Capítulo 23

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Me despierto en una habitación oscura, desconocida. Me incorporo con el creciente pánico de volver a estar a merced de Dorian, pero tras echar una rápida pasada con la mirada compruebo que estoy sola. Aguzo los oídos, más por costumbre que por necesidad, y me sorprendo de sentir mi cuerpo recuperado. Me levanto de la cama y el largo camisón que llevo puesto me roza las piernas desnudas. Mi equilibrio es perfecto, y todas mis heridas han terminado de sanar. Los últimos recuerdos vuelven a mi mente y no puedo evitar estremecerme.

Encuentro un conjunto de ropa esperándome a los pies de la cama; pantalones y una camisa, y no dudo en ponérmelo antes de abandonar la habitación.

El lugar está escasamente amoblado y hay tanto silencio que parece imposible. Echo una mirada por una de las ventanas que consigo a mi paso y descubro que estoy en un apartamento en la zona baja de la ciudad, y ya que los pocos espacios que encuentro están cubiertos por una fina capa de polvo, es fácil deducir que está abandonado. Thomas debe haberme traído aquí, quizá sea el lugar donde él se refugia.

Me apresuro por el corredor al oír un pequeño ruido y llego a una cocina diminuta. Margot está allí, preparando una cena sencilla de pan y queso roquefort. Se sorprende al verme, pero luego rodea la pequeña mesa y se me viene encima.

Le permito abrazarme y me aferro a ella también.

­—¡Me alegro tanto de que estés despierta! —dice antes de soltarme—. ¿Cómo te sientes?

—Bien —respondo, lacónica—. ¿Qué ha pasado?

—¿No lo recuerdas?

­—¿El qué? —¿Debería preocuparme?

—Por un momento creímos que te perderíamos —explica con un suspiro—. Estabas tan débil que... Bueno, recurrimos a medidas extremas.

—¿Qué quieres decir? —Tengo un mal sabor de boca. Margot esboza una sonrisa lastimera y levanta la mano. Solo entonces me doy cuenta de que la tiene vendada.

­—Necesitabas recuperar tu fuerza —dice—. Tus heridas no estaban sanando.

—¿Me diste de tu sangre?

—Tú me salvaste la vida una vez, ¿recuerdas? —Sonríe—. Dos, si cuentas con los recientes acontecimientos de Belsierre. Creo que estamos a mano.

No quiere que se lo agradezca, me doy cuenta. Así que en lugar, pregunto:

—¿Dónde están?

Ella sabe a quienes me refiero y exhala antes de volver a su labor.

—Thomas parece un fantasma; va y viene sin que lo esperes. Jerome... —Suspira—... No ha salido de aquella habitación en días.

Abro la boca para preguntar y... Espera, ¿acaso he escuchado bien?

—¿Días? ¿Cuánto tiempo llevo dormida?

—Cinco días.

Por lo más sagrado, ¿cómo es posible que me hayan permitido dormir tanto tiempo?

—Iré a verlo —anuncio, y me pongo en marcha antes de que Margot responda.

Le doy un ligero toque a la puerta antes de entrar, sin esperar aprobación, y la tranquilidad de la habitación me pone la piel de gallina. El aire está estancado y pequeñas partículas de polvo flotan en la escasa luz. Comienzo a pensar lo peor cuando lo diviso, reclinado en el sofá junto a la ventana.

Tiene la mirada perdida en el exterior; sé que no está maravillado ante la vista, pues las zonas bajas de Manoire no son mucho más llamativas que Rochet. Sin embargo, allí está, con expresión ausente. Si me escuchó entrar no lo demuestra, así que me acerco, procurando hacer resonar mis pasos sobre la madera vieja para hacer notar mi presencia.

De Piel y HuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora