† Capítulo 6 †

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Las campanas resuenan por todo lo alto, las personas corren frenéticas, gritando y soltando plegarias mientras buscan un lugar donde refugiarse

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Las campanas resuenan por todo lo alto, las personas corren frenéticas, gritando y soltando plegarias mientras buscan un lugar donde refugiarse. Y la adrenalina se dispara por mi cuerpo como una corriente. Juliette, que está a cargo de nuestro grupo, grita sobre el escándalo:

-¡Travis, a las torres! -ordena. Luego se gira hacia Noel-. ¡A la capilla, que las personas entren en territorio sagrado!

Ambos hombres salen a la carrera tras recibir la orden y en cuanto Juliette se gira hacia nosotros para continuar repartiendo los deberes, una enorme mancha negra aparece por detrás de ella, acercándose a toda velocidad. Ni siquiera lo pienso: me arrojo sobre ella mientras el vampiro pasa volando sobre nosotras.

-¡Hijo de...! -ladra Juliette, incorporándose en cuestión de segundos.

El vampiro gira en el aire, extendiendo sus enormes alas membranosas, idénticas a las de un murciélago, y encuentra su siguiente víctima.

Una niña está parada en medio del caos, gritando por su madre que no parece estar en ninguna parte cercana. Thomas la ve al mismo tiempo y corre en su dirección, haciendo lo mismo que hice yo con Juliette hacía menos de un minuto. El bastardo pasa sobre ellos, estirando sus brazos con zarpas en las manos en un intento de coger a la niña, pero ya Thomas la ha aparatado del camino.

El estallido resuena por los aires y me tapo los oídos instintivamente, para luego ver como el vampiro es derribado por el arma de Juliette a mi lado. Una vez caído, pero no muerto, Thomas corre hasta nosotras con la niña en brazos. Inmediatamente Juliette grita por encima del escándalo.

-¡Todo el mundo, escuche! ¡Conserven la calma y vamos todos hacia el refugio más cercano! -Le quita la niña de los brazos a Thomas-. La llevaré al refugio -dice-. Ustedes dos encárguense de esos malditos.

Y sale a la carrera con la niña rebotando en sus brazos y un montón de personas enloquecidas de miedo pisándole los talones.

Thomas me mira y prepara su ballesta. Yo desenfundo mis dagas y asiento. Corremos en dirección al vampiro que ha derribado Juliette, justo para verlo alzar el vuelo nuevamente. Thomas le dispara una flecha de fresno en el centro de la espalda, entre las alas, y vuelve a derribarlo. Una vez más en el suelo, le dispara otra y otra y otra, sin piedad. Solo cuando se retuerce y sus alas desaparecen, desintegrándose como si de papel mojado se tratase, revelando su verdadera apariencia humana, lo hago girar de una patada.

La criatura me mira desde el suelo y no trata de luchar, como si esperase que lo hiciera. Lo miro unos segundos más; no parece mucho mayor que yo, pero estoy segura de que lo es, seguramente me dobla la edad. Si tiene alas, no es ningún neonato. Al contrario, este miserable se ha alimentado mucho por un largo tiempo. Solo así su cuerpo podría desarrollarse.

Me da una leve sonrisa, cuando, sin previo aviso, entierro mi daga de plata consagrada en el centro de su pecho; el pequeño rubí que adorna el pomo reluce contra la sangre oscura. No me encojo ante la sensación de perforarle la piel. No siento nauseas, como lo había sentido la primera vez que apuñalé a uno de los suyos. Ni siquiera me duele ver cuando la luz se apaga de sus ojos, porque sé que esa luz se ha extinguido verdaderamente hace ya mucho tiempo.

De Piel y HuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora