Tiro de su brazo en dirección al bosque, pero él se resiste.

—¿Y eso qué? ¿Cuál es la diferencia?

¡No puede ser!

—Las brujas blancas no son crueles —le explico—. Al contrario, son buenas. Muy buenas. Ayudan a las personas, sanan a los heridos, e incluso combaten con los maleficios de otras brujas.

Jerome abre la boca, como si fuera a discutir, pero veo en su rostro que su seguridad se tambalea. Mira de mí hacia la cabaña, duda, entonces se suelta de mi agarre.

—Lucille, pero hay más personas cazándola en este mismo instante. Si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará.

—Pues, no seré parte de esto.

—¡No me refiero a eso! Si es buena, como dices, entonces tenemos que advertirle.

Demonios, no sé por qué no lo pensé.

—Tienes razón.

—Justo cuando comenzaba a creer que sería un desafío fácil...

Jerome da el primer paso en dirección en la cabaña y, tal como me ha pasado muchas veces en el pasado, el tiempo parece ralentizarse cuando escucho el zumbido rasgando el aire. Me lanzo hacia adelante tan rápido como mi cuerpo me lo permite y atajo la flecha centímetros antes de que se inserte en su costado. Jerome pega un salto, sorprendido. Arrojo la flecha al suelo al tiempo que me giro para encarar al atacante.

Julian sale de las sombras con su ballesta vacía. Está solo, y de inmediato aguzo los oídos para localizar a su amigo, pero no puedo encontrarlo. Debe estar por allí cerca, estoy segura.

—¡Ah! —dice Julian, sonriendo macabramente—. Parece que mi puntería no ha mejorado. Es una lástima...

—Baja esa cosa —pide Jerome—, antes de que alguien resulte herido.

—¿Herido? Mmm, no. ¿Muerto? Sería maravilloso. —Su sonrisa se ensancha y parece desequilibrado—. ¿Les resulta eso familiar?

—Nosotros no matamos a tus amigos —espeta Jerome­.

—Tú no, desde luego... La zorra, sí.

Jerome da un paso hacia él, pero le sostengo del brazo y lo retengo.

—¡No te atrevas a llamarla de esa manera!

Julian se ríe, lo que lo hace ver más desquiciado.

—¿Te divertiste al oírlos gritar? —Lo ignora. Sus ojos están fijos en mí—. Claro, ya lo entiendo. Yo inicié el juego, y te obligué a jugarlo, ¿no es así? Bueno, pequeña zorra, me parece que es tiempo de terminarlo. No me gusta perder, y tú llevas la delantera, así que, ¿qué te parece si emparejamos las cosas?

El aire vuelve a rasgarse y me giro de golpe, justo a tiempo para ver la flecha volar en nuestra dirección. Me arrojo sobre Jerome para apartarlo del camino y caemos al suelo. Acto seguido, hay manos levantándome y arrastrándome lejos de él.

Es Julian.

Enseguida aparece el musculoso, toma a Jerome de la levita y le inserta un potente golpe que le sacude la cabeza en un movimiento demasiado brusco. La bestia en mi interior se retuerce y pide salir, pero no soy capaz de liberarme. Julian es demasiado fuerte, ¿cómo es eso posible?

—¡Basta! —pido—. ¡Déjenlo en paz!

Julian tira de mi trenza hacia abajo con tanta fuerza que pienso que me dejará calva y acerca su boca a mi oreja.

—La diversión apenas comienza —ronronea. Me sujeta de la barbilla y me obliga a mirar en dirección a Jerome—. Míralo. Míralo sangrar, de la misma manera que lo hicieron los míos.

De Piel y HuesosWhere stories live. Discover now