Capítulo 8

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Encuentro a Jerome caminando de un lado a otro dentro de la habitación como un león enjaulado, y cuando la puerta cruje, se gira hacia mí de golpe. Algo parecido al alivio cubre sus rasgos, pero se mantiene firme, a la espera de que diga algo.

—¿Acaso te busca una turba furiosa de mujeres? —suelto.

Él exhala, y me da una sonrisa que no alcanza a sus ojos.

—¿Que no puedes escucharlas clamar por mi linchamiento?

—Eso obtienes por ser un seductor empedernido. —Cierro la puerta a mi espalda y me quito la capa empapada—. ¿Hiciste el trabajo?

Él se deja caer en el borde de la cama y apoya los codos en sus rodillas.

—Sí. —Señala la bolsa con las armas en la mesa—. ¿Qué me dices tú?

—Digo que estamos listos, entonces. —Me saco la primera bota y la dejo junto al fuego antes de quitarme la segunda—. Mañana en la noche habrá una reunión con todos los cazadores. Ahí nos dirán las reglas y todo lo demás... —Me suelto las hebillas del cinturón y lo arrojo al suelo junto a mi bolsa—. Voy a darme un baño..., antes de que... eh... coja un resfriado.

Comienzo a caminar al cuarto de baño, cuando la mano de Jerome me envuelve el brazo. Dejo que lo haga, pero empiezo a temer que me haya descubierto. Que me exija respuestas que no seré capaz de darle. Sin embargo, en el momento en que subo mis ojos hacia los suyos, no hay reproche ni molestia, solo alivio.

—Temí que me hubieses abandonado —dice.

Me suelto de su agarre con un movimiento suave, no como lo hubiese hecho días atrás, con arrebato. Y trato de estar tranquila cuando le digo:

—Te dije que te ayudaría, y eso es lo que haré. No iré a ninguna parte.

Él me escruta con la mirada y da un paso más cerca, por lo que puedo sentir el calor emanando de su cuerpo.

—Quiero saber por qué.

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué accediste a ayudarme? No digas que por el dinero, porque sé que no es cierto. Puede que no sepa nada sobre ti, Lucille, pero sé que eres capaz de conseguir dinero sin la necesidad de entrar en una tonta cacería. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué ayudar a un bufón como yo a pagar sus deudas?

No sé qué espera obtener de todo esto. No sé qué espera que diga, pero sea lo que sea, elijo hablar con la verdad. Y después de la enorme metida de pata de esa mañana y de la mentira que he echado en su cara, se lo debo.

—Por Giselle. Lo hago por Giselle.

—¿Por qué?

—Porque está llena de luz, a pesar de todo lo que ha sufrido. Y quiero ayudarte a conservar esa luz. —Jerome entrecierra los ojos y sé que está luchando por tratar de entender lo que quiero decir, así que me obligo a continuar—. Mi vida tampoco ha sido fácil, Jerome. Sé lo que es perder a tu familia. Sé que las personas son crueles y egoístas. Y sé, sobre todo, que la vida nunca es lo que esperamos que sea. El mundo te destruye y saca lo peor de ti, hasta que no queda nada de humanidad. Pero imagino que eso ya lo sabes muy bien. —Lo miro de arriba abajo—. Al igual que yo, te has ensuciado mucho las manos para sobrevivir. —Niego con la cabeza lentamente—. No quiero que le pase lo mismo a Giselle porque, hace mucho, yo solía ser igual a ella. Ahora, solo mírame. No queda nada de esa persona en mí.

Jerome me mira detenidamente. Sus ojos parecen turbios aunque todo él se mantenga sereno. Abre la boca y sé lo que dirá antes de que él mismo lo haga, así que me separo y entro al cuarto de baño, cerrando la puerta antes de que se atreva a lamentarse por algo que no comprende, ni comprenderá.

De Piel y HuesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora