Capítulo 16

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Tenía la tonta esperanza de escapar del juicio de Margot, de que no hiciera preguntas y fingiera que nada había cambiado, pero un vez que Jerome se marchó, no hubo nada que apaciguara la ira contenida de la bruja. Me obligó a contarle todo con lujo de detalles y su mirada oscura no se suavizó en ningún momento mientras hablaba. Yo solo podía pensar en cuanto había cambiado desde la última vez que la había visto. Tenía trece años y progresaba mucho en las lecciones que Mariam le daba, convirtiéndose en una hábil bruja blanca.

Finalmente, cuando termino de relatar mi historia sin derramar una sola lágrima, ella se mueve. Camina de un lado a otro, y todas las emociones que mantuvo ocultas bajo su manto de sombras asoman a la luz.

—Fuiste condenada —dice, como si no fuera ya suficientemente claro. Pero sé que lo dice para convencerse a sí misma—. Ahora lo entiendo.

Me muerdo los labios con fuerza, resistiéndome a la tormenta que se ha desatado en mi interior, pero al mirar a mi vieja amiga a los ojos, toda mi fortaleza se derrumba.

—No pude decírselo a nadie —me defiendo—. No quería morir.

—Ay, niña —se lamenta, y antes de darme cuenta, me atrae hacia sí y me abraza. Mi corazón vuelve a ser humano por un par de segundos y me desmorono. Creo que podría morir aquí—. Debiste venir con nosotras. Debiste pedir nuestra ayuda. ¡Sabías que siempre estaríamos para ti, que te ayudaríamos sin importar nada! Siempre fue así.

—Quise hacerlo muchas veces, no sabes cuantas... Pero no pude.

—Fuiste esa noche. —Se aleja y se seca las lágrimas. Tengo que reprimir el impulso de volver a abrazarla—. Recuerdo que me preparaba para ir a dormir y, cuando me acerqué a la ventana para cerrar las cortinas, estabas allí, en la calle. Luego te fuiste y no entendí por qué no respondiste a mi saludo. —Hace un breve silencio antes de agregar—. A la mañana siguiente, supimos que habías desaparecido.

No sé qué responder a eso y permanezco en silencio mientras ella une todos los puntos en su cabeza.

—No puedo creerlo. —Suspira y se cubre el rostro con las manos, y cuando vuelve a mirarme, su rostro ha pasado del lamento a la furia—. Por años creí que lo que había visto de ti había sido un fantasma. ¡Mi madre creyó que tenía el don de hablar con los muertos!

—Tenía mucho miedo, Margot... No sabía qué hacer. Quería su ayuda, pero no quise involucrarlas.

—¡Pero no tienes idea de todo lo que nos hiciste pasar! —Vuelve a llorar, pero sigue furiosa—. Él vino con nosotras para tratar de encontrarte, deberías haberlo visto. Te buscamos por días y días, aun cuando mi madre no era capaz de verte con vida en sus cartas. —Su voz se quiebra—. Pero él estaba desesperado por dar aunque fuese con tu cuerpo; se rehusaba a creerlo. Tratamos de rastrearte con los cristales, con el agua... pero fue imposible. Creímos que te habían...

Que me habían destrozado.

Estoy sollozando. Mi pecho arde.

—Por favor, no sigas...

—Él no quería darse por vencido.

Las palabras me golpean con fuerza y me entran ganas de morirme realmente.

—Margot, por favor... —suplico que se detenga.

—No sabes lo devastado que estaba. Thomas merecía saberlo... Debe saberlo.

—¡No!

Nada más decir su nombre se ha sentido como una estaca en el corazón. Aquel nombre que no he sido capaz de pronunciar en los últimos cinco años, y ella lo suelta en mi cara como una bomba. No quiero que continúe hablando de él.

De Piel y HuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora