Los siete niños jugaban a perseguir una pequeña liebre de pelaje color crema que escapaba dando largos saltitos y correteando en círculos por todo el lugar. Parecía divertirse con ese puñado de humanos miniatura que la perseguían con una lanza mal afilada que se encontraron por el bosque. Por supuesto que era un simple juego y no tenían intención de herir al pobre animalillo con el arma de madera, simplemente se dedicaban a correrse los unos a los otros como una banda de estúpidos sin sentido de la verdadera diversión.
Carmel les sonrió de lado, con ese brillo tan peculiar en los ojos que ponía a la gente a temblar, y se acercó hasta ellos. Con una sonrisa amable tomó la lanza que el niño pelirrojo sostenía y la observó. Pasó la lanza de una mano a la otra, sintiendo su peso, la textura raposa de la madera tallada y observó la punta, desgastada y mal afilada, seguro por un novato.
Carmel sacó una navaja del bolsillo de su falda ante la mirada sorprendida y curiosa de los niños, y comenzó a afilar la punta de la lanza ella misma, dándole la forma correcta, puntiaguda y filosa, como su padre le había enseñado.
—¡Oh, por dios! ¡Tiene una navaja! —exclamó una niña de cabello castaño peinado en dos ridículas trenzas que la hacían lucir horrenda, o al menos eso es lo que Carmel pensó. Los demás niños exclamaron cosas parecidas ante la indiferencia de ella, que siguió tallando la lanza como si no escuchara sus comentarios estúpidos. Aunque si lo hacía, y se burlaba de su ingenuidad. Si supieran cuantas cabezas de pobres animalillos había cortado con esa navaja...
Cuando Carmel creyó que su labor había finalizado y el arma ya estaba lista, la alzó sobre su cabeza y la observó con minuciosidad ante la mirada asustada de los siete niños. Luego devolvió la vista a ellos y les sonrió para calmarlos, y por supuesto, funcionó.
—¿Quieres perseguirla tú? —preguntó una niña pelirroja vestida con harapos.
—¡Sí! ¡Puedes dar comienzo a la cacería! —Otro exclamó, y Carmel sonrío otra vez. Ellos no lo decían enserio, ella sabía que no querían hacerle daño al animal, pero Carmel no deseaba lo mismo.
—¿Por qué perseguirla si puedo cazarla desde aquí? —preguntó. Los pequeños la miraron confundidos y ella alzó la lanza sobre su cabeza, y luego, sin despegar los ojos de sus espectadores, de un movimiento brusco y ágil lanzó el arma y la clavó sobre el cuerpo del animal, atravesándolo por completo.
Rio al ver los rostros horrorizados de los siete niños, salpicados de sangre.
El recuerdo se difumina, devolviéndome a la realidad.
Eres toda una traviesa, Carmelcita.
Si me hubiese encontrado con que mi yo del pasado fue una mojigata, monja, ama de casa sumisa o alguna mierda de esas, me habría dado un infarto.
Vuelvo a pasar las páginas, leyendo sin mucha profundidad algunas anécdotas de la vida de aquella bella mujer. A la vieja Carmel no parecía agradarle el fuego, su mente era más retorcida, más macabra. Le gustaba manipular, torturar, matar.
Mis ojos se detienen en una página en específico, y mis labios se curvan en una sonrisa perezosa.
Vaya, me había olvidado de esto.
De nuevo, me introduzco en el recuerdo plasmado en tinta negra.
Cuando tenía catorce años lo vio por primera vez. Ambos habían asistido al festival de primavera que se hacía cada año con sus familias. El pueblo se encontraba bañado en decoraciones, risas y emoción. Había juegos y espectáculos, concursos y bailes, familias felices por aquí y por allá.
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Loop
RomanceLoop. "Mors ultima linea rerum est". ¿Qué tan lejos puede llegar el alma del cuerpo? ¿Y qué tanto tardaría la muerte en alcanzarla? *Por favor, no copies ni uses contenido que no te pertenece. Sé original. *Está prohibido la copia, adaptación total...
〔XIV〕
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