdida en los papeles.

Una semana.

—¿Mi hermana...?

—Ha estado todo el tiempo junto a usted.

Asiento lentamente.

—¿Dónde está ahora?

—Ella... —la doctora se detiene con el sonido de la puerta abriéndose, un momento después mi hermana mayor Aria aparece detrás de está, cuando me ve sonríe y camina hacia mí.

—¿Como te sientes? —pregunta envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.

—Bien —digo devolviéndole el abrazo—. Cansada

—ella se aparta y me lanza una mirada rápida, yo hago lo mismo con ella que luce cansada y aun así en su rostro se dibuja una sonrisa.

—Ya te sentirás mejor —su pulgar acaricia mi mejilla derecha y yo sonrió.

—Lo estaré —concuerdo.

No me olvides © [Borrador] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora