Apareció mi padre haciendo presencia en el mismo lugar donde nos encontrábamos cargando una enorme bolsa blanca en su mano derecha.

Aquel hombre era bastante alto y enorme, su cabello era blanco y a simple vista intimidaba a las demás personas por ser alguien bastante grande. Tenía brazos fuertes y piernas que a simple vista envidiaban. Unas cejas gruesas, una mandíbula marcada, una pequeña capa de barba blanca y unos ojos celestes bastantes llamativos.

—¡Feliz cumpleaños! —exclamó mi padre mientras caminaba hacia mi.

Dejé la comida en el plato y entonces lo observé mientras una pequeña sonrisa aparecía en mi rostro.

Odiaba mis cumpleaños.

—¡Mi niña tiene once años! —gritó entusiasta mientras soltaba la bolsa y me envolvía entre sus brazos—. Estás creciendo demasiado rápido, voy a terminar siendo un viejo sensible —indicó bromeando.

Yo reí entre dientes.

—¿Qué le compraste? Dijiste que estaría bien con las compras que le hicimos el otro día —intervino mi madre, algo molesta.

—Ignora a tu madre, cielo —ordenó el mayor mientras me tendía la bolsa frente a mi—. Y abre tu regalo.

Me levanté de mi asiento mientras mi padre revolvía mi cabello rubio entre sus enormes manos, abrí la bolsa y me encontré con bastantes juguetes y algo de ropa.

Crucé mis ojos con los del mayor.

—¡Abre, abre! —dijo emocionado.

Esta era la parte que más odiaba, tener que fingir que aquellos regalos eran de mi gusto.

Le hice caso el ojiazul y entonces empecé a sacar los primeros juguetes que se veían a la vista envueltos en regalo de papel. Terminé sacando dos enormes cajas y luego de unos minutos con la ayuda de mi padre, terminé desenvolviendo aquellos regalos que hombre esperaba con tanto orgullo que viese.

Me sorprendí cuando vi un enorme auto de carreras manejando por control remoto y el otro regalo era un pequeño balón de baloncesto.

Miré a mi padre sorprendida.

—¿Qué demonios es eso? —dijo mi madre observando.

—¡Sus regalos! Tú misma viste el otro día cómo Ashley observaba a los demás niños jugando al baloncesto —explicó—. Así que que ahora podrás jugar con tu viejo padre, hija —dijo sonriendo.

Terminé sonriendo, y esta vez la sonrisa estaba lejos de ser fingida.

—También te compré ropa —explicó sacando algunas prendas de vestir.

La mayoría eran negras con dibujos bastantes llamativos y dos camisas de baloncesto que siempre me habían gustado cuando veía los partidos junto con mi padre.

El mayor me tendió la camisa del equipo y entonces la sostuve con mis pequeñas manos.

—Me encanta —admiti sonriendo mientras abrazaba a mi padre.

—Sabía que te gustaría —respondió—. Cuando quieras, vamos al centro comercial y esta vez tú elegirás la ropa que quieres.

—¡Si!

—Estupideces —dijo la rubia, molesta—. Mi regalo te va a gustar más, espérame.

Ignore su comentario mientras mi padre me ayudaba a colocarme la remera del equipo de básquetbol el cuál ambos éramos bastantes fanáticos. Una vez que ya tenía aquella prenda puesta, noté que me andaba un poco más grande de lo normal.

No Stranger © #1 ✔Where stories live. Discover now