De tal palo tal astilla

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Eran mediados de junio cuando mi madre se presentó de improvisto en la casa de las Alphas, o al menos eso era lo que yo pensaba...

llevaba casi tres semanas sin hablar con Patrick y aunque por un lado estaba enfadada con él por cómo se había comportado respecto a la lista, también me sentía mal, porque le echaba muchísimo de menos...

Esa mañana, mientras desayunaba en la cocina junto a Emma, alguien llamó a la puerta y decidí abrir yo. Para mi sorpresa, mi madre se encontraba allí, delante de mí con tres maletas y su enorme bolso beige.

- Cielo estás preciosa. – dijo mi madre mientras antes de darme un beso en la mejilla.

- Parezco una ballena. – dije mientras la ayudaba a meter las maletas en la casa.

- Una ballena preciosa, ¿Dónde están las chicas?

- Emma en la cocina, Beca en casa de Eric, Nicky en su cuarto y Katy por el campus con unos amigos. – dije mientras cerraba la puerta de la casa.

- Ese tal Eric nunca me cayó muy bien... - dijo mi madre mientras fruncía el ceño.

- ¡MAMÁ! – dije yo sorprendida ante su comentario.

- ¿Qué?, es verdad, será guapo, pero nadie sale y corta y vuelve a salir y así mil veces, además, con lo pibon que es Beca, podría estar con cualquiera, incluso con Noah, si no fuese por su nueva novia, ¿te has enterado?

- Pues claro mamá, me lo contó hace un par de semanas.

- Es una niña pija y prepotente, pero con él es un amor, la trajo a Malibú para presentársela a sus padres, parecen que van en serio. – dijo mi madre orgullosa de mi mejor amigo.

- Me alegro mucho por él.

- Señora Pierce. – dijo Emma mientras salía de la cocina y le dedicaba una amplia sonrisa a mi madre.

- Emma, para ti soy Amy, nada de señora Pierce, haces que parezca una abuela. – dijo antes de abrazar a mi amiga.

- Pues encantada de volver a verte Amy. – dijo mi amiga mientras escapaba de los brazos de mi madre, "la enrollada".

Estuvimos un buen rato hablando hasta que me fui a duchar, mi madre había decidido invitarme a comer a un restaurante cerca del campus y me pidió que me arreglase un poco, tampoco es que fuese a ir con mi pijama de nubes y unicornios – el cual me había regalado mi madre tras confirmar sus sospechas sobre mi embarazo meses atrás – pero aun así, me duché y me puse el único vestido en el cual mi cuerpo entraba en aquel momento, un vestido de color verde pastel con un cinturón a juego que prometía "estilizar" tu figura...

Cuando bajé las escaleras, mi madre ya estaba lista y a punto de salir por la puerta. Ambas nos montamos en su coche y nos dirigimos hasta el restaurante.

El restaurante era un italiano al cual había ido en alguna ocasión con las chicas y el cual me encantaba, nos sentamos en una mesa redonda junto al gran ventanal que daba a la calle y pedimos una gran botella de agua, ya que yo no podía beber alcohol. – cosa que no había cumplido los primeros meses de embarazo, ya que no sabía que estaba embarazada... y de lo cual me sentía muy culpable, ya que mis errores podían afectar a mi bebé.

Apenas había llegado el primer plato a la mesa cuando vi pasar por la ventana a Dylan, el hermano mayor de Emma, y sí, uno de los chicos de mi lista. Él iba junto a unos amigos y la verdad es que no le había visto desde que cogí una muestra de su ADN, y obviamente él no sabía de mi estado, ni su hermana de que nos habíamos acostado...

Dylan se giró y sus ojos se cruzaron con los míos, a partir de ese momento, todo comenzó a ir en cámara lenta...

Dylan entró en el restaurante y se acercó a nuestra mesa, yo me levanté dubitativa de la silla y le saludé con dos besos, ojalá hubiese grabado su cara al ver mi tripa.

- Guau Mel, Guau... -- dijo sin ser capaz de apartar sus ojos de mi vientre.

- Sí..., bueno, ¿qué tal todo, no estabas en Nueva York? – dije intentando cambiar de tema.

- Sí, volví para ver a Em y a mis padres, estás preciosa. – dijo antes de percatarse de la presencia de mi madre, la cual no había dejado de analizar al chico y sus movimientos.

- Dylan, mi madre, mamá, Dylan, el hermano de Em. – dije con tal de aclarar un poco las cosas.

- Encantado. – dijo él mientras le daba la mano a mi madre.

- Yo sí que estoy encantada. – dijo ella mientras le guiñaba un ojo al chico.

- ¡MAMÁ! – la acusé yo, ambos rieron ante la situación.

- Tengo que irme ya, me alegra haberte visto Mel, y encantado de conocerla señora Pierce. – dijo antes de marcharse y salir del restaurante.

Yo volví a sentarme en mi silla y tomé un poco de agua.

- ¿Te lo tiraste? – preguntó mi madre, pero para ser sincera, era más una afirmación que una pregunta.

- Sí, pero Em no lo sabe.

- ¿Fue por las listas esas que tenéis en la cocina colgadas? – las palabras de mi madre me dejaron de piedra, mi madre había visto las listas y lo peor, había visto mi lista, en la cual se encontraban más de veinte nombres y ella no sabía la realidad de la lista y lo más probable es que hubiese atado cabos enseguida, el porqué de que no supiese quien era el padre del bebé en un principio, que volviese a casa y que estuviese rara por Noah, Joder, había leído el nombre de su alumno en mi lista, la había cagado demasiado...

No hizo falta que contestase, mi madre ya sabía la respuesta.

- Cielo, quiero contarte una cosa. – dijo mientras cogía mis manos sobre la mesa. – ¿De verdad pensabais que eráis las primeras mujeres en copiar a los hombres con sus estúpidas listas? – Aquello no podía ser cierto, ¿mi madre había hecho una lista también?

- ¿Tú...? – no hizo falta que terminase la pregunta, ella lo entendió a la perfección.

- Estaba en mi último año de conservatorio, todavía no conocía a tu padre, unas amigas y yo decidimos hacer las listas porque el novio de una la había dejado por una lista de su fraternidad, he de decir que tu padre no tiene ni idea de esto, y espero que no lo sepa jamás, ¿entendido?, los hombres y sus estúpidos egos... él sería incapaz de pensar que su mujer se ha acostado con más mujeres que él. – Aquello llamó aún más mi atención, en la lista de mi madre había nombres de mujeres, lo que dejaba claro que la mujer que yo creía conocer como la pianista incapaz de romper un plato había tenido una juventud interesante y además, había estado con mujeres..., quizás fuese cierto el dicho de "de tal palo, tal astilla"

Mi madre comenzó a contarme algunas de sus historias de su juventud, incluyendo algunas de las cuales mi padre no tenía ni idea...

Al salir de aquel restaurante, me sentía una nueva yo, no me sentía mal por lo que había hecho por la lista, me sentía más humana y menos cohibida por la sociedad, mi madre siempre había sido un ejemplo para mí de "lo bueno", "lo que hay que hacer", y ahora la veía de otra forma, pero no de mala manera, ni mucho menos, la veía más humana y me sentía mucho más cómoda y unida a ella.

De la A a la ZWhere stories live. Discover now