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—¿No es suyo?

La pregunta de Camila suena llena de confusión cuando el humano frente a nosotros responde y mueve su cabeza de un lado al otro al parecer negándole a lo que sea que ella le haya dicho antes. Es una mujer que nos mira confundida, como si no entendiera por qué nos encontramos allí. A primera hora del día, esta chica me dio desayuno y nos sacó del apartamento para traernos a este lugar. Nos montamos en otro de esos monstruos de metal para que nos devorara y nos trajera aquí. Ella me dijo que se llamaba Uber y me dejó sacar la cabeza por la ventana. Fue muy divertido. Me comí dos insectos.

—No, jamás he visto a este perro —dice la extraña mientras que yo olfateo la entrada de esa casa—, lo siento, tiene la dirección equivocada.

—Pero su placa dice--

La extraña nos cierra la puerta en la cara. Camila suelta un bufido y se gira a mirarme. Yo ladro contento cuando está a mi altura.

—Por favor, no me digas que te abandonaron a propósito —me acaricia la cabeza.

Yo muevo mi cola y lamo su pata superior juguetonamente. Suspira.

—¿Qué estoy diciendo? Nadie se dejaría a un cachorro tan dulce como tú. Bien, tranquilo, Rex, todo tiene solución. Volvamos a casa para pensar.

Ella tira suavemente de mi correa para que avance y la siga. Obviamente que yo cojeo intentando seguirle el paso hasta el monstruo de metal que nos esperó a un lado de la acera. Dejamos que nos devore y partimos lejos de ese lugar. Ella me deja sacar la cabeza por la ventana otra vez hasta que regresamos al apartamento.

—¿Qué quieres decir con que era la dirección equivocada? ¿Acaso no sabes leer? —pregunta Liam cuando ella termina de explicarle la situación y me quita la correa para dejarme libre por el lugar.

Yo cojeo en dirección al sofá para recostarme a un lado de este y acompañarlo a él que se entretiene leyendo algo en su computadora. Lo oigo suspirar.

—Camila, sabes que no podemos tener perro. Los otros ya eran demasiado trabajo y no los trajimos aquí por algo —dice él—, no tenemos tiempo, no podemos tener un perro para tenerlo encerrado todo el día, lo sabes.

—Sí, pero este está perdido.

—Llévalo a una perrera, ellos se harán cargo de encontrar a su dueño. No es tu trabajo hacerlo.

—No lo quiero llevar a una perrera, ahí sólo se lo van a dar a alguien más.

—¿Y qué?

—¿Y qué? No se lo devolverán a su dueño. Míralo, es un bebé. Está herido, asustado y estresado. ¿Quién sabe cuánto tiempo lleva en la calle? Quiere estar con su familia, no con un montón de extraños.

—No me digas que quieres quedártelo tú.

—No, te digo que--

—No es tu trabajo ayudarlo, tienes otras cosas de las que preocuparte y yo no tengo tiempo para cuidar a un perro. —Liam niega y vuelve su atención a su computadora—. Lo siento, pero vas a tener que llevártelo a otro sitio. No puede quedarse aquí.

—¿Y adónde quieres que lo lleve?

—A la perrera, creo que no pude ser más claro.

—No quiero llevarlo allá.

—Por Dios, hablar contigo es como-- Olvídalo. —Teclea algo en la computadora—. Mira, se puede quedar aquí por un par de días mientras buscas al dueño sólo si no se puede quedar en otro sitio.

—No tengo otro sitio.

—¿Dónde demonios dejamos a los otros tres, K? Ve para allá. Dejas al perro y de paso pasas a saludar.

Sweet Boy (S.M)Where stories live. Discover now