Capítulo 33.- La oferta de trabajo

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―Seguramente sí, pero eso no dice mucho a su favor, que se supone que es poli ―bromea, dándome un beso en la cabeza―. Quiero que te quedes ―me lo suelta entonces, de golpe.

Al principio ni lo entiendo (luego tampoco), es un cambio de tema incomprensible para mí. Alzo la cabeza parpadeando tres veces para que nuestros ojos se encuentren. Los rayos de sol golpean con una tímida suavidad en la almohada junto a su cabeza y sus iris parecen más amarillos que nunca.

―¿Dónde? ¿En la cama? Porque habría que ir pensando en ponerse en marcha y...

―En el club.

―¿En la pandilla? ―Alzo una ceja y mi voz suena chillona y burlona, no puedo evitarlo.

―Llámalo cómo quieras, pequeña ―se ríe con suavidad―. Sé que quieres llegar a la fiscalía y eso lo respeto, pero aquí hace falta alguien y si quieres el trabajo, es tuyo. Estoy seguro de que podrás ayudar a la gente, como hacía Christal. Alguien tiene que hacerlo... Y yo... Bueno, me gustaría que fueras tú. Eso es todo. Si te interesa, el trabajo es tuyo. Todo legal.

Me trato de apartar un poco de él, pero su brazo me retiene abrazada contra su pecho. Aun así, me las apaño para mirarle a la cara. No puede hablar en serio. ¡No quiero defender a pandilleros! Justo es lo contrario de lo que quiero hacer. Yo quiero ayudar a la gente, pero... Cierro los ojos y apoyo la frente en su barbilla.

Mil pensamientos pasan por mi cabeza a la vez, como Jennifer Howland, la primera víctima y chica maltratada que Christal salvó de su horrible familia. También pienso en Eileen, obligada a prostituirse para intentar ayudar a su madre. Y Pool, al que la policía no quiso ayudar. Si yo hubiera podido hacerlo... Si hubiera podido ayudar a esa gente... Quizá también hay buenos aquí que necesitan ayuda.

―Wallace no me va a dejar ir ―le digo sincera―. No tiene sentido darle vueltas a otras posibilidades. No podré trabajar aquí, ni para la fiscalía, porque quiere exclusividad dos años más.

―Bueno, te esperaremos. Siempre.

Noto su sonrisa sin verla y alzo de nuevo la cabeza para mirarle. Parece tan relajado esta mañana, tan tranquilo, jovial, guapo y despreocupado... Sé que, en unos minutos, cuando salgamos de la habitación, el peso de la realidad volverá a aplastarnos, pero hemos hecho una burbuja aquí. Una burbuja perfecta en la que escondernos y en la que no dejar que toda la mierda de fuera nos alcance. Así que, ¿qué otra cosa puedo hacer más que aprovecharla? Desciendo de nuevo sobre sus labios y le beso despacio, sin prisa, sin miedo, sin problemas, sin preocupación, sin que importe nada más.

Se mueve lo justo para centrarse de nuevo en la cama y tira de mi cadera para que me coloque sobre él. Seguimos completamente desnudos y gimo cuando nuestros sexos se rozan con suavidad.

¿Su oferta de trabajo tiene que ver con algo más personal? ¿Incluirá algo más íntimo? Recuerdo lo que Eileen me dijo: «Jimmy no pertenece a nadie, pero tampoco reclama a nadie para sí». ¿Qué significa entonces que me quiera aquí, en su pandilla?

Cuando profundiza el beso, enterrando una mano en mi pelo y apoyando la otra sobre mis nalgas para frotarse contra mí, me olvido de todo lo demás. ¿Qué importa el futuro? Por una vez, me permito no pensar en ello. De todas formas, estamos en la cuerda floja y no sabemos si habrá un mañana, siquiera. ¿Por qué pensar en algo más lejano que los siguientes minutos?

La puerta se abre de golpe y me giro tirando de la sábana para cubrirme como puedo. Garret va mirando el ordenador y tarda un segundo en darse cuenta de lo que ha interrumpido. Espero una disculpa, una cara sonrojada (aparte de la mía) y que salga rápido, pero él nos dirige una sonrisa socarrona.

―Tengo algo.

―Ahora bajamos ―le dice Jimmy, antes de lanzarle un cojín, porque sigue mirando.

Garret se ríe y cierra cuando vuelve a irse. Me dejo caer en la cama a su lado, envolviéndome mejor en la sábana y muriéndome de vergüenza. Al tirar de esta encima dejo desnudo del todo a Jimmy, que parece que le da igual, pero yo solo logro querer desaparecer un poquito más. Hundo la cabeza en la almohada lloriqueando, mientras le oigo reír.

―¡¿Qué va a pensar de mí?! ―me quejo, con la voz amortiguada por la almohada.

―Que tienes un culo perfecto ―bromea Jimmy, antes de sentarse en la cama como si tal cosa―. ¿Vienes a la ducha?

Agito la cabeza, pero alzo la cabeza lo justo para ver el nombre de su hermana tatuado en su omoplato. No he podido analizar los tatuajes de su espalda hasta ahora, claro. Las letras son grandes y bonitas, y ocupando el resto de la espalda tiene el único tatuaje a color de todo su cuerpo. Son unas llamas enormes, similares a las de los anillos.

―Vaya, parece de verdad ―susurro, pasando los dedos por encima.

Me parece que se estremece un poco cuando le toco. Noto entonces lo rugoso de su piel. Las llamas coloridas ocultan mil cicatrices y marcas. Su piel no es nada lisa, pero están muy bien ocultas.

―Me lo hizo Eileen, es una artista. Le pagué un par de años de cursos para tatuar, pensé que cambiaría de profesión, pero a ella le gustaba lo suyo y no hubo manera.

Aprieta los labios un segundo y luego me levanta en brazos, haciéndome gritar por la sorpresa. Me parto de risa mientras me lleva al baño como si no pesase nada. Ducharme con la venda del brazo es un rollo, pero supongo que tampoco puedo bajar oliendo a Jimmy y a sexo. De hecho, me sonrojo solo de pensarlo.

¡Holis! Vengo a contaros, por si no os habéis enterado aún, que estoy escribiendo una historia interactiva con mis lectores y lectoras

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¡Holis! Vengo a contaros, por si no os habéis enterado aún, que estoy escribiendo una historia interactiva con mis lectores y lectoras. Podéis encontrarla en mi perfil ^^ y ayudar a crear a los personajes. ¡Muy prontito estará el capítulo uno!

¡Nos leemos!

¡Nos leemos!

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El fuego no siempre quemaWhere stories live. Discover now