Capítulo 20

888 198 207
                                    

Me despierto con un sobresalto y me maravillo de que mis ojos ya estén ajustados a la escasa luz. Una parte de mí espera sentir dolor por mi cuello roto, pero un ligero movimiento de cabeza me confirma que mis huesos han vuelto a su lugar y soldado sus fisuras. Entonces paso a mi siguiente preocupación; me encuentro sobre una cama ancha, con postes de madera negra y dosel color vino. Es una habitación, enorme y lujosa. La única luz entra por los amplios ventanales que dan acceso a un balcón, donde el cielo se ha despejado lo suficiente para permitir entrever la luna. Hay un juego de muebles de un lado del salón, junto a una chimenea apagada y un enorme librero que ocupa la pared adyacente. A simple vista, el lugar parece vacío, pero lo sé mejor.

Miro sobre mi hombro y lo encuentro allí, observándome. Su sonrisa de suficiencia se me antoja como una maldición. Ya no lleva la máscara de diablo y ha desabotonado el cuello de su camisa, por lo que la visión de la criatura que conocí hace cinco años vuelve a sobrecogerme.

Salto de la cama, de manera que forme una barrera entre él y yo.

—Después de todo, has venido a mí. —Comienza a rodear la cama y la luz de la luna ilumina un lado de su rostro—. Basta que lo desee para que tus pasos encuentren el camino a donde perteneces.

Mi cuerpo está tenso. Mi corazón parece mortal. Y sin embargo, levanto mi rostro hacia él cuando se acerca a mí.

—No he venido por ti.

Él no da crédito a mis palabras. Levanta una mano y me sujeta de la barbilla para estudiarme.

—Tu recuerdo no te hace justicia. —Sonríe y sus ojos ambarinos brillan en la penumbra—. Sin embargo, luces cansada. ¿Cada cuánto te alimentas?

—Eso no es asunto tuyo —escupo, echándome hacia atrás para liberarme de su agarre.

—Que Juliette haya podido contigo solo demuestra lo débil que estás. ¿Cuándo fue tu última caza?

—Yo no cazo. ¡Y no hables de Juliette!

—Tan terca —me reprende—. Te limitas a ti misma. ¿Cómo pretendes aumentar tus habilidades sin la caza adecuada?

—No pretendo...

Sin previo aviso, estira el brazo y me atrapa, atrayéndome hacia sí. La criatura en mi interior se regocija y lucha por liberarse.

—Yo podría ayudarte... Un solo trago de mi sangre será suficiente para abastecerte por semanas.

Hace ademán de rodearme la cintura con su brazo y me basta un empujón para apartarlo.

—No quiero nada de ti.

—Tienes un alto nivel de autocontrol, lo admito. Es admirable. Pero no debes tenerlo conmigo; no hay forma de que puedas resistirte a mí.

—Eso está por verse.

—No, querida, tu resistencia es lo que está por verse. ­—Sonríe con picardía, caminando a mi alrededor como un depredador—. Tus pasos te han guiado hasta mí porque yo te llamé. Como un pastor a su oveja, siempre te moverás a mi voluntad. —Se acerca a mí desde mi espalda y habla en mi oído—. Pero quiero que te rindas a mí por voluntad propia. Júrame lealtad.

Todo mi cuerpo se tensa en un intento por retener a la bestia que se retuerce y araña las paredes de mi cordura. Cojo una entrecortada respiración y lucho por encontrar una salida. Una distracción.

—¿Por eso me has estado siguiendo en los últimos días?

Si se sorprende, no lo demuestra. Su rostro no revela nada.

—No sé de lo que estás hablando.

—¿Niegas que me has estado siguiendo? —inquiero—. ¿En la taberna, en Belsierre? ¿La otra noche, en el bosque?

De Piel y HuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora